El medio siglo de Elle Macpherson

Más vieja que la guerra de Vietnam, que la de Afaganistán, que la de Somalia, Sudán y Siria. Que el conflicto entre Irán e Irak, que la crisis de los misiles y el Yom Kipur. Elle Macpherson ha cumplido 50 años y lo ha festejado con un desfile de artillería pesada. Miren la instantánea que ilustra esta columna . Como diría Napoleón ante las pirámides (sin siliconear): medio siglo os contempla.

El cuerpo de Infantería de España tiene en Doña Elena su representante de 50 tacos. No es por nada, pero en lo que a the body se refiere la primogénita del Rey Juan Carlos nada tiene que envidiar a la modelo australiana. Precisamente, eso the body, el cuerpo, era el apelativo de Macpherson en su dorado apogeo . La pasarela fue para ella era un camino de rosas sin espinas. Como Julio César en Las Galias, vio, llegó y triunfó con esa excusa tan manida: «Me hice modelo para pagarme los estudios»; farfullería solo superada por el «fue todo una casualidad. En realidad, acompañé a una amiga a un casting y me cogieron a mí».

¿Genética privilegiada? Hoy Elle, ella, Eleanor Nancy Gow, presume de body sin caducidad. Pero no se engañen, ese cuerpo no se conserva suculento únicamente por las bendiciones que el Señor le otorgó. En la misma envidiable instantánea, Macpherson deja un comentario muy revelador. «Después de nadar y de un (batido) verde». El cuerpazo sin sacrificio es otro mito de esta profesión ; como la amiga fea a la que se acompaña al casting, el «no me privo de nada, ¡me encanta el chocolate!» y «fui un patito feo: en el colegio, me llamaban jirafa». La belleza es un don fatal, como diría Lord Byron, y no existe sin sacrificio.

Las rodillas. Un pero al body. Fíjense en las piernas: dos guitas colgadas, dirían en Sevilla. Lo digo por rabia y consuelo. El tiempo es en efecto un rodillo que iguala. Y son precisamente las rodillas las que denotan su paso.