Bacon y Freud, instinto animal
La galería Marlborough de Madrid reúne la obra gráfica de estos dos geniales artistas británicos, cuyas obras exploran la condición humana

Son muchas las cosas que unen a Francis Bacon (Dublín, 1909-Madrid, 1992) y Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres, 2011) , dos de los más grandes artistas contemporáneos. Ambos británicos, y con personalidades tan complejas como arrolladoras, los dos optaron por la ... pintura figurativa y fueron miembros insignes de la Escuela de Londres. Se conocieron en 1945. Los presentó el también artista Graham Sutherland. Bacon (trece años mayor) y Freud frecuentaban el Colony Room del Soho. Pronto congeniaron: fueron grandes amigos durante dos décadas , pero al final de sus vidas esa sólida amistad se rompió. El motivo sigue siendo hoy un misterio.

La galería Marlborough de Madrid reúne, desde el próximo día 21 y hasta el 27 de febrero, obra gráfica de ambos artistas en la exposición . Del primero, se ofrece una veintena de aguatintas y litografías fechadas entre 1971 y 1992, año de su muerte en Madrid. Destaca el gran tríptico «Second Version of Triptych 1944 (gran formato), 1989». Una feroz crucifixión inspirada en Cimabue y Picasso. Su precio, en torno a 80.000 euros. También, «Triptych, 1974-77», el último de los trípticos negros que hizo tras el suicidio de George Dyer , uno de sus amantes.
Asimismo, están presentes algunas de sus tauromaquias . Recuerda Belén Herrera, codirectora de la galería Marlborough de Madrid y comisaria de la muestra, que en una ocasión Bacon acompañó al también pintor Juan Genovés (se conocieron en una exposición de éste en Londres, donde compró una de sus obras) a una corrida de toros en Madrid, pero se marchó cuando la sangre comenzó a brotar. Apasionado de Goya y Velázquez , también le interesó Lorca , cuyo «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías» le sirvió de inspiración para un tríptico. El mismo perfeccionismo de sus lienzos lo aplicó en sus grabados, explica Belén Herrera en el catálogo: «Trabajó con los mejores impresores franceses, italianos y españoles. Sus obras gráficas siempre se realizaron bajo su atenta supervisión».
Pasión por Ingres y por el Prado
La carnalidad es una constante en ambos creadores, aunque en el caso de Bacon es mucho más violenta y descarnada. La suya es una pintura de una animalidad brutal . Cita Herrera las fotos que le hizo John Deakin en las que Bacon posa con el cuerpo despedazado de un animal y que evocan una secuencia de «Rocky» en la que Stallone se entrena pegando puñetazos a unas reses descuartizadas. La pasión por Ingres (autor de la espalda más hermosa de la Historia del Arte, con permiso de la velazqueña «Venus del espejo») y por el Museo del Prado son otros puntos de conexión entre Bacon y Freud.
De éste se exhiben en la exposición seis aguafuertes realizados entre 2004 y 2007 (los precios están en torno a 52.000 euros), con sus omnipresentes retratos y desnudos , a los que volvía, obsesivamente, una y otra vez y en los que, según Belén Herrera, se advierte «su característica tensión emocional. El pintor se enfrenta al grabado del mismo modo que si se tratara de un lienzo: coloca las planchas de cobre sobre el caballete en posición vertical para dibujar con el buril directamente, sin perder el dramatismo». Consigue atrapar la intensidad psicológica de sus retratados, bien sea la mismísima Reina Isabel II, el barón Thyssen o las modelos Jerry Hall y Kate Moss, sin ropa y embarazadas.

La cotizadísima pintura de Bacon y Freud es excesiva, carnal, brutal. Los dos tenían una curiosidad insaciable . Belén Herrera añade más conexiones entre ellos: «La ausencia de humor y su exploración e introspección en la soledad del ser humano ». Las obras de Bacon y Freud, que se retrataron mutuamente en varias ocasiones, resultan perturbadoras. Pero también son muchas las cosas que los separan. Bacon usaba fotografías para sus retratos, nunca los pintaba del natural. Cosa que siempre hacía Freud. Son célebres las maratonianas sesiones en las que torturaba a sus retratados. Algunos, como Harold Pinter , acabaron huyendo. En «El arte de la rivalidad» , Sebastian Smee afirma que mientras Bacon pintaba de manera impulsiva, dominado por la furia, la frustración y la desesperación, Freud trabajaba durante semanas en un cuadro con minuciosidad paciente.
En lo personal, los dos tuvieron vidas muy caóticas , aunque estaban muy alejados uno del otro. Ángel y demonio, Francis Bacon fue un dandi irlandés refinado, sibarita, culto y salvaje , a quien su padre echó de casa cuando le sorprendió vestido de mujer. Capaz de pasar de los brazos de un boxeador a una discusión sobre Velázquez o de ir a cenar con un duque horas antes de que un matón le diera una paliza en los bajos fondos londinenses. Homosexual, su lista de amantes fue interminable: Eric Hall, Peter Lacy, George Dyer, el empresario español que, dicen, fue el gran amor de su vida...
Lucian Freud salió con su familia de su Berlín natal huyendo del nazismo. Era nieto del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud . Éste sentaba a sus pacientes en el diván para psicoanalizarlos; su nieto hacía lo propio autorretratándose y retratando a sus modelos como «animales». Lucian se casó dos veces. Con su primera esposa, Kathleen Garman, tuvo dos hijas. Su segunda mujer fue la escritora y rica heredera Caroline Blackwood. Mujeriego, dicen que tuvo más de 500 amantes y con seis de ellas, catorce hijos . En el mercado del arte, Bacon le ganó la partida a Freud. Y fue precisamente con «Tres estudios de Lucian Freud», vendido en 2013 por 127 millones de dólares . El récord de Freud en subasta es de 56,2 millones, conseguido en 2015 con «Benefits Supervisor Resting». Bacon murió en 1992, a los 82 años, en la clínica Ruber de Madrid, adonde había viajado para ver a su gran amor. Freud falleció, a los 88, en 2011 en Londres. Dos genios únicos e irrepetibles.
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