Los restos de Calderón, que se creían perdidos, podrían estar emparedados en una iglesia de Madrid
Pablo Sánchez Garrido y María Ángeles Varela Olea lideran un proyecto de la Universidad San Pablo CEU para localizar el cuerpo del dramaturgo, que supuestamente se esconde tras los muros de Nuestra Señora de los Dolores

Esta historia comienza a medidados del siglo pasado, con un sacerdote moribundo de nombre hoy desconocido y un secreto revelado.
—Los restos de Calderón no han desaparecido.
Se refiere, claro, a Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), cuyos restos mortales tuvieron ... una vida azarosa y trágica, a vueltas por Madrid, y que hasta ahora se creían ceniza, polvo, nada.
Al literato lo enterraron primero en la iglesia de San Salvador, tal y como él había dejado por escrito. En 1842, sin embargo, el mal estado de ese edificio obligó a que sus restos fueran trasladados al cementerio de la Sacramental de San Nicolás, donde permanecieron 29 años, cuando con el Sexenio Democrático decidieron moverlos a San Francisco el Grande. De ahí volvieron a San Nicolás y, después, a la capilla del Hospital de la Congregación de San Pedro de Presbíteros Naturales de Madrid, cercana a Atocha.
Al final, en 1902, fueron a parar a la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, en la calle San Bernardo, y allí tenían que haberse quedado para siempre, pero estalló la Guerra Civil y un grupo de milicianos quemó el templo durante dos días con gasolina. Cuando el párroco recuperó su iglesia, que había sido utilizada durante un tiempo como almacén, no quedaba ni rastro de la arqueta de mármol donde los habían guardado. Ya está. Punto final. Esa es la historia oficial: el gran dramaturgo español, desaparecido para siempre. Aunque hay otra versión...
—Los restos de Calderón no han desaparecido.
El secreto de este sacerdote lo escuchó Vicente Mayor Gimeno allá por los años cuarenta, y luego lo incluyó en su «Historia de la venerable e ilustre Congregación de San Pedro Apóstol». Ahí lo leyó hace poco Pablo Sánchez Garrido , que ahora, junto a María Ángeles Varela Olea , lidera un proyecto de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo CEU para localizar esos restos que se pensaban perdidos para siempre, y que podrían aparecer en julio.
«Este sacerdote le dijo a Gimeno que los restos nunca estuvieron en la arqueta de mármol, sino que los habían puesto en la pared, en un nicho, como medida de protección. La arqueta había quedado como algo alegórico, simbólico. El sacerdote le dijo que cuando se recuperase le diría el sitio exacto donde estaban los huesos. Fue una frase fatídica, porque el hombre murió, y se quedó el secreto allí», explica.
Es una hipótesis plausible, porque la arqueta estaba muy expuesta, y era muy fácil acceder a ella para cualquiera. «Estuve en la asamblea general de la Congregación, que son todo sacerdotes de Madrid, y prácticamente me dijeron que ellos hubieran hecho lo mismo. Nunca habrían dejado los restos como estaban, en esa arqueta, tan expuesta. La opción más lógica era ponerlos en una pared, a resguardo», cuenta Sánchez Garrido.
En su día, al enterarse de esa noticia, Vicente Mayor Gimeno, que precisamente era capellán de Nuestra Señora de los Dolores, realizó varias catas para ver si aparecían los restos, aunque terminó desistiendo, porque para hacer una exploración a fondo tenía que paralizar el culto de su iglesia, y no quería. Por allí también pasó el mítico Padre Pilón , una especie de parapsicólogo, de exorcista, de Íker Jiménez antiguo, que intentó encontrarlo y tampoco pudo. Pero claro, ellos no tenían la tecnología necesaria.
El plan de Sánchez ahora es utilizar el georradar en la iglesia, y esperar que salga «el premio gordo». Para ello cuenta con la colaboración del geofísico Luis Avial , que ya participó en la famosa búsqueda de los restos de Cervantes . «Esto se nos ha parado un poco con el coronavirus. Ya hemos hecho las solicitudes, ya hemos hablado con la Comunidad de Madrid y con el Ayuntamiento, y estamos a la espera de la autorización última. Esperamos que en julio podamos hacer la búsqueda», afirma Sánchez Garrido.
Si estuvieran allí los restos de Calderón, sería relativamente fácil localizarlos con el georradar, ya que el pequeño arcón donde se confinan tiene distintos materiales y eso lo haría más fácilmente detectable. Una vez delimitada su ubicación sería el momento de la prospección arqueológica, indispensable para confirmar el hallazgo.
Este investigador llegó a esta historia gracias a la placa que hoy aún cuelga en la entrada de Nuestra Señora de los Dolores, y que reza: «Calderón de la Barca, Capellán Mayor de la Congregación de S. Pedro Apóstol. Año 1666. Sus restos mortales depositados en esta iglesia desaparecieron en el incendio y saqueo del año 1936». «A mí eso siempre me ha dolido. Y se lo pregunté expresamente al párroco actual, Jesús Arribas , y él fue quien me contó la historia, y me facilitó el libro de Gimeno», recuerda.
De esa conversación nació la convicción de que quería llegar hasta el fondo del asunto, que ahora parece más cercano que nunca. ¿Cuántas probabilidades hay de que esté allí? «Yo no quiero levantar falsas esperanzas, no lo sé. Yo no creo que el sacerdote mintiera en su lecho de muerte. Yo creo que llegaron a estar en la pared los restos. Ahora bien, en la Guerra Civil, ¿pudieron quemarse de algún modo, pudieron ser robados por algún miliciano, pudieron ser retirados y escondidos en otro sitio? No lo sé. Lo que sí sé es que es una obligación pasar el georradar y despejar la incógnita científicamente», remata.
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