Voto de castigo al Gobierno de Petro en las elecciones regionales de Colombia
El centro-derecha gana ampliamente en Bogotá, Medellín y Barranquilla, en una llamada de atención a la actual presidencia de izquierdas
En la capital colombiana, Carlos Fernando Galán se hizo con un 49,2% de los votos
Gustavo Petro, de la euforia a la crisis permanente un año después de su triunfo electoral
Las elecciones regionales en Colombia, que el domingo eligieron alcaldes en 1.102 municipios y 32 gobernadores, fueron, en realidad, un voto de castigo para el Gobierno de Gustavo Petro, con un claro giro hacia el centro derecha y la derecha en buena parte ... del país. La voltereta, incluso, se traduce en el regreso de viejas y cuestionadas figuras de la política regional, de clanes que se dan mañas para resurgir, como camaleones políticos, tan pronto aparece una ventana de oportunidad.
En este caso, la puerta se las abrió el propio Gobierno nacional, ante la deficiente gestión a un año y medio de su elección y a poco más de un año en el poder; como también fue posible gracias a las roscas políticas y enchufes regionales que, en medio de la baja gestión del Gobierno de izquierda del Pacto Histórico y poco efectivos y muy cuestionados gobiernos municipales actuales, surgieron de sus cenizas como alianzas alternativas que, sin ser para nada una renovación, traerán un cambio local.
Y es en ese nuevo y desconocido ajedrez donde los colombianos estarán centrados los cuatro años por venir, dos y medio de los cuales un Gobierno nacional de izquierda tendrá que negociar -¿o radicalizarse?- con esas fuerzas regionales a las que tanto ha cuestionado y que no logró derrotar ni con votos ni con hechos de Gobierno.
De por medio están los recursos y contrapartidas presupuestales que el Ejecutivo da a las regiones y son su as de negociación. Pero en contrapeso, la fuerza regional de los electos con sus fichas en Asambleas y en el Congreso, con capacidad de bloquear reformas o negociar recursos y beneficios. Una toma y daca con ingredientes nuevos.
Impacto histórico
El triunfo de Carlos Fernando Galán, nuevo alcalde de Bogotá es representativo de este nuevo escenario político. Llegará el 1 de enero al Palacio Liévano con un respaldo nunca visto en Bogotá, que normalmente se comporta como una capital progresista, variopinta de partidos y movimientos, más inclinada por el voto de opinión o independiente, como en el caso de la saliente alcaldesa Claudia López (electa con 1.108.000 votos en 2019), y de centro izquierda.
Galán ganó con 1.497.596 votos, que es el 49,2% de la votación. En su día, en 2011, Petro fue electo alcalde con 723.157 votos, o 32,22% del total, y su candidato para esa elección, Gustavo Bolívar, quedó de tercero, con apenas 571.000 votos, tras el apoyo que recibió del propio Gobierno.
Es cierto que es un error comparar las peras de la elección de Petro como presidente (2.253.000 votos puestos por Bogotá en 2022) con las manzanas de las elecciones del domingo. Pero es inevitable cruzar datos, al menos, para mostrar que el electorado se comportó de forma bien distinta entre una y otra, con apenas año y medio de diferencia. Si sumamos la votación del ganador y del segundo, Juan Daniel Oviedo (614.233), solo hay poco más de cien mil votos de diferencia, que los suman los que quedaron rezagados. Es decir, Bogotá, la plaza predilecta del petrismo, mandó un mensaje claro y directo.
Regreso a la Alcaldía
Y otro tanto se puede decir de las ciudades principales del país, todas en manos del centro derecha o derecha, con Federico Gutiérrez de regreso como alcalde de Medellín, tras la penosa y cuestionada gestión del saliente Daniel Quintero, que ahora suena para ministro, en esa cosa tan colombiana de caer para arriba.
En Cali, la figura populista de Roberto Ortiz, rey del 'chance' y las apuestas, perdió frente a Alejandro Eder, una figura de la dirigencia industrial de la región y ahora alcalde de la ciudad donde el petrismo barrió en las elecciones presidenciales. Y en Barranquilla, el regreso de Alejandro Char como alcalde, a pesar de los escándalos de revista rosa, cuatro procesos judiciales vigentes y los cuestionamientos sobre elecciones pasadas, señala que el efecto teflón del clan puede más y le permite prolongar su control de la ciudad, en sus manos desde hace 12 años.
El buen político, se sabe, celebra después de elecciones así haya perdido. El Gobierno celebró haber garantizado el proceso electoral en 102.152 mesas dispuestas en todo el país, tener tres de las 32 gobernaciones y no haber cuestionado el triunfo de varios de sus más duros críticos. Los partidos políticos celebraron triunfos solo posibles en las alianzas variopintas, y los ganadores, su triunfo. Pero el problema de gestión y transparencia seguirá siendo un dolor de cabeza para los colombianos, ahora con alcaldes y gobernadores productos de coaliciones donde será difícil saber quién pondrá la cara a la hora de una pobre gestión o la profundización de la corrupción.
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