DE LEJOS
¿Qué se le ha perdido a China en la guerra de Israel contra Hamás?
El régimen cada vez más comunista de Pekín se había creído que era el mejor pacificador en virtud de ese siniestro pragmatismo centrado en el comercio y que ignora todo lo demás
¿Por qué Israel dispone sólo de una estrecha ventana de legitimidad en Gaza?
¿Por qué Israel encabeza el fiasco de la impunidad política y la tiranía de las minorías?

Tan solo unas cuantas semanas antes de que Hamás perpetrase la matanza del 7 de octubre, China presumía de estar fomentando una «ola de reconciliación» en Oriente Medio. Tras mediar entre los dos grandes rivales enfrentados por la hegemonía en el mundo islámico –Irán y Arabía Saudí ... –, el régimen cada vez más comunista de Pekín se había creído realmente que era el mejor 'peacemaker' en virtud de ese siniestro pragmatismo centrado en el comercio y que ignora todo lo demás. Es decir, negocio sin prejuicios.
Al igual que en otras partes del mundo, China prometía a los países de Oriente Medio ayuda para encontrar un modelo de desarrollo adaptado «a sus propias condiciones nacionales» y sin preguntas incómodas. Sirva como modelo, la iniciativa de la nueva Ruta de la Seda en la que China ha invertido durante los últimos diez años un billón de dólares para disgregar crecimiento económico y democracia. Toda una orgía global de rotondas –desde Brasil a Kenia, pasando por Laos– que ha terminado por convertir al régimen de Beijing en el mayor y más opaco acreedor internacional.
La guerra de Israel contra Hamás ha desbaratado las ambiciones chinas de solucionar incluso la cuestión palestina. Aunque también ha planteado para Pekín la oportunidad de proseguir el pulso contra Estados Unidos y Occidente apelando una vez más al 'Sur global', ese neologismo tan imposible de ignorar como difícil de tomar en serio. Todo un cajón de sastre con denominador común marxista: desde países económicamente desfavorecidos y víctimas 'for ever' del colonialismo; hasta espacios y pueblos afectados negativamente por la globalización con independencia de su geografía; pasando por un supuesto sujeto político transnacional basado en la experiencia compartida de subyugación.
En ese 'Sur global', que ya se puso de perfil ante la invasión de Ucrania, existe la percepción de que la compleja historia iniciada con la partición de Palestina aprobada por Naciones Unidas en noviembre de 1947 es en realidad una simplona historia de palestinos oprimidos e israelíes colonizadores. A China, y también a Rusia, les sale muy barato explotar esta caricatura argumentado que EE.UU. y sus aliados occidentales no hacen más que revelar su desprecio a las personas de piel morena en Gaza y también su hipocresía en materia de derechos humanos y crímenes de guerra.
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