parrillada mixta
México lindo, querido y español
Un capítulo nos queda para terminar de ver 'Accidente', serie que confirma todo lo que niega la gallo Claudia
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Después del veto de Claudia Sheinbaum a Felipe VI había que pasarse por la Casa de México de Madrid, más que nada para ver si en el altar de muertos de este año habían colocado en las escaleras y del revés un retrato de ... Isabel de Castilla, de Hernán Cortes o de Nacho Cano, por lo de La Malinche. Ayer fuimos y la neta es que les quedó bien chingón. Está padrísimo. El altar lo firma Eugenio Caballero, ganador de un Oscar por el diseño de producción de 'El laberinto del fauno' y que ha compuesto una naturaleza muerta de recuerdos anónimos –no hay retratos; nada personal– en la que entre flores de cempasúchil se mezclan viejos discos de Los Rebeldes del Rock o Javier Solís, tebeos de la Familia Burrón, botellas de refresco Titán y, agárrate, un ejemplar de 'Mi libro de tercer grado. Historia y civismo', editado en 1960 y en cuyo capítulo dedicado a las 'Etapas históricas de México' se puede leer lo siguiente: «Etapa virreinal. Durante esta etapa, nuestro país estuvo gobernado por España. La cultura indígena se transformó y enriqueció con la española». El sincretismo religioso que define el altar de la Casa de México es una prueba actualizada y fehaciente de lo que enseñaba aquel manual escolar de los tiempos del PRI.
Desde que Sheinbaum se echó al monte y a la pirámide azteca, nos hemos aproximado con curiosidad malsana e insistencia enfermiza a una cultura mexicana que, por lo visto y oído, no se puede entender sin España, le pese a quien le pese. Un capítulo nos queda para terminar de ver 'Accidente', serie que confirma todo lo que niega la gallo Claudia.
La herencia de Castilla no solo está en la lengua, optimizada por un sobrecogedor catálogo de palabrotas, sino en la religión católica –la devoción a la Virgen está omnipresente en la serie– y la arquitectura novohispana con que la Corona adecentó todo aquello. Y al que le pique que se arrasque.
Da gusto ver y oír 'Accidente': ver la blancura epidérmica de unos protagonistas, de clase alta, cuyo linaje castellano contrasta con los rasgos indígenas de su personal de servicio, y oír ese manantial de tacos que sueltan para comunicarse e insultarse. También dicen cosas bonitas, preciosas, exclusivas de un pueblo que escribió boleros y telenovelas con la misma letra cursiva y primorosa. Ahí no llegan ni llegarán los turcos que ahora ruedan seriales, pese a Lepanto.
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