cataluña en españa, una historia común
El siglo del despegue demográfico y económico
El XVIII, el mejor desmentido del anticatalanismo

La historia del siglo XVIII en Cataluña es el mejor desmentido a una premeditada política anticatalana por parte de los Borbones a lo largo de la centuria.
La primera negación es respecto a la unanimidad catalana contra Felipe V pues muchos catalanes fueron fieles al rey Borbón, manteniéndose fieles al juramento prestado en las Cortes de Barcelona de 1701-1702 que reconocía a Felipe V señor del Principado. El ejemplo de Cervera asevera lo expuesto.
Como se ha advertido ya desde hace tiempo, en el Real Decreto de Nueva Planta de Gobierno del Principado de Cataluña de 16 de enero de 1716 hay ciertamente elementos de castigo a una rebelión considerada como una traición pero tiene también elementos renovadores y racionalizadores de la estructura política, administrativa y financiera de la Cataluña de los Austrias. El resultado se vio a final de siglo y el balance fue altamente positivo.
Para contrarrestar esto se afirma que ya en 1680 había signos de recuperación pues justamente el siglo XVIII demuestra que el régimen borbónico como mínimo no fue un obstáculo a esta recuperación y posterior expansión.
La prueba más patente del despegue catalán fue el salto demográfico único en su historia, pues Cataluña pasó de 400.000 habitantes en 1717 a más de 800.000 en 1787, es decir, duplicó la población en setenta años. Por su parte Barcelona, casi la triplicó.
En el plano económico el Principado se sitúa a la c abecera industrial de España con la fabricación de los estampados de algodón llamados ‘indianas’ así se desarrolló un importante comercio con América y la primera fuente de ingresos de la monarquía a mitad de siglo fueron los derechos de aduana que superaron al catastro. Con esto quedó patente lo beneficiosa que fue para la economía catalana la libertad de comercio con América decretada el 12 de octubre de 1778.
El catastro, es decir, la imposición directa sobre la riqueza particular, gran sueño del reformismo borbónico, en Cataluña hubo la única aplicación que tuvo lugar en España.
La actitud de los catalanes respecto a las dinastías reinantes cambió radicalmente al llegar Carlos III que, como rey entró en España por Barcelona en 1759 siendo recibido entusiásticamente por los gremios barceloneses que veían en América Hispana el gran mercado. Este gran recibimiento fue inmortalizado en una colección de gravados llamados ‘la máscara real’, obra maestra de los grabadores barceloneses del siglo XVIII.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete