La lluvia deja calles desiertas de vía crucis y templos llenos el primer viernes de Cuaresma en Sevilla
La gran afluencia de fieles en iglesias como Santa Genoveva y San Ildefonso destacó en una jornada truncada por el agua
La agenda cofrade del primer fin de semana de Cuaresma en Sevilla

Hay muchas formas de hacer penitencia. En este primer viernes de marzo y de Cuaresma, día de abstinencia, de visitas a los templos y de vía crucis, los oscuros nubarrones que comenzaron a poblar el cielo a medida que avanzaba el día, anunciados de forma certera por los meteorólogos, presagiaban una tarde noche en la que la procesión iría por dentro.
Durante la mañana y el mediodía, con una meteorología mucho más favorable, el reguero de personas entrando en la parroquia de Santa Genoveva se extendía por la avenida de los Teatinos. Nadie quería perderse una de las citas señaladas para los devotos del Cautivo y, en definitiva, para la Sevilla cofradiera.
«Lo que arrastra el Cautivo es increíble». Rocío, que hizo la comunión ante el Señor en este templo hace cincuenta años, antes de marcharse con su familia a vivir al Aljarafe, no podía evitar emocionarse recordando todas sus vivencias junto al Señor de vidrio, como lo conocía de niña: «La catequesis y las clases de religión las dábamos aquí, esto siempre ha sido una gran familia». Una familia a la que no se deja de pertenecer nunca por más que pasen los años: «Vengo mucho menos de lo que me gustaría, pero el vínculo lo mantengo». El Cautivo siempre espera.
Espera y recibe a sus hijos del Tiro de Línea cuando llega su hora. A los pies de la talla de Paz Vélez, en el presbiterio de la iglesia, reposaba este viernes una rosa blanca y una hoja de cuaderno escrita a mano. Rezaba: «Mamá, vete tranquila con tu Cautivo. No tengas miedo, Mercedes te espera en la puerta. Estoy rota de dolor». La conmovedora nota había amanecido pegada en la puerta del templo junto a una estampa del Señor y la Virgen. Carmela murió esta misma semana, y ya descansa junto a su amado Cautivo, que nunca le soltó la mano.
Constelación púrpura en San Ildefonso
Otro punto caliente de la ciudad el primer viernes -y todos los demás- de marzo es San Ildefonso. Las puertas abiertas de par en par durante catorce horas y una larguísima mesa llena de velas dispuesta a lo largo de toda la nave central del templo daban buena muestra del poder devocional de una talla, el Cautivo, que no necesita salir a la calle para ser icono de multitudes. Este año, precisamente, sí que saldrá en procesión extraordinaria el 4 de abril, viernes, con motivo del año jubilar de la Iglesia católica.
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Desde su altar recibió las plegarias de personas de todas las edades: jóvenes, mayores y niños con mochilas del colegio que con entusiasmo encendían un nuevo punto de luz en esa constelación púrpura que es uno de las señales inequívocas de que ya es Cuaresma en el corazón de la ciudad. A partir de cierta hora, todos iban acompañados de paraguas. El protocolo de encendido y apagado de las velas estaba bien definido para evitar sustos como el de San Antonio Abad con San Judas Tadeo. «Le pedimos salud, que es lo principal», confesaban tras hacer su promesa con tres velas cada una dos señoras cogidas del brazo mientras la persistente voz del cuponero apostado en la puerta penetraba en la iglesia.
El agua frustró los vía crucis
Se quedó Sevilla sin vía crucis en las calles a causa de la lluvia, que, cumpliendo los pronósticos, se instaló sobre la capital hispalense por la tarde después de unas horas centrales del día en las que había lucido el sol. Hasta seis salidas había programadas en todos los puntos cardinales de la ciudad, desde la Macarena y la plaza de los Carros hasta Bellavista, y desde San Pablo hasta Padre Pío pasando por el Cerro. Todas ellas tuvieron que suspenderse.
En la basílica de la Macarena, los cientos de hermanos que iban a acompañar al Señor de la Sentencia en su vía crucis por las calles de la reducida collación de San Gil –la hermandad pretendía llegar hasta el convento de San Clemente, pero Palacio no se lo permitió– tuvieron que buscar hueco para poder asistir al mismo resguardados dentro del templo que cada Madrugada del Viernes Santo se vuelve júbilo y fiesta.
Y algo similar ocurrió en la Casa de Pilatos con el tradicional vía crucis de la Pía Unión. Tras una misa en las caballerizas muy nutrida de público y presidida por el arzobispo, José Ángel Saiz Meneses, el rezo de las estaciones con la icónica cruz de las toallas no pudo celebrarse por las galerías del palacio. El agua forzó que su lectura fuese interna y estática en el mismo lugar que la eucaristía. «A veces, la verdadera penitencia es tener que quedarse dentro», señaló el arzobispo. Ni que decir tiene después de una Semana Santa como la del año pasado.
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