La amante secreta de Alfonso XIII, en la doble vida que el Rey de España llevó durante una década
El monarca mantuvo una relación extramatrimonial con una famosa actriz, a la que incluso le puso una casa para que viviera con los hijos que tuvo con ella y en donde los visitaba a escondidas de la Reina
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La relación se hizo pública durante la Segunda República, por boca de la misma amante de Alfonso XIII y con intenciones más bien políticas de una revista republicana que buscaba no solo manchar la imagen del Rey de España, sino de toda la institución ... monárquica derrocada tres meses antes. Se trataba de una famosa actriz de la época, Carmen Ruiz Moragas, que fue entrevistada en la misma casa que le había comprado el monarca a escasos metros del Palacio Real, por la revista 'Crónica'. Fue publicada el 19 de julio de 1931, y en ella el redactor le preguntó por la última vez que había visto a su querido, a lo que ella respondió así:
«No hace mucho. Puede usted creerme que lo que más le entristecía no era haber perdido la corona, sino la idea de no poder volver más a España. Para él, que ha viajado tanto, no hay nada como este sol de nuestra tierra. Quedamos en vernos pronto. Y nos veremos, no sé dónde ni cuándo, pero nos veremos. Al despedirnos, los dos muy afectados, me dijo: 'Comprendo que prefieras quedarte en nuestra patria. Respeto tu sentimiento, y te envidio. Mejor: así no seremos dos los que tengan que recordarla desde lejos. De todas formas, acude enseguida a donde yo le llame para traerme un poco de sol de España».
Alfonso XIII había salido de España hacia el exilio el mismo 14 de abril de 1931 en que se proclamó la Segunda República. Llegó a Cartagena en la madrugada del 15 de abril y de ahí zarpó a Marsella en el buque 'Príncipe Alfonso'. A continuación, sin apenas descanso, se trasladó a París para dirigirse finalmente a Londres y finalmente a Roma, donde viviría los últimos diez años de su vida en el hotel St. Regis, lejos de la pompa del Palacio de Oriente. Los reportajes que habitualmente se escriben sobre aquel periodo suelen apuntar que aquel fue su último viaje por España, que el Rey jamás volvió a pisar su querido país, pero se equivocan.
Alfonso XIII regresó al menos una vez. Lo hizo en secreto y bajo una identidad falsa, con la única compañía de su chófer y con un nombre falso, con el objetivo precisamente de despedirse de su amante, en 1936, cuando esta murió. Fue un viaje relámpago y a toda velocidad que jamás trascendió a la prensa ni al Gobierno. De haber sido así, es probable que el Rey habría sido detenido . Prueba de ello es que, el 26 de noviembre de 1931, ya había sido acusado por las Cortes republicanas. La sentencia decía así:
«Las Cortes Constituyentes declaran culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos del acta acusatoria, al que fue Rey de España, quien, ejercitando los poderes de su magistratura contra la Constitución del Estado, ha cometido la más criminal violación del orden jurídico de su país. En consecuencia, el Tribunal soberano de la Nación declara solemnemente fuera de la Ley a Don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena. Privado de la paz jurídica, cualquier ciudadano español podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional».
El idillio
Según Lucas Montojo, «se jugó la vida». Pero, ¿por qué lo hizo? El autor de 'XIII: La otra familia del Rey' (Renacimiento, 2022) se remonta a la década de 1910 para encontrar las causas de este viaje secreto. En concreto, al estreno de 'La dama de las camelias' en 1916, una obra de teatro protagonizada por Ruiz Moragas. La actriz había dado sus primeros pasos profesionales en la compañía de María Guerrero y había acabado convirtiéndose en la figura principal del Teatro Español. El Monarca acudió a la función sin imaginarse que allí encontraría al que muchos dicen que fue el verdadero amor de su vida.
Alfonso XIII llevaba ya una década casado con la Reina Victoria Eugenia de Battenberg. Al bajarse el telón, el Rey le pidió a su amigo, el marqués de Viana, compañero habitual de fiestas y encubridor de sus otras aventuras, que trajera a la intérprete al antepalco para saludarla y, de paso, cortejarla. Poco después, Ruiz Moragas se convirtió en su amante, iniciando una relación en secreto que se prolongó durante más de una década y de la que nacieron dos hijos bastardos: María Teresa y Leandro. A ninguno de ellos les dio su apellido, pero los cuidó a escondidas, hasta su muerte, casi como si de su hijo Don Juan de Borbón, abuelo de Felipe VI, se tratara.
«El amor de los Reyes ha sido muy discutido. Yo creo que la elección de Victoria Eugenia por parte de Alfonso XIII no fue del todo libre, pues estaba supeditada a unas características, como que fuera de sangre real. Tuvo que elegir a esta futura esposa en un abanico muy reducido de pretendientas, por eso no resulta raro que no surgiera una amor profundo entre ellos que se prolongara en el tiempo. Su relación, además, se vio enfriada por la hemofilia que padecía la Reina, que perjudicó la descendencia del matrimonio. Dos de los hijos varones murieron a causa de esta enfermedad y los Reyes se distanciaron», cuenta Montojo a ABC.
La otra familia
Con el tiempo, la de Carmen Ruiz Moragas se convirtió en la otra familia del Rey de España, una clandestina y desconocida para los españoles durante toda la década de 1920. Tan solo un círculo muy cercano al Monarca tenía constancia de ella, incluida Victoria Eugenia: «Ella tenía gente que le informaba de los movimientos de su esposo y de Carmen Moragas, pero no pudo hacer nada por interrumpirlo. La relación se intensificó cada vez más y ni siquiera se acabó cuando Alfonso XIII se marchó al exilio en abril de 1931. Ella misma reconoció, en una entrevista a la prensa republicana en julio de ese año, que se había visto recientemente con el Rey y que se volverían a ver, aunque no dice dónde», asegura el autor.
La entrevista a la que se refiere Montojo es la que la actriz concedió a la revista 'Crónica', en el mismo palacete que el Rey le puso a la actriz para que viviera con los hijos de ambos. Hasta ese momento, la relación se había mantenido en un discreto secreto, pero el nuevo régimen republicano estaba ahora dispuesto a airear los trapos sucios del monarca tras la mencionada marcha al exilio. Ahora, sin embargo, la actriz hablaba sin tapujos de su romance con el Rey:
«Nuestra relación no era de ayer. Empezamos hace más de diez años. Durante tres o cuatro le jugué muy malas partidas: de pronto, me iba al extranjero meses y meses. Él, que estaba muy ilusionado, me pedía por todos los medios que volviera enseguida. Cuando por fin regresaba a Madrid y hacíamos las paces, era de nuevo para irme a viajar. Al final se cansó de esas chiquilladas y me regaló esta casa, con todo lo que hay dentro, y me dio hijos para que sentara la cabeza. No tengo la menor queja de él. Conmigo ha sido siempre muy cariñoso, simpático y espléndido. Su pena, y la mía, ha sido siempre tener que vivir separados, ocultando nuestro amor, y tener que vernos en secreto».
El último beso
No se sabe con exactitud cuántas veces vio el Rey a su amante en el extranjero, pero sí hay constancia de la mencionada última despedida en 1936. A comienzos de ese año, a Carmen le diagnosticaron un cáncer de útero muy avanzado. Durante su convalecencia, Alfonso XIII fue informado continuamente de su estado. La actriz murió finalmente el 11 de junio y, según se cuenta, el Rey no pudo evitar viajar desde Roma a darle el último adiós. Montojo relata en su libro que, cuando le preguntó a Leandro de Borbón por aquel encuentro póstumo, este le respondió muy serio: «Querido, aquella situación ocurrió».
A continuación, desveló los detalles: «Durante su enfermedad, mi madre fue atendida por las personas de servicio que había en la casa y, muy especialmente, por una gran amiga suya llamada Concha Torres Iglesias que no se separó de ella hasta el final. Concha informaba regularmente a mi padre de su evolución a través del duque de San Pedro de Galatino por vía telefónica. Un día Concha recibió una petición de mi madre, que sabía que su tiempo se acababa: 'Ponme, después... una ramita de canela en la boca para que, cuando él venga, tenga de mí un buen aroma', dijo susurrando. Cuando exhaló su último aliento, Concha informó inmediatamente al duque, quien le pidió que se retrasara el entierro un día 'para que Su Majestad el Rey pueda despedirse'. Concha preparó con esmero el cuerpo de mi madre para el velatorio, que se instaló en el salón principal de casa, a donde llegó mi padre de incógnito y de madrugada para darle un último beso en los labios, tal y como había pronosticado mi madre. Después, su conductor tomó nuevamente la carretera rumbo a Irún. La fugaz visita no trascendió».
El historiador Lucas Montojo asegura a este diario que hay varias pruebas de que aquello ocurrió así. Sobre todo, testimonios de personas que estuvieron presentes en el velatorio. El propio Leandro de Borbón, muerto en 2016, recibió una declaración jurada ante notario de Irene Torres Noriega, sobrina de Concha Torres, en la que confirmaba punto por punto lo relatado. «Según Irene, el duque de Galatinos llamó a su tía para pedirle de parte del Rey que el entierro no se celebrase 24 horas después, como era habitual, sino 48 para que al Rey le diera tiempo a llegar. Y así se hizo», añade el historiador.
«No puedo evitar imaginarme aquella casona desaparecida, que conozco por fotografías amarillentas, con un coche estacionado improvisadamente en la puerta. Su conductor aguardando al volante a que el Rey, de incógnito, se despidiera del cuerpo sin vida del amor de su vida para devolver nuevamente al Monarca, y antes de que el día se hiciera de nuevo, al exilio al que la historia le había condenado», concluye.
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