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Críticas de discos de la semana: La Bien Querida, Colin Stetson, Weyes Blood, Neil Young y Enric Montefusco y Caitlin Rose

Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas

Cubierta de 'Paprika', de La Bien Querida ABC

Semana cargada de novedades, con el nuevo trabajo de corte bachatero La Bien Querida, el drone experimental del saxofonista Colin Stetson y el regreso del incombustible Neil Young junto a Crazy Horse. Tiempo también para reencontrarse con Weyes Blood y su pop balsámico, el siempre inclasificable Enric Montefusco y la heroína del country alternativo Caitlin Rose.

Por Fernando Rojo

La Bien Querida - 'Paprika'

La ventaja de Ana Fernández-Villaverde es que puede, a estas alturas de la película, hacer lo que le dé la gana. Mimada por la crítica y hasta por la Reina Letizia, consiguió desde su primer disco en 2009 lo que otros músicos no lograrán en décadas: crear una marca propia. Lo mismo que escribimos aquí hace tres semanas sobre Sr. Chinarro cabe decirlo de La Bien Querida: no hay nadie como ellos en el panorama musical español. Como mucho, burdas copias.

Pop

La Bien Querida - 'Paprika'

Imagen - La Bien Querida - 'Paprika'
  • Discográfica: Sonido Muchacho

Los titulares periodísticos destacarán lo obvio: que La Bien Querida se ha pasado en 'Paprika' a las bachatas. Una verdad a medias, pues los ritmos latinos solo están presentes en cuatro canciones y en ningún momento La Bien Querida deja de ser La Bien Querida. Ese es, insistimos, el gran mérito de la bilbaína, que ya puede acompañar sus aterciopeladas letras con un ritmo de rumba o con una guitarra heavy metal, que ella mantiene su sello personal.

Reconoce que se siente liberada tras salir de Elefant, que le publicó sus seis primeros discos, para financiar de su bolsillo este nuevo proyecto. Esa independización completa se nota en cada recodo del disco. La contención de obras anteriores muta ahora a una expresión de alivio, con más certezas que dudas en el engrasado tándem que forman Ana Fernández-Villaverde y David Rodríguez, cuya mano cincela las canciones más minimalistas como 'La perra del hortelano', 'Átame' o 'Como si nada'. Ahí echamos en falta algo de riesgo, quizás para no espantar a la clientela de siempre.

La incorporación en la producción de Sergio Pérez da buenos resultados en los temas de aires latinos como 'Esto que tengo contigo', pero sobre todo en 'La Cruz de Santiago', una elegante bachata que canta a medias con Santiago C. Motorizado. Funciona bastante mejor que la colaboración con J., el líder de Los Planetas, antaño dueto prodigioso, ahora matrimonio en camas separadas. Jamás fue tan acierto aquello de que rentabilidades pasadas no aseguran rentabilidades futuras.

Por Jesús Lillo

Colin Stetson - 'Chimæra I'

A Colin Stetson lo tienen bastante ocupado las productoras de Hollywood, para las que suele trabajar como compositor de bandas sonoras, la última de las cuales, segunda que edita este año, 'The Menu', coincide en el mercado con esta primera entrega de 'Chimæra', aparente comienzo de una serie de trama helenística y acabado apocalíptico, por lo infernal. Como músico de estudio y alquiler -ya sea al servicio de las estrellas del pop alternativo que buscan un sello de distinción y desvarío o de las plataformas audiovisuales, cuya demanda de bandas sonora va camino de desbordar la oferta que proporciona el gremio, cada vez más poblado de intrusos-, el saxofonista canadiense no deja de dar la nota de la inquietud que lo distingue desde hace años. Es la carrera de Stetson como músico autónomo, sin embargo, la que cuando lo dejan tranquilo muestra su enorme talla como investigador y desarrollador.

Experimental

Colin Stetson - 'Chimæra I'

Imagen - Colin Stetson - 'Chimæra I'
  • Discográfica: Room 40

Con 'Chimæra I', Stetson vuelve a tocar techo y fondo, a la altura del averno en el que conviven las criaturas que dan nombre a las dos piezas de este álbum, Ortro y Cerbero, perros a los que el autor de 'All This I Do For Glory' pone a guardar las esencias de su caos, manipulado en el estudio a través de un proceso de grabación en el que el saxo de convierte en herramienta de taller, casi de forja, donde Hefesto. 'Orthrus' prepara al oyente a través de un laberinto sonoro que la voz de metal de Stetson recorre sin norte, hasta desembocar en 'Cerberus', monumento al 'drone' que a lo largo de veinte minutos sitúa al oyente a las puertas de un infierno en el que nunca pasa nada, casi como en el cielo de los Talking Heads, pero con el aburrimiento transformado en miedo. Como Dante en su 'Divina comedia', pero sin palabras, a través de distorsiones, Stetson se consagra con esta galería familiar de quimeras como un maestro del género del terror. La película, sin imágenes, la dirige él mismo.

Por David Morán

Weyes Blood - 'And In The Darkness, Hearts Aglow'

Oscuridad, inestabilidad, cambio y zozobra. ¿Angustia? Sí, también angustia. Y congoja. Que no se diga. El signo de los tiempos. Ese caminar permanentemente sobre lava sin saber si lo que habrá al otro lado será tierra firme o arenas movedizas. Ya lo advierte Natalie Mering al poco de descorchar con 'It's Not Just Me, It's Everybody' su quinto trabajo como Weyes Blood: «no soy sólo yo, es todo el mundo».

Pop

Weyes Blood - 'And In The Darkness, Hearts Aglow'

Imagen - Weyes Blood - 'And In The Darkness, Hearts Aglow'
  • Discográfica: Sub Pop

Así estamos y así nos canta la californiana en el resplandeciente 'And in the Darkness, Hearts Aglow', segunda entrega de una trilogía que arrancó con el espléndido 'Titanic Rising' y con la que se ha propuesto inyectar un poco de belleza y consuelo a estos tiempos más bien aciagos. O, en sus propias palabras, «tantear alrededor de la oscuridad en busca de un significado para un momento de inestabilidad y cambió irrevocable».

A esto último se dedica con notable determinación una autora y multiinstrumentista que, a fuerza de acercarse a la melancolía oceánica de Nilsson y al ensalmo vocal de Joni Mitchell, se ha acabado por traer al siglo XXI lo mejor del Laurel Canyon de finales de los sesenta y principios de los setenta. Melodías balsámicas, embrujo folk y ecos del soft-rock menos homologable aletean alrededor de unas canciones en las que conviven Burt Bacharach y Carol King; Scott Walker y Kate Bush.

Palabras mayores, sí, pero porque mayores son también hallazgos como 'God Turn Me Into a Flower', salmo pagano por el Lorde se habría dejado cortar una mano; y 'Twin Flame', fantasía sintética con texturas electrónicas cortesía de Daniel Lopatin (Oneohtrix Point Never). En el mano a mano, es cierto, 'And in the Darkness, Hearts Aglow' resulta menos exuberante y redondo que 'Titanic Rising', pero cumple con creces su objetivo: regalar 47 minutos de paz y belleza balsámica. La balada pop como efectivo antídoto contra la oscuridad que nos rodea.

Por Javier Villuendas

Neil Young - 'World Record'

Prioridades cuando una casa se quema: aclarar antes que nada y a gritos de quién fue la culpa de que se hayan caducado los huevos de la nevera, o salvar al gato y correr, rezar a lo bonzo tendría su postal, o mirar embobado en el Twitter el último meme bobaco de Musk, tratar de apagar el fuego incluso, llamar a los bomberos, llamar a más pirómanos… las posibilidades son infinitas. La Cumbre del Clima de Egipto de la pasada semana será recordada por su falta de ambición. Recientemente, ha salido un libro en ed. Arpa llamado 'Otro fin del mundo es posible'. Literatura para gestionar prioridades. No tenemos tiempo que perder en ganar más tiempo, ruge la maquinaria con dientes de sierra.

Rock

Neil Young - 'World Record'

Imagen - Neil Young - 'World Record'
  • Discográfica: Reprise

Para calentar (jeje) la inolvidable COP de Sharm el-Sheij, Sam, de Samuel y no Samantha, pese al juego sucio para la adivinación rauda pues con su pelo largo y el «compañeras» con el que los refería Futuro Vegetal, su organización activista, a él y su partenaire de acción viral, Sam, perdón, carraspea. Y pide disculpas antes de lanzarse tímidamente a comentar lo del aumento de temperaturas. También pega su mano con 'superglue' al marco de la 'Maja vestida' y Alba pinta en la pared del Museo del Prado '+1,5º'. La mayoría de la gente les odia, ellos solo quieren salvarnos de nosotros. El pintor Antonio López, en 'El País', comentó: «Las protestas en los museos por el cambio climático me parecen algo sucio, desagradable y basto».

Neil Young, que retiró su música Spotify para no coincidir en la plataforma con el podcaster Joe Rogan por sus programas sobre las vacunas, las tuvo tiesas antes con Monsanto, una multinacional agrícola de pesticidas y transgénicos. Le compuso un disco entero: 'Monstanto Years'. Ahora saca, en esta onda ecologista, 'World Record', el viernes mismo de la semana pasada en el que se seguía celebrando la COP de inolvidable falta de ambición. A diferencia del amago de destrucción artística de Futuro Vegetal, el de Toronto compone canciones bonitas. No es su disco más memorable, pero se deja escuchar mejor que bien.

Junto a Crazy Horse discográficamente por vez decimoquinta, empieza el disco con 'Love Earth', un medio tiempo de country y mucho slide guitar, teclados suaves mientras canta con su bello quejío característico: «Ama la Tierra, y tu amor vuelve a ti. Ama la Tierra, es algo tan fácil de hacer. Vivíamos del Sol y lo teníamos todo. Vivíamos en un sueño». Destaca también la siguiente 'Overhead', con esos juegos de voces y coros, y un interludio con órgano eclesial que es una destello para que ojalá se marcara un álbum entero así.

Producido por Rick Rubin, con los Caballos Locos sacando sus graves distorsiones características a relucir, da gusto escuchar sobre ellas las variaciones agudas de Young con su emocionante voz, por ejemplo en 'I walk with you (Earth ringtone)'. Otra particularidad, 'Chevrolet', quince minutos de psicodelia ruidosa, coros angelicales y la vocecina de Young flotando. El disco adolece de cierta homogeneidad musical y temática, es conceptual, y se parece casi más a una misa hippie realizada por un maestro artesano conflictivo por las causas a las que con tanta energía, conmovedora incluso, se enfrenta en un disco luminoso lleno de amor por la vida sobre todo la de ayer, anteayer y antemiles de ayeres la que mejor.

Por Israel Viana

Enric Montefusco - 'Viaje al centro de un idiota'

Que Enric Montefusco iba a ser un músico en continua transformación ya se vislumbraba en los primeros años de Standstill, a finales de los 90, cuando era «el más hardcore de los hardcore», decía él mismo a ABC. Disco a disco fue cambiando el ruido por la calma, el grito por la melodía, el inglés por el español, la rabia por la reflexión. Ya entonces, como ahora, resultaba difícil adivinar cuál iba a ser su siguiente paso, sobre todo desde que los últimos trabajos de la desaparecida banda catalana –con él erigido ya como motor principal del proceso creativo– dejaron de ser una mera suma de canciones y empezaron a ser concebidos como incursiones en el teatro o espectáculos «con un coste energético y económico importantes».

Hardcore de autor

Enric Montefusco - 'Viaje al centro de un idiota'

Imagen - Enric Montefusco - 'Viaje al centro de un idiota'
  • Discográfica: Buena Suerte - Satélite K

El último episodio de esta forma de concebir sus creaciones es 'Viaje al centro de un idiota', la extensión musical de una especie de montaje teatral del mismo nombre que Montefusco ha estado paseando, durante un año, y junto al actor y creador escénico Xavi Bobés, por los escenarios del Festival Grec, Temporada Alta, el Mercat de Música Viva de Vic, el Auditorio de Galicia en Santiago o el centro de Conde Duque de Madrid. Estamos ante el disco de Montefusco que más se acerca al concepto de banda sonora y que, de hecho, fue presentado hace una semana con un cortó de 15 minutos que incluía los temas 'Bendito', 'La escalera oscura' y 'Eres grande'.

Se trata de 'banda sonora' sombría, por momentos autocrítica, que intuímos está atravesada por una pandemia y por lo que parece una crisis de identidad, con algunos (pocos) rayos de esperanza, que comienza con versos tan oscuros como los de la 'Intro': «Acurrucado, espero que se me lleve la noche». Y que continúa con otros más asfixiantes como los de 'La escalera oscura': «Tú eres el miedo y la enfermedad perpetuándose, tú eres todos los antidepresivos de las tres generaciones con las que he convivido, tú eres el daño que haré a mi hijo, tú eres mi culpa disfrazada de enfado, tú eres el fracaso disfrazado de éxito».

Trece canciones y casi 50 minutos de música que no son siempre igual de efectivos sin las imágenes y el montaje escénico para los que fueron concebidos. En la música, eso sí, encontramos un equilibrio perfecto entre guitarra acústica, música electrónica, bonitos arreglos de cuerda y versos susurrados al oído por Montefusco, pero es difícil plantearse la crítica de este doble disco por sí solo, sabiendo que fue creado para ser disfrutado más allá del reproductor, con dos partes bien diferenciadas.

La primera, bautizada como 'Infierno', cuenta con ocho temas más instrumentales y áridos en los que el compositor nos deja solo respirar un poco con esa suerte de techno melódico en 'El astro rey' y nos pone a bailar con la cumbia electrónica de 'El sandunguero'. Una segunda más acústica, 'El purgatorio', se acerca más a las canciones de autor que ya exploró en 'Meridiana' (2016), 'Diagonal' (2019) y el epé de 'Coros de medianoche' que grabó, en 2018, con las colaboraciones de Nacho Vegas, Albert Pla, Los Hermanos Cubero, Niño de Elche y María Arnal. Aquí es donde encontramos la parte más bonita del disco, la que nos reconforta y nos arranca, por fin, una sonrisa con 'Como en los cuentos', 'Gira la rueda', 'No te acuerdas' y 'Piel roja'. En esta última, incluso, nos ánima el corazón con versos como «No olvides de que eres grande».

Montefusco nunca nos lo puso fácil en lo que a acomodarnos con su música se refiere. No parece su objetivo… y aquí lo sigue intentando.

Por Fernando Pérez

Caitlin Rose - CAZIMI

Inquieta, carismática, imaginativa… A principios de la pasada década, Caitlin Rose parecía tenerlo todo para asaltar el trono del country rock americano. Pero los focos acabaron deslumbrando a una artista que no estaba muy dispuesta a convertirse en la siguiente Taylor Swift (ese papel se lo quedó enterito Kacey Musgraves). Tras casi una década de barbecho, Rose regresa cuando ya casi nadie la esperaba con un disco que confirma (basta con escuchar las guitarras 'velvetianas' de 'Carried Away' con las que abre fuego) que siempre fue demasiado curiosa para aferrarse sin más a los rígidos cánones de Nashville.

Country alternativo

Caitlin Rose - CAZIMI

Imagen - Caitlin Rose - CAZIMI
  • Discográfica: Pearl Tower Records

Sin embargo, escapar por completo de Music City es una misión casi imposible cuando la tienes incrustada en tu ADN. Por eso no faltan en su tercer trabajo los momentos de mimético clasicismo, como la inspirada 'Getting It Right', donde une fuerzas con Courtney Marie Andrews para invocar el espíritu de Dolly Parton. Pero si este plan de reactivación resulta convincente es por conseguir reafirmar y llevar mucho más lejos la capacidad que Rose siempre tuvo para encontrar nuevos recodos en los más trillados caminos, uniendo las profundas raíces con el alt-country, el indie rock y el pulso pop (ahí brilla 'Modern Dancing', con su chispeante melodía).

Con esa combinación no es extraño que algunos de sus nuevos temas (como Lil' Vesta' y 'Nobody's Seewheart') recuerden ahora más que nunca a Rilo Kiley, aunque de dónde realmente está cerca el alma de 'Cazimi' es de la sensibilidad y la versatilidad de K.D. Lang, una influencia que se hace muy presente por ejemplo en 'Blameless' (un honky tonk impregnado en efluvios lisérgicos) y en la intensa 'Black Obsidian' (que también tiene un aire muy Wilco), pero que en realidad impregna todo un disco que, a riesgo de sacrificar un tanto la inmediatez de sus comienzos, parece planteado como un premeditado ejercicio de contención con el que enterrar cualquier tentación de estridencia.

Un empeño en no cargar las tintas que se aprecia también en unos textos que hurgan en las dudas existenciales y las quiebras sentimentales sin precipitarse hacia el exhibicionismo ni tropezar en el rompe y rasga. Se puede llamar madurez, aunque la palabra siempre dé cosilla. El reencuentro no termina resultando memorable porque algunas canciones bajan ligeramente el listón en el tramo final, pero sí se convierte en una decidida reivindicación, tardía pero justa y necesaria, de una voz que ya no aspira a ser un eco de Patsy Cline o June Carter. Le basta con ser la de Caitlin Rose.

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