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Adrien de Gerlache: sobreviviendo en la noche polar

terra ignota

Su barco quedó atrapado por el hielo durante un año en su viaje a la Antártida en 1898

¿Sirve la Antártida como modelo de convivencia en la Luna?

Busto de Adrian de Gerlache, en el Paseo de los Expedicionarios Antárticos en Ushuaia (Argentina) ABC
Pedro García Cuartango

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Fueron exactamente 186 días lo que duró la noche polar en la que quedó atrapado el 'Bélgica' en el hielo de la Antártida. La expedición comandada por Adrien de Gerlache había salido del puerto de Amberes en agosto de 1897 y había navegado hasta una latitud que nadie había alcanzado hasta entonces. El 2 de marzo de 1898, el buque se detuvo en la banquisa y ya no pudo avanzar más. «Todas las velas están desplegadas, pero el barco ya no se mueve», escribió un oficial en el diario de a bordo. El navío quedó varado cerca de la isla de San Pedro en el mar de Bellinghausen a 71 grados de latitud.

Tres semanas más tarde, el 21 de marzo, el sol dejo de salir por el horizonte y se hizo una oscuridad total. «Nos encontramos solos y desconectados como si estuviéramos en Marte, sumergidos en la noche y el silencio de la Antártida. El tiempo ha caído sobre nosotros», escribió el médico de la expedición, compuesta por 30 personas. El segundo oficial era un tal Roald Amundsen, que sería el primer hombre en llegar al Polo Sur en 1911, superando increíbles adversidades y a temperaturas inferiores a 50 bajo cero.

El barco, de solamente 30 metros de eslora, llevaba comida enlatada para sobrevivir, pero Gerlache no estaba preparado para combatir el escorbuto, que afectó a la mayoría de la tripulación. Mataron pingüinos y focas para obtener carne fresca. Poco a poco los enfermos mejoraron, aunque no llevaban ropa adecuada para afrontar el frío polar ni estaban mentalizados para lo que les aguardaba. Algunos de los marineros estuvieron a punto de volverse locos mientras la moral caía bajo mínimos. Uno de los tripulantes abandonó el navío tras decir a sus compañeros que se dirigía a Bélgica.

En enero de 1899, al llegar el verano a la Antártida, el 'Bélgica' seguía atrapado en un bloque de hielo de dos metros de altura. El sol deslumbrante era tan dañino como la oscuridad y los hombres tenían que refugiarse bajo la sombra. Algunos sufrían delirios y otros padecían anemia. «La banquisa no se movía, nuestras esperanzas se desvanecían, el resplandor blanco nos cegaba», anotó el médico.

Todo cambió a mediados de febrero cuando los expedicionarios se dieron cuenta de que había aguas libres a varias millas de distancia. Gerlache dio la orden de utilizar explosivos y sierras para abrir un canal. Finalmente, el 14 de marzo de 1899, un año después de quedar inmovilizados, el 'Bélgica' pudo navegar sin haber sufrido apenas daños en el casco pese a las tormentas y los arrecifes. En noviembre, ocho meses después, lograron retornar al puerto de Amberes con la baja de solamente dos hombres, uno muerto de desnutrición y otro que se había ahogado. La recepción fue una fiesta en el país.

Gerlache, oficial de la Marina, había obtenido el mando de la expedición gracias a Leopoldo II de Bélgica, que ayudó a financiar el viaje. El millonario Ernest Solvay donó fondos. Pese a que solamente tenía 31 años y carecía de experiencia en mares helados, el monarca confiaba en Gerlache porque conocía a su familia, ya que era hijo de un aristócrata, y había explorado Groenlandia en 1895. Aunque el viaje había sido proyectado con fines científicos, Leopoldo confiaba en que la misión pudiera encontrar yacimientos minerales susceptibles de ser explotados.

No hubo resultados comerciales, pero sí científicos. El biólogo Emil Racovitza, de origen rumano, encontró una hierba capaz de sobrevivir en el invierno polar. También documentaron la existencia de ácaros, microorganismos y un mosquito de cuatro centímetros que no podía volar. Su contribución más notable fue la observación meteorológica en los seis meses de noche antártica. Gerlache nunca sació su sed de explorar nuevos territorios. En 1901, viajó al Golfo Pérsico para descubrir nuevas especies animales. Cuatro años después, volvió a Groenlandia y recorrió el norte de Escandinavia y Rusia. Asesoró a Shackleton en su expedición a la Antártida en 1914.

La aventura del 'Belgica' es evocada por un busto de bronce en el Paseo de los Expedicionarios Antárticos en Ushuaia (Argentina). Allí se le rindió homenaje en 2009, donde se reunieron nietos y descendientes de los participantes en aquella arriesgada hazaña.

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