¿Sirve la Antártida como modelo de convivencia en la Luna?
Un reciente informe alerta de las 'sombras' del Tratado Antártico de 1959 y advierte de los riesgos de que esos problemas se exporten también a la Luna
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Con media docena larga de países poniendo a punto sus planes para instalarse en la Luna, nuestro satélite está a punto de convertirse en un lugar realmente concurrido, con bases, laboratorios y colonias promovidas por naciones que a menudo, aquí en la Tierra, se ... llevan de todo menos bien. Es por ello que, descontado ya el hecho de que volveremos a la Luna, y que esta vez será para quedarnos, se abre la espinosa cuestión de cómo será nuestra convivencia allí. ¿Seremos testigos de una suerte de 'rivalidad extraterrestre' que lleve a cada país, o alianza de países, a instalar sus propias bases, en competencia con todas las demás? ¿O se establecerán, por el contrario, una serie de normas internacionales que garanticen la colaboración en todo momento?
Para responder a esta pregunta los expertos, aquí en la Tierra, suelen volver la vista al lugar que mejor puede compararse con la futura, pero ya muy próxima, colonización lunar: la Antártida. Allí, de hecho, en la que es quizá la región más 'alienígena' de nuestro planeta, alrededor de 5.000 personas habitan en verano los diferentes puestos de investigación. Y ese número apenas disminuye durante los crudos y largos inviernos. En la actualidad, la Antártida está gobernada por 30 países diferentes, todos ellos firmantes del Tratado Antártico de 1959. ¿Pero está funcionando ese modelo? Y lo más importante, ¿podría exportarse este sistema a la Luna?
Convivir en condiciones extremas
Aparte de las exploraciones científicas sobre clima o geología, las actividades antárticas incluyen también distintas estaciones de investigación que exploran cómo podría ser nuestra vida fuera de la Tierra. La estación franco-italiana Concordia es un buen ejemplo de ello. Sus ocupantes, casi completamente aislados del resto del mundo y casi siempre rodeados de un clima hostil, resultan ideales para que organizaciones como la ESA (Agencia Espacial Europea), lleve ya años investigando cómo pueden los humanos adaptarse, tanto física como mentalmente, a unas condiciones que tienen muchos puntos en común con lo que será la futura vida de los colonos lunares.
También China, que acaba de instalar allí su quinta estación de investigación científica, con capacidad para 80 personas, estudia, junto a Rusia, que parece que será su principal 'socio espacial', cómo será su ya proyectada Estación Internacional de Investigación Lunar.
Grandes proyectos científicos
En la Antártida también hay ejemplos de cómo podría organizarse, en la Luna o incluso en Marte, una próspera y fructífera colaboración científica. Y si bien es cierto que los científicos ya están acostumbrados a trabajar en grandes colaboraciones internacionales en todo el mundo (desde laboratorios de física como el CERN a grandes observatorios astronómicos o a detectores de ondas gravitacionales como LIGO o LISA), ninguna tiene unas condiciones tan parecidas a las que se dan en la Luna como el Observatorio de Neutrinos Ice Cube, el primer detector de este tipo, diseñado para observar el cosmos a más de 2km de profundidad bajo los hielos del Polo Sur.
Muchos, tanto políticos como científicos tienden, por tanto, a pensar que el tratado internacional que rige en la Antártida podría servir como modelo para establecer una base internacional sostenible y exitosa, donde todo el mundo colaborara. Después de todo, los primeros tiempos de 'ocupación lunar' por parte de la Humanidad tendrán un fuerte carácter científico. Para conseguirlo, primero habría que lograr un consenso y decidir entre los muchos proyectos posibles, y después garantizar de alguna forma que todos los participantes se comprometan con el proyecto, acepten las normas y, quizá lo más importante, estén de acuerdo en aportar a largo plazo los recursos necesarios para llevarlo a cabo.
No todo son luces en la Antártida
Pero el proyecto antártico también tiene sus sombras. Semillas de futuras discordias y factores negativos que podrían también reproducirse en los futuros asentamientos lunares.
La Corporación RAND (organización sin ánimo de lucro que funciona como un laboratorio de ideas para analizar e implementar políticas de todo tipo) dejó claro en un reciente informe, capitaneado por la experta australiana en derecho internacional Marigold Black y titulado 'La Antártida en riesgo: maniobras geoestratégicas y el futuro del Sistema del Tratado Antártico', que algunos de los 'puntos negros' de la organización internacional en la Antártida podrían repetirse fácilmente en la Luna.
«En primer lugar -dijo Black a Space.com-, el desarrollo de estructuras de bases en la Luna probablemente generará, como en la Antártida, tensiones sobre lo que significa controlar el territorio, qué actividades están permitidas en las bases y sus alrededores, y qué significa la soberanía en un paisaje tan extraño«.
¿Qué es ciencia y qué no lo es?
Según la experta, una de las cuestiones más importantes que se desarrollarán en torno a las bases en la Antártida, y que probablemente se traducirá en la experiencia lunar, «es la extensión de las definiciones de los términos 'investigación científica' y 'fines pacíficos' en el contexto de actividades allí realizadas». A pesar de que existen bases antárticas desde hace décadas, en efecto, el informe señala que el sistema de gobernanza allí sigue siendo inmaduro y el desarrollo de las normas en sí sigue sin producirse.
«En el caso de la Antártida -prosigue Black-, las condiciones extremas y la lejanía geográfica inhiben naturalmente el alcance de las actividades humanas. Y estas limitaciones también se aplican a la Luna, y en un sentido profundo».
El informe señala también que, de forma cada vez más evidente, los intereses particulares de cada nación parecen imponerse al interés general. «A pesar de los orígenes y el espíritu altruista del Sistema del Tratado Antártico -señala Black- encontramos que los participantes que representaban a los diversos Estados están dispuestos a moverse por su propio interés cada vez que alguien más se mueve».
Lo que ha dado lugar, según la experta, a una especie de carrera «para evitar cualquier ventaja real o percibida que pueda obtener el primero en violar las normas». Según Black, eso podría derivar en comportamientos explotadores, perjudiciales para el medio ambiente y militaristas. «Lo cierto -concluye Black- es que hay pocos (mecanismos) en la Antártida para evitar que esto ocurra, y posiblemente mucho menos en la Luna».
MÁS INFORMACIÓN
¿Conseguiremos ponernos de acuerdo y arbitrar en la Luna algún sistema que permita una auténtica colaboración que no convierta nuestra presencia allí en una extensión de nuestras diferencias? Probablemente, el 'modelo antártico' tiene mucho que enseñarnos al respecto, pero está muy claro que se trata solo de una primera tentativa, un primer paso a todas luces insuficiente.
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