tiempo recobrado
En el fondo del infierno
Hay que prescindir del ego, de la vanidad, de la pura apariencia para conectar con ese flujo de la vida que nos arrastra a lo imprevisible
Hopper, el artista de las sombras
No llores, no te indignes, entiende
El filósofo rumano Cioran anota en sus Cuadernos: «Cuando hemos comprendido que nada tiene una realidad intrínseca, que nada existe, ya no necesitamos ser salvados: estamos salvados y somos desgraciados para siempre». La reflexión es clarividente porque la salvación reside en renunciar a toda ... esperanza tras asumir que la condición humana es frágil y perecedera, que nuestro destino está en manos del azar. En la medida que aceptamos que nada tiene una realidad intrínseca, que no poseemos una esencia, como señala Cioran, podemos hallar el consuelo de gozar de la belleza trágica y salvaje del mundo.
No sé bien cómo expresar ese sentimiento que desborda la fuerza expresiva de las palabras, pero lo que quiero decir es que hay que prescindir del ego, de la vanidad, de la pura apariencia para conectar con ese flujo de la vida que nos arrastra a lo imprevisible. Perdemos demasiado tiempo en asuntos irrelevantes. Cuando leo la prensa a diario, me entran ganas de huir a algún rincón perdido de la España vacía sin teléfono ni televisión.
Resulta un error pensar en la existencia como algo estático porque, como apuntaba Heráclito, estamos hechos de tiempo. Nadie se baña dos veces en el mismo río. El tiempo es cambio, evolución perpetua, inestabilidad y caos. No hay orden en el Universo, hay destrucción creativa.
Y nuestra vida es menos que un destello en el curso infinito del tiempo, al igual que nuestro sistema solar es un minúsculo y remoto lugar en un espacio formado por cientos de miles de millones de galaxias. La individualidad es un puro engaño porque todo lo que existe y lo que vemos es un momento del devenir eterno de la apariencia.
No hace falta apelar a lo trascendente para darnos cuenta de nuestra infinita pequeñez y de la inutilidad de nuestros desvelos frente al poder de la nada. Pero ello no evita esa sensación de perplejidad ante la muerte y el infortunio.
Todo conocimiento es fruto del sufrimiento. Nada se aprende si no es a través de la pérdida y la negación. La ciencia es tal vez un espejismo de la razón. Nos hace creernos invulnerables, pero nuestra salvación reside en aceptar la tiranía inexorable de la nada. Los científicos sostienen que estamos hechos del polvo de las estrellas, lo que no hace más que agudizar el absoluto misterio de la vida tan absurda como inexplicable. Nunca podremos comprender la dolorosa individualidad de los seres en un mundo regido por las implacables leyes de la física.
Nada es. Y éstas dos palabras son profundamente contradictorias y antagónicas porque la nada no existe por definición y el ser carece de esencia. Estamos perdidos en esas contradicciones y, sobre todo, en la playa infinita del tiempo. «Nos hallamos en el fondo de un infierno donde cada instante es un milagro», escribió Cioran.
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