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Los años en los que Sorolla perdió su luz

Una exposición en el museo del artista en Madrid recorre el final de su vida y la honda repercusión de su muerte

Sorolla junto a su mujer Clotilde en junio de 1922 Museo Sorolla
Mónica Arrizabalaga

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«Ando muy atribulado, para mí, ando cojo y muy, muy cansado y triste». En una de sus últimas cartas de su puño y letra, Joaquín Sorolla (1863-1923) confesaba a su amigo Pedro Gil que le costaba «grandes fatigas» escribirle e incluso que « ... si tuviera alma fuerte ya hubiera puesto punto final, pero Dios no quiere». Hacía cinco meses que un derrame cerebral le había apartado de la pintura y el artista se sentía muerto en vida.

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