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Crónica Semana Santa Sevilla 2022

Madrugada: tres veces se cayó y otras tres se levantó

La noche del Viernes Santo fue multitudinaria como antaño y tranquila pese a parte del público irrespetuoso que se agolpó en algunos puntos

Pese a los cortejos kilométricos, la jornada apenas acabó con 25 minutos de retraso en Carrera Oficial

Así hemos contado la Madrugada de Sevilla 2022

Horarios e itinerarios del Viernes Santo de Sevilla

El Cristo de las Tres Caídas al salir de la capilla de los Marineros Manuel Gómez
Javier Macías

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Nada ni nadie, nunca, podrá con Sevilla. Por más que hayan querido romper su noche más emblemática, por muchos obstáculos que tenga, propios y ajenos, la Madrugada ha resucitado . Lo vivido este año fue un reencuentro con las bullas de antaño, con el silencio respetuoso ante el ruán y con la algarabía ante la capa. Hacía años, décadas, que no se veía tanto público en las calles. El miedo se había instalado en el subconsciente de una ciudad que se cayó hasta por tres veces, en el año 2000, en 2015 y en 2017, por culpa del pésimo ambiente que rodeaba a la noche del Viernes Santo, hasta el punto de que obligó a muchos cofrades de verdad a quedarse en casa para levantarse pronto. Sin embargo, tras los dos años de vacío por la pandemia, los sevillanos la han recuperado, como un aldabonazo hacia la normalidad plena, porque había ganas, porque había esperanza, porque había seguridad y porque, también, la temperatura fue más que agradable.

Ayudó también el ejemplar comportamiento de las seis cofradías del día, que pese al espectacular incremento de sus cortejos, solventaron los puntos negros que no se han resuelto. Hubo retraso, porque es imposible que no los haya, pero no fueron los que se produjeron el Domingo de Ramos, el Miércoles y el Jueves Santo. Para hacerse una idea del tamaño de la cofradía más numerosa, cuando la cruz de guía de la Macarena estaba apostada en el Duque el paso de palio llegaba al Mercado de la Feria, y todo con los nazarenos de tres en tres.

Todo empezó a las doce . A esa hora, salía la Macarena con la cofradía más larga de la historia de la Semana Santa, con el clásico ceremonial. No hubo saetas a los pasos desde el balcón de la casa hermandad, donde estaban el presidente de la Junta, el alcalde y la ministra de Justicia, entre otras autoridades. Eso hizo que la salida de los pasos no se enfriara, como solía ocurrir.

Una hora más tarde, se ponían en la calle el Silencio y el Gran Poder . En ese instante, en Triana ya no se cabía. El Altozano era una auténtica acampada de sillas plegables pese a las inmensas señales que prohibían su uso en ese punto concreto, y sin que ninguna autoridad tomara medidas. Esa acampada, para colmo, se convirtió en una botellona de aficionados a la Semana Santa, que no cofrades, o gente que iba a pasar el rato con un lote de bebidas alcohólicas desde varias horas antes de que pasara por allí la hermandad. Lo mismo ocurrió en Callao y en la zapata de la calle Betis. No se entiende que el Ayuntamiento cerrase a la una todos los bares , salvo unos cuantos del entorno de la Carrera Oficial, y que no se pudiera ni tomar un café en su interior, pero que sí se permitiese el espectáculo bochornoso que causa este tipo de público que agrede al fondo y la forma de la Semana Santa. Afortunadamente, no ocurrió nada. Ese caldo de cultivo que se creaba años atrás y que derivó en peleas y avalanchas no explotó este año.

La salida de la Esperanza

Pero más allá de la vergüenza que supone ese tipo de público que merodea la ciudad en la Madrugada, lo que sucedió en Triana fue una auténtica apoteosis. Lo que se vivió en la calle Pureza fue el éxtasis colectivo ante el regreso del Cristo de las Tres Caídas y la Virgen de la Esperanza a las calles. El misterio, poderoso, salió con 'Esperanza Gitana' para encadenar una serie de marchas que, siempre al compás, provocaron los oles.

Con el palio, desde que sonó 'Esperanza de Triana coronada' y dio en la misma puerta de la capilla una vuelta en redondo , todo fueron lágrimas, como la del almirante que presidía el paso, que no pudo contenerse. El Mora , en la calle Pureza, se partía la camisa: «Miarma, hemos esperado tres años, pero qué pedazo de satisfacción nos estás dando. No se pueden aguantar tus hechuras», le decía a la Esperanza desde su balcón, en la estrechez de la calle, por la que no pararon de lanzarle pétalos hasta llegar al Altozano.

La Esperanza de Triana cruzaba el puente y dejaba expedito el paso al Gran Poder a las cinco en punto de la madrugada , la hora prevista para resolver este nudo gordiano de la jornada, vital para el funcionamiento general del día. Hasta de a cuatro tuvieron que comprimirse los nazarenos trianeros para poder dejar pasar a la cruz de guía de la de San Lorenzo en San Pablo.

Silencio, pasa el Señor

Venía el Gran Poder por el Arenal muy arropado, nada que ver con las imágenes de vacíos que, sobre todo el cortejo del palio, se encontraba en el recorrido de vuelta. En la calle Arfe, donde hace cinco años se produjo la bronca que acabó con avalanchas por todo el Centro, el silencio respetuoso del público fue atronador.

Cruzaba la Puerta del Arenal y se internaba en Castelar. En ese instante, el misterio de la Sentencia cruzaba la Avenida portentoso, a los sones de 'Hispalis', la marcha que la Centuria le tocó precisamente al Gran Poder en la Campana apenas hace unos meses cuando regresaba de la misión en Tres Barrios.

Ese mismo silencio respetuoso se vivió en la zona de la Gavidia y la Concordia al paso de la cofradía de San Antonio Abad, que solventaba su cruce con el Calvario en Alfonso XII sin mayor problema. Pese al recorrido deslucido que se vio obligado a aceptar la hermandad del Silencio por el bien de la jornada, el público este año sí llenó la plaza, por donde hace tres años pasó con demasiados claros.

Nazareno y Gitano

Cuando el Señor de Sevilla venía por el Museo, en la Campana el misterio de las Tres Caídas formaba un auténtico lío . Al despedirse, desde la esquina de Sierpes, la banda se transformó en agrupación musical , tal y como nació hace ahora 40 años, para homenajear a Pascual González y a Juanma Martín , que han fallecido recientemente, interpretando 'Nazareno y Gitano' y 'La Saeta' , en un momento histórico que provocó la algarabía. Los sones de las Tres Caídas llegaron hasta la esquina de Orfila, donde estaba el Señor de la Salud de los Gitanos. La emoción que aquel gesto causó en la delantera de este paso fue indescriptible.

En esta jornada de hermandad, en la que todas las cofradías se apoyaron para que todo transcurriese con normalidad, la Macarena se levantó en el palquillo de la Campana por la Esperanza de Triana y, ésta última, lo hizo por la Macarena. Cuando los Gitanos llegaron a la Campana había apenas unos 20 minutos de retraso. Venía el Señor de la Salud con las claritas del alba por la plaza del Duque, con la túnica burdeos, con tres marchas hasta plantarse en la esquina de Ocaso con 'Nazareno y Gitano' de Pascual González, luego 'Perdona a tu pueblo' y, hasta el palquillo, fue en silencio. El silencio más profundo de la noche, el que iba por todas las víctimas de la pandemia y por el padre del capataz , a quien dedicó Juanma Martín la levantá y por el que sonó, seguidamente, 'La voz rota', dedicada al mítico hombre que convirtió la noche en una 'Madrugada gitana', como dijo su hijo. La Virgen de las Angustias, que llevó más público que nunca en el camino de ida, también se despidió de la Campana con 'Nazareno y Gitano', la marcha homenaje a Pascual González.

Con el cielo malva y los vencejos cantando entraba el Calvario , en uno de los momentos más íntimos de la noche, con la sencillez de una cofradía perfecta.

El sol de la Macarena

Por ese Decumano romano que forma el eje desde la Campana hasta Almirante Apodaca, el sol comenzaba a levantarse por el levante cuando la Esperanza Macarena aparecía por la plaza de San Pedro a los sones de 'Valle de Sevilla'. Los primeros rayos de ese sol que renació ayer y que fue la metáfora de la resurrección de la Madrugada y de la Semana Santa se colaron por la malla del palio acariciando el rostro de la Macarena en un juego de luces y sombras.

La Virgen de la Esperanza provoca otro tipo de silencio, distinto al rictus serio que deja el Gran Poder, el Calvario o el Silencio. Aquí la gente calla porque no puede hablar de la emoción, los ojos se clavan en el rostro de la Macarena, se escuchan apenas suspiros, rezos entrecortados y, cuando pasa, el pueblo se abraza unido viéndole la espalda. Ocurrió entre Santa Ángela y San Juan de la Palma , cruzando la estrechez de fachadas encaladas al son de 'Macarena' de Cebrián, y alcanzó el convento, donde se reencontró con las Hermanas de la Cruz tres años después. De allí al Espíritu Santo, y con el sol arriba pasaba por delante del azulejo de la Amargura con los sones de Font de Anta, hasta quedar frente a frente a la Virgen de San Juan de la Palma por la puerta de ojiva. Se marchaba la Esperanza, dejando lágrimas y abrazos. Ya lo dijo el pregonero: «Y Sevilla es el letargo/ que la Esperanza almacena/ entre que se va de largo/ y vuelve la Macarena».

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