«Estamos psiquiatrizando la vida cotidiana»
El boom de documentales de famosos que sobreexponen su salud mental es un arma de doble filo para los expertos: «Quita estima; pero trivializa». El de la cantante Aitana es el más reciente y polémico, pero no será el último
Algo tan básico como que vivir significa sufrir empieza a confundirse con trastornos de salud mental
'Pandemials': la generación que aprendió a adaptarse

Tiene 25 años y varias casas en propiedad, quince discos de oro y 50 de platino, según su discográfica. 3,8 millones de personas siguen su perfil público en Instagram y 2,6 millones el de TikTok y sus canciones de pop muy pegadizas cuentan – ... datos al cierre de 2024– con 11,6 millones de 'listeners' u oyentes mensuales solo en Spotify, además de otros millones en YouTube y demás plataformas de 'streaming' musical. Ostenta belleza, juventud, éxito y fama. Se diría que la barcelonesa de San Clemente de Llobregat Aitana Ocaña lo tiene todo. Y ahí radica precisamente el primer problema, según la presidenta de los psiquiatras en España, Marina Díaz Marsá: «La sociedad actual no entiende la incompletud. Parece que eres infeliz por no tenerlo todo. Siempre nos falta algo. Si estás bien con tu pareja, puedes perder el trabajo o pasar un duelo, o... El bienestar global no es posible y esta cuestión no puede ir en detrimento de tu salud mental». Aitana desvela en su último documental para Netflix, estrenado el pasado 28 de febrero y dirigido por Chloe Wallace, que fue diagnosticada por depresión, aunque en una intervención posterior en TVE matizó «que la depresión es mínima». Ahí empezó otro problema.
Sin conocer el caso de Aitana, la depresión se ha convertido en contenido televisivo y los expertos de la psique no ven que todo sea positivo en ese boom de «confesiones» públicas de trastornos. El de Aitana no es un caso único. Un psicólogo sanitario experto en intervención social y que ha devorado estos documentales, Sergio García Soriano, ve en el de Ocaña una «copia» de lo que ya había reconocido la actriz estadounidense Selena Gómez años atrás en el suyo. El lastre de «niña Disney» que arrastraba, que le «hacía llorar a todas horas» y «le pesaba como una losa» abocándola a terapia psicológica.
en las consultas de los psicólogos en España desde la pandemia hasta ahora.
La hoy cantante número 1 en ventas y 'engagement' en España, al salir de la novena edición del programa Operación Triunfo, con solo 18 años, ya asumió que iba a pasar por el diván para «asimilar todo lo que había vivido» dentro de la Academia porque aún era «muy niña» y debía madurar con rapidez para enfrentarse al mundo. En esta ocasión, siete años después, dice entre lágrimas que está triste, que le cuesta mucho levantarse, trabajar, hacer cualquier cosa, que no tiene ganas, y que tiene un cuadro depresivo. Un escaparate de su fragilidad en una plataforma con 302 millones de suscriptores. También expresa su hipocondría grave con una frase que quebró a más de un fan: «Siempre he pensado que iba a morir joven». Y reconoce ella misma «que sobredimensiona los diagnósticos» y le da pavor acercarse a un hospital.
«Personal y neurótico»
Para García Soriano, que además se confiesa fan de la cantante, el formato escogido no es el apto de la manera en que lo cuenta, porque es muy importante el cómo lo cuentas. Y lo confronta con los conceptos seleccionados otrora por un cantante, en este caso Dani Martín, que sí adujo a los términos adecuados para explicar sus problemas. «Aitana confunde lo personal y lo neurótico. Según lo expresa, el diagnóstico de depresión parece una cosa menor, infantil. También Selena Gómez le da una importancia relativa a la depresión en su serie. En este sentido, el documental 'Metamorfosis' de Aitana es fallido».
«Si yo hubiera sido su psicólogo, no le hubiera aconsejado salir y contarlo de esta manera», reconoce también el presidente del Colegio Profesional de Psicología de Aragón (Coppa), Santiago Boira. Él apunta otro riesgo muy importante: los seguidores de Aitana, como los de Selena en Norteamérica, son en su mayoría jóvenes que no pueden costearse una terapia durante meses si hay un problema real. Empatizan, identifican su tristeza, su falta de ganas, incluso sus trastornos alimentarios, con los que revelan sus ídolos en estas series biográficas, pero recurren luego a planteamientos carentes de evidencia científica: «Chamanes, coaches, consejos prácticos de psicología positiva que dan en internet, soluciones mágicas, incluso están proliferando terapias hechas por inteligencia artificial» y ahí comienza otro problema de dimensión mayor. Se habla ya de la iatrogenia o consecuencias de la mala praxis por este intrusismo en la psicología en la salud mental de muchos adolescentes. «El documental televisivo es un vehículo para ello. La depresión no es 'estoy triste y no sé por qué', como se da a entender», añade Boira.
Proliferan chamanes, coaches, incluso terapias por inteligencia artificial, para aprovecharse de los jóvenes que no pueden costearse ir al psicólogo
No todo es malo. «Por hablar de salud mental, yo a Aitana le diría que 'gracias'». El psicólogo sanitario de Madrid José Antonio Luengo aclara que no ha visto la producción, en este caso distribuida por Netflix, pero sí conoce las confesiones del futbolista Álvaro Morata o las de artistas como Jénnifer López y Giorgina, conocidísima 'influencer'. En estos casos, los «traumas» de los que se hablan vienen derivados de otros «sinsabores propios de la vida». En el caso de Giorgina, habla de dar a luz un bebé después de conocer la muerte de su gemelo. Llora con amargura esta pérdida en la segunda de tres temporadas de su 'docureality'. Narra su «trauma» por quedarse sin pareja la artista del Bronx: «Me aterroriza estar sola», con trances sexuales muy duros en su infancia. Lo cuenta en su segundo documental para exponerse al público y que lleva por nombre 'This is me... Now' ('Esta soy yo... ahora').
«Hablar de salud mental es una buena noticia, visibilizarla es positivo, quitar el estigma de ir al psicólogo si se necesita también». En esta frase coinciden todos los especialistas sondeados. Pero apuntan al unísono el peligro que lo contrapone: «Trivializa malestares usuales; es demasiado superficial». «En nuestro campo ya se habla de la psiquiatrización o psicopatologización de la vida cotidiana», afina Luengo.
La jefa de la sección de Psiquiatría del hospital Clínico San Carlos de Madrid lo ejemplifica con una experiencia real. «Llegan a consulta, incluso a Urgencias, y dicen: 'me ha dejado mi pareja'. Tengo un problema de salud mental. No, no es un trastorno. Vivir significa sufrimiento, una parte de la vida es el duelo, las dificultades o la escasez económica. Buscan protección por cosas que no son problemas de salud mental».



García Soriano comparte la consecuencia de este sobretratamiento mediático elevado al cubo: «Hay gente que viene a consulta dos sesiones, solo porque la salud mental se ha convertido en una moda. Y porque quieren decir a su círculo más cercano que han ido a terapia. Ahora hay una especie de competición por ver quién está peor. Hablamos de taquicardias, de ansiedad, pero no llevas un día mal y ya lo llamas depresión». Y posterga: «Cuando existe un problema real, eso requiere meses y un abordaje profundo». Estos hechos merecen –abunda Luengo– una reflexión sobre el riesgo de banalizar una problemática como una depresión que es extremadamente grave. «Hay que escoger calidad en los mensajes, porque si no se genera más ruido que orden».
¿Fatigados tras la pandemia, más quebradizos?
Estos días se recuerda que hace un lustro desde la declaración de pandemia mundial por el Covid-19 y también se repite que nos encontramos en un momento de fatiga pospandémica. Los estudios de los que se disponen hasta ahora no solo lo confirman en ciertos segmentos de edad –como los jóvenes 'pandemials' que sufrieron el aislamiento social en un periodo en que la relación y el desarrollo con sus pares es decisivo–, sino que apuntalan que las consultas de los psicólogos (en España) han aumentado un 30% sus pacientes desde el coronavirus ahora, indica Boira.
La presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental matiza: «La pandemia dio un empujón a lo que ya estaba allí. Somos narcisistas, con el ego por encima de todo, en detrimento de valorar cosas más reales y hacer cosas por los demás, que es lo que genera mayor bienestar».
Boira opina de manera similar. «No creo que seamos más quebradizos ahora que antes del Covid; está aflorando mucho el 'yo', en el sentido de que la gente quiso pasar página. Cerrar las cosas pronto cuando no se han estabilizado del todo es difícil. La pandemia se unió a otro elemento, que es el entorno social que gira cada vez más rápido, es precario, estamos en situaciones de estrés... Todo esto está trayendo consecuencias negativas. Hay que incidir en ámbitos preventivos y comunitarios, apoyarse en las redes de apoyo y familiares sobre todo».
Desde luego, concuerdan todos en que el mantra de que «saldríamos mejores» se agotó pronto, y hemos vuelto a la senda «individualista», como «olvidándonos de todo lo que nos pasó», una especie de tábula rasa para sobrevivir a lo que venga, incluida la siguiente pandemia. Cuando se habla (quizás ya demasiado) de salud mental, la psiquiatra Díaz Marsá aporta el pensamiento iniciático: «Empieza por pensar que no tienes que ser perfecto». Tampoco Aitana.
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