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La exdirectora del CNIO María Blasco y su pareja acosan a una crítica de ABC Cultural en ARCO

Ruth Toledano, fotógrafa y periodista, amenazó a Marisol Salanova: «Soy la pareja de María Blasco, te metiste con ella, perdió el CNIO y lo vas a pagar»

Miembros de seguridad separaron a la presunta agresora y la invitaron a dejar el recinto de Ifema para calmarse

Así desveló ABC las irregularidades del CNIO que han provocado la caída de sus directores

María Blasco y Ruth Toledano, en una imagen de diciembre de 2024 Tania Sieira
Marisol Salanova

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La crítica de arte de ABC Cultural Marisol Salanova fue acosada este miércoles a las cuatro de la tarde en su visita a ARCO por la exdirectora del CNIO María Blasco y su pareja, la fotógrafa y periodista Ruth Toledano. ¿El motivo? El artículo publicado en ABC el 28 de diciembre de 2024 en el que Salanova criticaba la gestión de CNIO Arte y el desvío de fondos para investigar contra el cáncer a la compra tendenciosa de obras de arte. Este es su relato sobre lo sucedido.

El primer día de ARCO 2025, durante una visita profesional, accedí al pabellón 7 de IFEMA. Nada más pasar el control de seguridad un galerista paró y nos saludamos. Lo normal. Le di dos besos, me tocó el brazo cariñosamente, y la mujer que iba a su lado esperó a que él se moviera para agarrarme del mismo brazo, el derecho. Me agaché pensando que iba a saludarme, pero entonces soltó: «Yo no te voy a dar dos besos porque eres una hija de puta».

Me quedé helada, no sabía si iba de broma, ni quién era exactamente aquella persona. Le pregunté por su nombre, le dije que quizás me estaba confundiendo. Se puso más violenta y apretó fuerte mi muñeca, como tratando de retorcerla. Insistió, sin decirme su nombre: «Escribiste sobre mi mujer, las consecuencias te llegarán». Contesté que soy crítica de arte de ABC, convencida de que me confundía con alguien. A lo que me espetó que lo que yo hacía en ABC no era crítica de arte sino política y que en ese periódico somos unos fascistas.

El brazo empezó a doler, la gente de alrededor nos miraba, yo no sabía qué hacer. Fue todo muy rápido pero se me hizo eterno. ¿A qué texto se refería? ¿Quién era? No quería decir su nombre. De pronto, levantó el otro brazo y lo dirigió hacia mi cara por lo que, instintivamente, aparté la cabeza, sin embargo no me soltaba. Gritó: «Soy la mujer de María Blasco, te metiste con María Blasco, perdió el CNIO y lo vas a pagar».

Seguridad se acercó para separarla de mí, la sacaron del pabellón y a mí me metieron en un estand colindante para protegerme. Estaba asustada. ¿Se refería al artículo que escribí sobre CNIO Arte? ¿Lo del desvío de fondos para investigar contra el cáncer a la compra tendenciosa de obras de arte? María Blasco fue la directora de ese centro y por ese, entre otros graves motivos con los que tampoco tengo nada que ver, la cesaron y cancelaron su proyecto artístico. Yo escribí sobre aquello, sí. Otra veintena de periodistas también. Pero no otra crítica de arte. Salió en todos los medios, no obstante el sector cultural callaba hasta que mi artículo rompió el silencio.

¿Me acaban de agredir por escribir crítica de la que no se suele escribir, de la que molesta? Cuando salí del estand, gente de alrededor me sugirió que denunciase. Las cámaras estaban cerca, en la entrada. Yo solo quería avanzar, hacer mi trabajo y pasar página. Llegué a considerar que la atacante iba bebida o tenía algún tipo de problema que escapaba a mi comprensión. Bajé la guardia y me siguió. Esta vez con su mujer y una amiga.

Entonces caí en la cuenta. Se trataba de Ruth Toledano, periodista y pareja de Blasco que por lo visto la acompañaba en viajes oficiales y supuestamente también se beneficiaba de los famosos fondos del CNIO. Esa era la mujer que me había atacado. No desistía y ya no iba sola.

Esperaron a pillarme distraída ojeando un libro en la zona de ArsLibris. Se acercaron como tres matones: María Blasco, Ruth Toledano y la artista Sandra Paula Fernández. En eso aparecieron los responsables del estand en el que me había parado, del CENDEAC, y ellas se echan a un lado. Los editores preguntan si pasa algo. Se lo conté. Se estaba produciendo la visita de Sus Majestades a la feria y la seguridad se había concentrado en la otra punta. Creo que por eso ellas eligieron el momento.

La artista Sandra Paula Fernández, que estaba con Ruth

La pareja se mantuvo a unos metros, observándome, y la amiga volvió a por mí. Afirmó que tenía que acompañarla a hablar con Toledano. Me negué. Añadió que estaba a tiempo de arreglar las cosas, que podía rectificar mi artículo, ayudar a limpiar el nombre de Blasco o al menos asegurarles que no pondría ninguna denuncia. Porque si yo denunciaba la agresión de ese día, ellas -las tres- me harían la vida imposible. Insinuó que iban a boicotear los actos en los que participe y que me iba a quedar en el paro. Me indigné porque lo dijo sonriendo y tocándome el hombro, tratando de amedrentarme. «¿Pero qué os pasa? No me toques. ¡Dejadme de una vez!», exclamé dando un paso atrás para zafarme.

El editor Javier Castro Flórez, al tanto de la situación y allí presente, miró a Toledano y Blasco, que esperaban taimadas, y afeó su comportamiento agresivo. La artista trató de cogerme de la mano y dijo que iba a ir con ellas sí o sí. Que yo me lo había buscado. La persona que estaba tras el estand de libros de la institución murciana, Elena Escribano, comentó que nunca había presenciado una situación tan violenta y a la vez surrealista. Se puso a grabar con su móvil y me tranquilizó con que ella misma declararía como testigo si decidía ejercer mi derecho a denunciar.

Al final desistieron aunque hubo que escoltarme a la salida, hasta que subiese a un taxi camino de mi hotel.

Javier Castro Flórez con Ruth Toledano y la artista Sandra Paula Fernández ABC

Bien, como me perdieron la pista a mí, siguieron a Castro Flórez hasta el bar donde iba a cenar con su compañera y allí comenzaron a exigirle explicaciones durante más de una hora por haberme defendido. Su compañera salió del local, agobiada. Sacó una foto borrosa desde la puerta. En ella se veía a Toledano con una camiseta del CNIO, la misma que llevaba su amiga cuando se me acercó. Una especie de reivindicación para manifestar su desagrado porque cesasen a Blasco. No había caído en las camisetas hasta que recibí la foto en mi móvil y un largo audio contándome que ahora les estaban gritando a ellos pero que no me preocupase.

Me sentí culpable por que se hubieran visto envueltos en aquello. Ya en el hotel recibí un mensaje de que por fin lograron abandonar el bar sin ellas. Pensé detenidamente en lo sucedido, dudé en llamar a la policía. No me dejaron marcas. Agarrarme fuerte, insultar, empujarme o un bofetón fallido... ¿Son delito?

Al día siguiente consulté a mi abogado. Los críticos de arte, si ejercemos crítica de verdad, vamos a tener que procurarnos, en adelante, un buen abogado. Si acaso, también habrá que tomar clases de defensa personal. Porque lo de renunciar al pensamiento crítico y a la libertad de expresión no está en mis planes. Pero ha sido la peor experiencia de mi vida laboral en esta profesión.

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