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El secreto mejor guardado de Daft Punk

A falta de un mes para que se publique «Random Acess Memories», te explicamos cómo suena el nuevo disco del dúo francés

El secreto mejor guardado de Daft Punk abc

david morán

La cita es a las 12 y, de hecho, la hora es de lo poco que se sabe. ¿Lo demás? Secreto. No sumarísimo, pero casi. Y como no hay secreto que se precie que no venga precedido de su dosis de intriga y misterio, las indicaciones previas ponen sobre alerta: embargo, veto, móviles confinados… Si nos hubiesen dicho que habría un escáner encargado de buscar micrograbadoras implantadas entre el cerebro nos lo habríamos creído pero, gracias a Dios, no es necesario. Lo del veto, sin embargo, va muy en serio. O eso dice e l contrato que cada periodista debe firmar antes de acceder al recinto y que, a grandes rasgos, amenaza con lanzarle encima las siete plagas bíblicas si se va de la lengua antes de tiempo.

En realidad, no es nada nuevo: el secretismo con el que Daft Punk ha venido manejando sus asuntos ha sido una constante desde que el dúo irrumpió en la escena electrónica con “Homework” y empezó a hacer historia casi desde el anonimato. Ocultos tras unas máscaras que con el tiempo han quedado reemplazadas por dos relucientes cascos como de Power Ranger sintético, Guy Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter siempre han hecho del hermetismo una de sus razones de ser. Y así, entre giras con cuentagotas, actuaciones siempre a una distancia prudencial del público –la última vez que pisaron España, allá por el 2006, estaban encerrados en una suerte de gigantesca pirámide luminosa-, discos agónicamente espaciados en el tiempo y contadísimas imágenes de su personalidad secreta –la real, vamos-, de pronto nos encontramos aquí.

O, mejor dicho, AQUÍ, en relucientes y tintineantes mayúsculas, porque estamos nada menos que en al Auditorio del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), donde Sony y el Festival Sónar –cuyos responsables se apresuran a recordar, para zanjar suspicacias, que la banda no está de gira en estos momentos- ha tenido a bien convocar a una treintena de periodistas para presentar en exclusiva el nuevo trabajo de la banda francesa, "Random Acess Memories" . Lo nuevo de Daft Punk, en primicia un mes antes de que el disco se ponga oficialmente en circulación. Esto último es, de hecho, lo que explica el veto, el contrato y ese sobre acolchado en el que va a parar el teléfono móvil nada más entrar en la sala.

"Esto es muy siglo XX: no podemos hacer fotos ni subirlas a Instagram", dice alguien mientras la prensa se va acomodando ante un equipo de música tamaño XL y precio XXL que en cuestión de minutos despejará la nueva incógnita que rodea al dúo parisino. ¿Pasará a la historia como “Homework” y (aunque menos) “Discovery” o se precipitará en el olvido como “Human After All”?

Superfunk

Los franceses están la mar de a gusto viajando en el tiempo y revisitando funk y disco Veamos, pues. Empieza a sonar “Give Life Back To Music” y ahí están los franceses, marcando perfil disco y reclutando a John Robinson Jr, batería del “Off The Wall” de Michael Jackson, para lanzarse de cabeza a un agujero de superfunk sintético conectado directamente a Chic. La bisagra entre “Homework” y “Discovery”, engrasada a base de filtros, vocoders y espejadísimos ritmos disco. La prensa se menea sobre sus asientos, aunque con discreción. Ante todo, compostura. Llega “The Game Of Love”. Más vocoders y más funk con asteroides –y algún que otro esteroide-, aunque con menos revoluciones. El ritmo se ralentiza y entra en escena algún que otro bostezo, momento de flaqueza que, sin embargo, desaparece con “Giorgio by Moroder”, homenaje-colaboración en el que la voz del padre de la música disco –“nadie me dijo qué hacer, no hacía ninguna idea preconcebida sobre qué hacer”, se le oye decir- es el hilo conductor de una sinfonía de sintetizadores de desconcertante final. De momento, queda claro que los franceses están la mar de agusto viajando en el tiempo y revisitando funk, disco y la frontera entre lo orgánico y sintético. Huele a pasado sí, aunque poco a futuro.

Con “Within”, pieza en la que colabora el canadiense Gonzales, llega el desconcierto: baladón con piano y vocoder que parece que alguien haya traspapelado en el disco. Decae el ritmo hasta que llega “Instant Crush”, con voz de Julian Casablancas (The Strokes) en la que probablemente sea la mejor canción que el neoyorquino vaya a cantar este año. Empiezan a encajar todas las piezas y los franceses tiran del hilo de Nile Rodgers para conciliar electrónica y funk, humanos y robots. La algarabía sigue con “Love Yourself To Dance”, nueva genuflexión ante Chic a la que Pharrell Williams se encarga de poner voz y falsete. No llega a la altura de “Get Lucky”, ese single de adelanto que basta con escuchar una vez para que se construya un adosado en el cerebro, pero huele a hit en potencia.

Experimentos

“Touch”, su colaboración con el compositor Paul Williams, parece inaugurar la fase de los experimentos del disco. Se mantiene el funk y el racarrá ligero de la guitarra, pero los vientos le acaban dando un acabado algo indigesto. Épico y algo pomposo, el viaje se vuelve a partir de aquí más accidentado, con “Beyond” llevando aún más allá esa odisea cósmico-sinfónica fruto de su alianza con Williams y “Contact” echando el cierre (y el resto) con un alocado órgano espacial y, según parece, todo lo que tenían a mano en el estudio en ese momento. Antes de llegar al final, sin embargo, aún hay que pasar por la espléndida “Doin’ It Right”, colaboración con Pandar Bear que ensambla a la perfección dos universos como los de Animal Collective y Daft Punk, y “Fragments Of Time”, reencuentro con Todd Edwards que exprime la parte más vibrante y robótica del dúo.

Acaba la escucha y, veto mediante, lo que queda es un disco que es como un mausoleo amarmolado con leyendas como Giorgio Moroder, John Robinson Jr. Omar Hakim y el característico ritmo de la guitarra de Nile Rodgers (Chic) y salpicado de lujosas colaboraciones que los franceses han resuelto con grandes dosis de funk y un ligero desequilibrio. De hecho, si algo destaca en "Random Access Memories" tras una primera (y de momento única) escucha es el abismo que separa las grandes canciones de las que no lo son tanto y lo incomprensible de algunos experimentos en un disco que, según la banda, debía ser su inmersión en el burbujeante y elegante mundo del funk. Y aunque algo de eso sí que hay, parece que la final se han quedado a medias.

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