Hispanidad

Lima fue la ciudad de los reyes; México, junto a Sevilla, el corazón de esa Roma triunfante que fue lo español. Y lo celebro. La Hispanidad le ha llegado, mal, tarde y tierra, a ese organillero, Rhodes, que se ha inventado para sí mismo un círculo de Bloomsbory... Bueno. La Hispanidad es algo sagrado pero diverso que les da a los reguetoneros para un cordón de oro según el nuevo relato: recemos a Sor Juana Inés de la Cruz. La Hispanidad me llevó a conocer el hielo en un rocín, a que los cuatromiles que sube mi burro vallejiano del Perú no le afecten. Suena la BSO de 'La Misión', el oboe de Gabriel que Dios escribió con las manos de Morricone, y pienso en qué será de Urtasun en estos días. Fui feliz en los cenotes y los altiplanos: ya un idioma nos hizo ricos en todo; también con el Potosí.

Celebré el sábado que fui la continuación de Grecia y Roma; que no me comí un pavo relleno como una disección festiva; no puse la tele. Me desperté, eso sí, con 'Los tigres del Norte', me acosté con Calamaro. Me acuerdo de Cádiz, de Antonio Burgos, de ese 'blancor' de Veracruz. Andamos mi hermana y yo, en todo estos días, pensando qué le debemos a AMLO. Estamos por pedirle una hoja de cálculo al mentado Urtasun, que ahí andará para estos menesteres. Veré a Ricardo Darín haciendo de Miguel Hernández, producirá Banderas, y los latinos seremos lo que hemos de ser. Imperio en las mentes. Por ahí está el camino de grandeza. No nos queda sino lo sublime, y no es poco.