Cuando los debates políticos se resolvían en España a balazos
A finales del siglo XIX no era infrecuente que ministros, diputados, militares, periodistas, escritores y aristócratas se batieran en este tipo de combates para determinar quién era capaz de recibir menos agujeros
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Incluso antes de que la Segunda República entrara en ebullición y llevara la violencia a las calles, con políticos armados con pistolas en los plenos. Y antes también de que el pistolerismo subiera muchos grados la relación entre empresarios y obreros en ciudades como ... Barcelona. Hubo un tiempo, para algunos más noble, donde los duelos a pistola y sable eran el pan de cada día en las disputas entre aristócratas, políticos y militares. El que ganaba se llevaba la razón sin necesidad de dar más explicaciones ni presentar enmiendas.
A finales del siglo XIX no era infrecuente que ministros, diputados, militares, periodistas, escritores y aristócratas se batieran en este tipo de combates para determinar quién era capaz de recibir menos agujeros y cuchillas en el cuerpo. Si bien los duelos entre las élites eran el pan de cada día, no resultaba habitual que terminaran con un cadáver en el suelo. Cuando eran a pistola, se evitaban daños graves poniendo una carga ligera de pólvora y estableciendo distancias largas, y si era a espada bastaba que brotara sangre para parar. Según el historiador Miguel Martorell, entre 1870 y 1930 solo se registraron media docena de muertes por estos lances y prácticamente ningún duelista pasó por prisión dado que, pese a estar prohibidos y condenados por la Iglesia, eran juzgados por caballeros de honor.
Es más, el código de Justicia Militar preveía la formación de tribunales de oficiales que podían expulsar a un compañero del Ejército si no defendía su honor y, con ello, su autoridad. De ahí que militares y guardias civiles fueran habituales en estas citas. Tras una carga de la Guardia Civil contra una manifestación republicana hacia 1904, el escritor Vicente Blasco Ibáñez dijo en el Congreso de los Diputados que le gustaría vérselas con el «tenientillo» que mandó aquella operación, por lo que un grupo de oficiales de este cuerpo sorteó quién se batiría en duelo con el valenciano para cerrarle la boca.
El autor de 'Los cuatro jinetes del Apocalipsis', obra con un éxito desmedido fuera de España, salvó la vida en un duelo porque la bala que le disparó el agente de la Benemérita dio contra la hebilla de su cinturón. En 1863, fue el varias veces ministro Juan Bautista Topete, gran tirador al sable y a la pistola, el que defendió el honor de la Armada de una serie de críticas del poeta Ramón de Campoamor. Lo vergonzoso es que fue el hombre de letras quien se impuso en el duelo a sable con el hombre de armas. Campoamor acabó hiriendo en la frente a Topete, que con el rostro ensangrentado resultó desarmado. El bravo marino exclamó con rabia:
-¡Condenación! ¿Qué dirán mis compañeros?
El duelo más dramático
Pero, sin duda, el duelo político más famoso en la historia de España fue el que enfrentó el 12 de marzo de 1870 en la Dehesa de Carabanchel a dos infantes. En el contexto de la salida de Isabel II del país y la elección por el Congreso de un nuevo Rey, Enrique de Borbón, hermano del caído Rey consorte Francisco de Asís, criticó al Duque de Montpensier, marido de Luisa Fernanda de Borbón, por postularse como candidato al trono constitucional. Enrique acusó en un artículo de prensa a Montpensier de oportunista, truhán e «hinchado pastelero francés» (equivalente de intrigante).
El francés mandó al Infante español una carta para que se retractara: «Muy Sr. Mío. Adjunto es un papel en el cual aparece su nombre. Espero que se sirva V. decirme si lo ha escrito y si está dispuesto a responder de él». A lo que el destinatario respondió con otra misiva de este tenor: «Muy Sr. Mío: El papel que me ha remitido y le devuelvo adjunto, está escrito por mí y por consiguiente respondo de él». Empatadas las posturas, solo cabía resolver el lance con un duelo.

En ell día elegido para el duelo le tocó disparar primero al Duque de Montpensier, que erró el tiro, aunque también falló Don Enrique. El honor ya estaba a salvo, pero al contrario que en otros duelos que se consideraban así resueltos, los protagonistas habían establecido que seguirían disparando hasta que se hiciera sangre. El segundo proyectil del francés impactó justo en la frente de su adversario, un Infante de España por nacimiento y no por matrimonio como él.
El escándalo traspasó las fronteras españolas e invalidó por completo los ya de por sí escasos apoyos de Orleans para reinar en España. Aunque permaneció un mes en prisión, Montpensier no fue condenado por la muerte de Enrique y pudo comprobar en persona cómo su duende le había abandonado. El oprobio había caído sobre su estirpe y restado cualquier opción de ser elegido Rey por el Congreso español.
En la votación para elegir al Rey se manifestaron a favor de Amadeo 191 diputados, sesenta votaron por la república federal, ocho por el general Espartero, solo dos por Alfonso XII y veinte siete por el Duque de Montpensier.
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