Doctor Livingstone: su corazón se quedó en África

terra ignota

Explorador y misionero, puso nombre a las cataratas Victoria, pero fracasó en su búsqueda de las fuentes del Nilo

Henry Morton Stanley: Dr. Livingstone, supongo

Un mensaje del doctor Livingstone Efe

El tiempo mide el valor de un hombre. David Livingstone fue acusado de ser un instrumento del colonialismo, de complicidad con los tratantes de esclavos y de un egocentrismo que rayaba con un complejo de superioridad. No fue un viajero y explorador sin tacha, pero ... sus virtudes superan en mucho a sus defectos.

Hombre de profundas convicciones cristianas, fue el primer occidental en llegar a las cataratas Victoria, recorrió territorios jamás explorados en África y luchó contra la esclavitud y la explotación. Ha quedado para la historia su encuentro con Henry Stanley en 1871 en una aldea del lago Tanganika.

Tras haber desaparecido durante seis años, el periódico 'New York Herald' organizó una expedición bajo el mando de Stanley para localizar a Livingstone. Al dar con su paradero tras meses de búsqueda, pronunció su famosa frase: «Doctor Livingstone, supongo». Tres palabras que son dudosamente auténticas, aunque fueron asumidas como verdaderas por la Enciclopedia Británica. Livingstone prosiguió sus exploraciones hasta su muerte, acaecida el 1 de mayo de 1873 en un pequeño poblado de Zambia. Había cumplido 60 años y llevaba más de tres décadas recorriendo el continente. Falleció a causa de la malaria, que derivó en una hemorragia interna. Su cadáver fue conservado en sal durante varios meses hasta que fue transportado a Inglaterra para ser sepultado en Westminster. Su corazón se quedó, sin embargo, en África, donde fue enterrado bajo un árbol por los nativos.

Doctor Livingstone

Había nacido en Blantyre (Escocia) en una fábrica textil donde trabajaba su padre. Segundo de seis hijos, él también tuvo que ayudar al sustento de su familia como operador de un telar en jornadas que alcanzaban las doce horas. Pese a ello, el joven Livingstone logró matricularse en la escuela de medicina de Charing Cross, donde consiguió el título de doctor.

Su padre enseñaba en una escuela dominical y repartía biblias por los domicilios, lo que sin duda determinó la vocación religiosa de David, que era un ávido lector. A los 15 años, abandonó la Iglesia de Escocia al negarse a creer en la predestinación y abogar por una relación directa con Dios. Más tarde, estudió teología y griego, ingresó en la Sociedad Misionera Londinense y se inscribió para predicar el Evangelio por el mundo.

Enfermo y agotado por las penalidades, Livingstone murió en una aldea sin ver realizados muchos de sus sueños

En 1840, aceptó una misión en China, que fue cancelada tras estallar la Guerra del Opio. Ese acontecimiento determinó su destino porque Livingstone fue enviado a Ciudad del Cabo para ayudar a un misionero escocés llamado Robert Moffat. Meses después, se casó con su hija Mary.

Fue Moffat quien le encargó a Livingstone una expedición para explorar el desierto del Kalahari y llegar hasta el río Zambeze, el primero de sus viajes por el continente africano, que agudizó su curiosidad por descubrir las fuentes del Nilo. Nunca renunció a ello, pero no lo logró porque, entre otras causas, se equivocó en su localización. Quería pasar a la posteridad por este hallazgo que le daría la oportunidad, según sus palabras, de acabar con la esclavitud gracias a la implantación del cristianismo.

El «humo que truena»

Livingstone tenía una mentalidad colonial, pero estaba en contra de la esclavitud. Propugnaba el establecimiento de sociedades cristianas en África para liberar a sus habitantes de la barbarie. Y era un estudioso de las costumbres locales, la fauna y la botánica, lo que le facilitaba la conexión con las tribus centroafricanas. Los hombres que le acompañaban en las expediciones le seguían ciegamente, dada su resistencia física, su gran capacidad de sufrimiento y su carácter carismático.

En 1852, comenzó un viaje de cuatro años desde el océano Atlántico hasta el Índico. Arribó a las cataratas Victoria, a las que los nativos llamaban «humo que truena». Livingstone las bautizó con el nombre de su longeva reina. Al terminar su periplo, volvió a Londres para narrar sus hallazgos y buscar financiación para nuevos viajes. Entre 1858 y 1863, exploró la zona comprendida entre el lago Nyassa, una de las mayores reservas de agua dulce de África, y el río Zambeze. El Gobierno británico quería saber si este río era navegable. Livingstone informó que eso era imposible por las cataratas que lo jalonaban.

Tres años más tarde, en 1866, empezó su última expedición con el propósito de hallar las fuentes del Nilo. Tras su partida de Zanzíbar, se perdió su rastro y el mundo no volvió a tener noticias de él hasta que fue encontrado por Stanley. Viajaron juntos unos meses por las orillas del lago Tanganika hasta su separación. Enfermo y agotado por las penalidades, Livingstone murió en una aldea sin ver realizados muchos de sus sueños.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios