'Yo soy Perro Sanxe'
Han perdido el contacto con la calle de un modo tan grave que el despertar va a ser duro
Sánchez, Pogacar y las murallas de Lugo (20/07/2023)
Muy temprano entendimos por qué el presidente había dado plantón a Espejo Público y a Canal Sur para ir a desayunar a la 'La Hora de la 1': a estas alturas de campaña viene bien un masajito con manicura, pedicura y drenaje linfático. Y ... les gustó tanto el resultado que el propio Lobato lo ensalzó públicamente en el mitin de por la tarde. Lo que el resto vimos es que no había ni rastro de ese incisivo e inconformista periodismo de otras mañanas. En su lugar, una plácida conversación-mitin gracias a la cual nos enteramos de que cambiar por verde el color arcoíris de unos bancos en Galapagar es un ataque a los derechos humanos.
Reconozco que desconocía que la Carta de los Derechos Humanos incluía el derecho a pintar los bancos de tu pueblo con los colores del arco iris y, lo que es peor, desconocía la obligación consecuente de las corporaciones locales de proteger y defender esa combinación cromática cuando se lo encuentren en el mobiliario urbano, como si fueran las pinturas de las Cuevas de Altamira. Pero nunca es tarde para seguir aprendiendo y descubrir que todas las personas que han dado su vida por la libertad y por la democracia lo hacían, entre otras cosas, para asegurar a las generaciones posteriores su derecho a pintar de colorines los bancos de Galapagar. «Cuando un ayuntamiento retira una bandera LGTBI se está generando un espacio de inseguridad para ese colectivo», dijo el presidente. Sería interesante saber por qué esa lógica no opera en Cataluña y por qué no se siente que se genere un espacio de inseguridad para los catalanes cuando los alcaldes independentistas retiran la bandera de España de los espacios públicos. O cuando la Generalitat prohíbe a los niños ser educados en su lengua materna que, por cierto, eso sí que es un derecho humano. Supongo que se le olvidó esa repregunta. Pero qué sabré yo.
La cosa es que, cuando llegué al Polideportivo de La Alhóndiga, me encontré a decenas de hombres y mujeres del PSOE con una chapita a la altura de sus corazones socialdemócratas en la que se podía leer 'Yo soy Perro/Perra Sanxe'. Y ya no sé si es porque son muchos días de campaña, si es por todas esas horas expuesto a un bombardeo distópico, como Malcom McDowel en 'La Naranja Mecánica' o simplemente porque soy un pedazo de fascista, pero no tengo la sensación de que la mujer que en el cercanías a Getafe daba la merienda a su hijo con los ojos medio cerrados por el cansancio tenga entre sus prioridades escuchar: 'Yo soy Perro/Perra Sanxe'. O si al anciano que llevaba los brazos tapados en pleno julio intentando ocultar un pasado de 'jaco' en los ochenta, y que buscaba en el suelo de Villaverde como una paloma en Jorge Juan, le importa mucho el lema: 'Yo soy Perro/Perra Sanxe'. O si al inmigrante que vendía pulseras, que se ha levantado a las seis de la mañana para meterse una hora y media de tren de ida, lo mismo de vuelta y luego ocho horitas en vaya usted en qué tipo de trabajo, le importa lo más mínimo la genial soflama 'Yo soy Perro/Perra Sanxe' que se le ha ocurrido a algún genio del postmarxismo digital.
La realidad es que el PSOE termina la campaña dando la imagen de ser un grupo de tuiteros que asegura (sic) que «más sabe Perro Sanxe por perro que por Sanxe» y que pide a los presentes (sic) «que saquen mañana al perro a pasear». Como símbolo, entiendo. O que Teresa Ribera felicitara el día internacional del perro «a todos los que se apelliden Sánchez». Y, de verdad, les prometo que lamento el tono, que me gustaría decirles que, más allá de la divergencia ideológica, se escucharon en Getafe propuestas interesantes y con altura intelectual. Pero la realidad es otra y me temo que han perdido el contacto con la realidad y con la calle de un modo tan grave que el despertar -si es que existe- va a ser duro.
Pese a todo, los militantes socialistas acudieron a la llamada y llenaron el polideportivo. Sánchez entró en Getafe al ritmo de una canción de Rigoberta Bandini que dice, literalmente: «Me gustaría ser el perro de un perro. Que fuera él quien me sacara a pasear. Que me comprara pienso caro sin complejos. Y en un cazo me sirviera agua mineral». Y yo no sé si son conscientes de lo que piden y no quiero entrar más en el tema cánido. Tampoco en la exclusiva a Julia Otero -«Me relaja fregar platos»- con la que supongo que intenta competir con Yolanda, a la que le relaja planchar. Y, miren, seré yo el raro, pero les confieso que a mí lo que me relaja un huevo es terminar la campaña e irme a mi casa a escuchar, por fin, el silencio interrumpido por los maullidos de Mía. Reconozco que siempre he sido más de gatos.
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