Una batalla estratégica
Europa se empequeñece en un desierto de titanes tecnológicos
La fragmentación del mercado, los problemas de financiación y la asfixia regulatoria dejan al Viejo Continente sin campeones globales y extienden una dura factura de baja competitividad, dependencia innovadora y fuga de talento
El 'ahora o nunca' de Europa en el estratégico pulso por la IA

O reacciona rápido o estará condenada a ser un mero consumidor de la tecnología desarrollada por terceros. A Europa se le acaba el tiempo para remontar su desventaja respecto a Estados Unidos y China, que le ganan por goleada en el partido por la ... hegemonía mundial. Mientras que sus rivales han creado auténticos colosos empresariales cuyas soluciones se han integrado en nuestro día a día, los 'campeones' del Viejo Continente que podrían competir de tú a tú con ellos se cuentan con los dedos de la mano, un déficit que perjudica a la competitividad y autonomía estratégica de la región, dejándola a merced de las condiciones que impongan actores externos, además de limitar su influencia en la configuración de la economía digital.
Solo hay que echar un vistazo a diferentes parámetros para comprobar la brecha: en el ranking de las 20 compañías con mayor capitalización bursátil a nivel global, formado por 13 puramente tecnológicas, dos farmacéuticas y las restantes de otras actividades, la superioridad de Estados Unidos es apabullante, ya que totaliza 16 corporaciones y domina el top 5 gracias a nombres como Apple, Nvidia, Microsoft, Alphabet y Amazon.

Ranking de empresas
por capitalización bursátil
En billones de dólares
Datos a 16 de octubre
Clave países
EE.UU
A. Saudí
Taiwán
Dinamarca
China
Empresa
Pos.
Valor
3.555,4
Apple
1º
NVIDIA
2º
3.228,1
Microsoft
3º
3.112,5
Alphabet (Google)
4º
2.044,7
Amazon
5º
1.969,9
Saudi Aramco
6º
1.747,1
Meta P. (Facebook)
7º
1.483,1
Berkshire Hathaway
8º
996,8
TSMC
9º
970,4
Eli Lilly
10º
822,3
Broadcom
11º
821,9
Tesla
12º
701,4
Walmart
13º
656,3
JPMorgan Chase
14º
626,0
Visa
15º
543,4
Exxon Mobil
16º
534,6
Novo Nordisk
17º
522,1
UnitedHealth
18º
513,6
Tencent
19º
493,3
Oracle
20º
482,4
Mastercard
21º
468,5
Home Depot
22º
412,7
Procter & Gamble
23º
407,8
Costco
24º
396,3
Johnson & Johnson
25º
395,0
Fuente: Companies Market Cap / ABC

Ranking de empresas
por capitalización bursátil
En billones de dólares. Datos a 16 de octubre
Empresa
Pos.
Valor
3.555,4
Apple
1º
3.228,1
NVIDIA
2º
3.112,5
Microsoft
3º
2.044,7
Alphabet (Google)
4º
1.969,9
Amazon
5º
1.747,1
Saudi Aramco
6º
1.483,1
Meta Platforms (Facebook)
7º
996,8
Berkshire Hathaway
8º
Clave países
970,4
TSMC
9º
EE.UU
822,3
Eli Lilly
10º
A. Saudí
821,9
Broadcom
11º
Taiwán
701,4
Tesla
12º
Dinamarca
656,3
Walmart
13º
China
626,0
JPMorgan Chase
14º
543,4
Visa
15º
534,6
Exxon Mobil
16º
522,1
Novo Nordisk
17º
513,6
UnitedHealth
18º
493,3
Tencent
19º
Oracle
20º
482,4
Mastercard
21º
468,5
Home Depot
22º
412,7
Procter & Gamble
23º
407,8
396,3
Costco
24º
395,0
Johnson & Johnson
25º
Fuente: Companies Market Cap / ABC
Para hacerse una idea de su magnitud, solo la marca de la manzana mordida, que se ha volcado en la revolución de la inteligencia artificial mediante un acuerdo con OpenAI, tiene un valor de mercado de 3,561 billones de dólares, lo que representa más del doble del PIB de España. Asia, por su parte, figura en la clasificación con tres sociedades (Saudi Aramco, TSMC y Tencent), mientras que Europa se conforma con la farmacéutica danesa Novo Nordisk, responsable del popular medicamento Ozempic, cuyas acciones se sitúan en torno a los 525.6100 millones de dólares.
La irrelevancia europea también queda de manifiesto en el informe Kantar BrandZ 2024, que evalúa el valor de las marcas en base al análisis de datos financieros y las opiniones de más de cuatro millones de encuestados: solo 16 de las 100 organizaciones que constituyen la lista tienen sello europeo y, dentro del ámbito tecnológico, hay que descender hasta el vigésimo lugar para encontrar a una, en este caso, la irlandesa Accenture. La estadounidense Apple se coloca a la cabeza por tercer año consecutivo, seguida de sus compatriotas Google, Microsoft y Amazon.
En un contexto en el que la economía se ha orientado hacia sectores intensivos en innovación, en los que la escala es esencial para afrontar las cuantiosas inversiones que demandan tecnologías como la inteligencia artificial o la computación cuántica, la incapacidad del Viejo Continente para alumbrar titanes empresariales le acabará pasando factura, algo sobre lo que ya han advertido en sendos informes el que fuera presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y Enrico Letta, exprimer ministro de Italia y presidente del Instituto Jacques Delors.
Un problema de base que dificulta que el territorio sea una superpotencia tecnológica es la segmentación. Nacho de Pinedo, fundador de la escuela de negocios digital ISDI y de la aceleradora de startups Impact, subraya que «cualquier empresa estadounidense o china cuenta con un atractivo mercado doméstico en el que habitan cientos de millones de habitantes con reducidas barreras internas». En cambio, el europeo, aunque en términos poblacionales no es nada desdeñable, «sigue fragmentado por fronteras políticas, lingüísticas, jurídicas, fiscales, aduaneras y mentales, que en la práctica lo convierten en un complejo conjunto de pequeños mercados locales que impide a las compañías llegar a sus potenciales consumidores de manera eficiente y, gracias a ello, crecer para convertirse en entidades globales».
Esa atomización, continúa Pinedo, no solo genera complicaciones en la comercialización y la escala, sino que también produce ineficiencias en la transferencia tecnológica y en el aprovechamiento del bajo nivel de inversión en I+D. Se origina así un «círculo vicioso que obliga a Europa a depender de proveedores externos en sectores tecnológicos clave, haciéndose vulnerable en las cadenas de suministro».
El consenso de los expertos es que la región se comporta como una unión de 27 mercados en la que falta visión común. La gestión del dinero dedicado a I+D es un botón de muestra. Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano, asegura que apenas el 15-10% de los recursos públicos para investigación y desarrollo se utilizan de modo supranacional, con las consiguientes repercusiones. «Al final, reciben más fondos las empresas de los países más ricos, aunque sean peores. Si hubiera una sola política de innovación pública, los montantes se asignarían a las mejores, es decir, serían neutros respecto a la capacidad fiscal de los Estados miembros», concreta.
Carencias financieras
En su diagnóstico de los elementos que lastran a Europa, Enrique Feás apunta también al plano financiero. «No tenemos menos startups que Estados Unidos, pero cuando alcanzan el estatus de unicornio, ya no encuentran capital en Europa para seguir progresando», comienza por destacar. En el continente, en torno al 75% de la financiación empresarial es bancaria y los criterios de este tipo de entidades, basados en minimizar el riesgo, chocan de lleno con las propias características de las tecnológicas. «Aunque sean europeos, los unicornios inmediatamente se mudan a Reino Unido o Estados Unidos porque son los sitios donde pueden crecer», dice.
En los obstáculos a los que se enfrentan las startups europeas ahonda Josemaria Siota, director del Entrepreneur and Innovation Center (EIC) del IESE: «El primer 'valle de la muerte' es la falta de financiación para pruebas de concepto que sufren los emprendedores 'deeptech', que son quienes acabarán dando lugar a gigantes tecnológicos en el futuro, y el segundo se produce en la fase de crecimiento, cuando se manejan tickets grandes, de 100 millones en adelante», sostiene.
Un reciente estudio para el Consejo Europeo de Innovación del que Siota fue coautor, en el que se escogieron 100 scaleups y 400 instituciones, revela que solo el 29% de los altos ejecutivos creen que están implementando de forma efectiva su estrategia de acceso al mercado, que únicamente el 40% de las compañías de tecnología profunda tienen ejecutivos no directivos en su junta, «lo que demuestra que en muchos casos no están profesionalizadas», y que el 60-70% de las scaleups 'deeptech' europeas afrontan dificultades o fracasan en la búsqueda de un inversor principal de garantías, una figura crucial a la hora de validar el modelo de negocio, seducir a otros inversores o proporcionar los recursos y la experiencia necesarias para el crecimiento y la comercialización. Áreas, todas ellas, en las que el Viejo Continente ha de ponerse las pilas para impulsar su tejido empresarial innovador.
Regulación asfixiante
El enfoque normativo de la región es otro de los factores que juegan en su contra y a los que se puede achacar la ausencia de gigantes tecnológicos equiparables a los norteamericanos. «Somos dados a regular ex ante, cubriendo todos los posibles escenarios, con el riesgo de que cuando se apruebe la ley (pueden pasar 19 meses), la realidad de la tecnología ya no tenga nada que ver por su rápida evolución», afirma Feás, partidario de una regulación orientada a resultados ex post, siguiendo el modelo anglosajón, que marche paralela a la propia industria. «Un ejemplo es la protección de datos. Si eres muy restrictivo con la información de la que se nutre la inteligencia artificial, si una pyme ha de cumplir una serie de directivas en esta materia que le suponen un coste brutal, dado que la competencia es global, quienes se van a desarrollar son países que tienen unas leyes de protección de datos más sensatas (Estados Unidos) o a los que simplemente les da igual (China)», comenta como uno de los efectos nocivos.
Como señala Daniel Martínez, socio responsable de Telecomunicaciones, Tecnología, Entretenimiento y Medios en PwC, la regulación promueve estándares altos, pero ralentiza la innovación, traba a la que se añade «una carga burocrática que provoca que las empresas enfrenten mayores costos operativos». En la carrera por el liderazgo tecnológico, a Europa le penalizan, así mismo, «unas estructuras laborales más rígidas y protectoras junto a tasas impositivas elevadas y altos costos de la Seguridad Social que conllevan una pérdida de competitividad». Por otro lado, Martínez recuerda que el crecimiento económico de Europa en las últimas dos décadas ha sido moderado en comparación con el de otras regiones.
Todas las variables mencionadas, detrás de la escasez de 'campeones' tecnológicos europeos, desembocan, como sintetiza el socio de PwC, en consecuencias económicas, estratégicas y sociales para la región: «Baja competitividad en comparación con Estados Unidos y China; dependencia tecnológica; fuga de talento y capital y desigualdad en el desarrollo económico. «Asimismo –continúa–, esta situación ocasionará que la brecha digital en comparación con geografías como Estados Unidos o China sea cada vez mayor». Las secuelas no se producirán solo en los años venideros, sino que Europa ya ha retrocedido en parámetros clave como el peso específico del sector TIC europeo en el mercado mundial.
«De 2013 a 2023 la proporción de la UE en los ingresos mundiales TIC cayó del 22% al 18%, mientras que la participación de Estados Unidos aumentó del 30% al 38%, y la de China del 10% al 11%», indica Miguel Sánchez Galindo, director general de la patronal tecnológica DigitalES, que identifica la fragmentación del mercado como gran responsable de esta evolución. En segundo lugar, reconoce que el modelo industrial de la UE no refleja el ritmo actual de cambio tecnológico. «El 70% del nuevo valor creado en la economía mundial en la próxima década será digital. Mientras Estados Unidos y China han variado su modelo hacia las TIC con una menor dependencia externa, en Europa la dependencia de terceros países de productos digitales, servicios e infraestructuras tecnológicas es del 80%», lamenta.
El tercer motivo del mal posicionamiento del Viejo Continente, estrechamente vinculado a los anteriores, «es el tamaño de las empresas tecnológicas europeas, que afecta a sus esfuerzos en I+D+i y limita, a su vez, las economías de escala que se han revelado esenciales para aprovechar el denominado 'efecto de red', por el que la demanda de un servicio o producto depende del número de usuarios que lo tienen». Un panorama poco halagüeño que exige medidas de calado.
Frentes de actuación
El director general de DigitalES defiende, como punto de partida, la necesidad de profundizar en el mercado único europeo, pero las asignaturas pendientes van más allá. «Es preciso elevar la ambición para conseguir la unión de mercados de capitales que favorezca el acceso a la financiación (sobre todo para proyectos de innovación disruptiva, startups y scaleups); eliminar obstáculos fiscales a la inversión transfronteriza; incrementar incentivos fiscales a la innovación; seguir con el impulso e inversión en infraestructura de conectividad; flexibilizar el marco de Ayudas de Estado que permita propulsar proyectos tractores (profundizando en el concepto de los PERTE); trabajar por un suministro fiable y seguro de la energía con precios competitivos para la industria; seguir fomentando el talento digital europeo, mejorando universidades tecnológicas, y la colaboración universidad-empresa», sintetiza. Junto con todo ello, reivindica la conveniencia de continuar con los estímulos de inversión que han supuesto los Next Generation, «quizá con períodos de ejecución más acordes con los tiempos necesarios para el desarrollo de grandes inversiones en innovación y tecnología y con incentivos fiscales para dar continuidad a los esfuerzos».
En el puzle de la competitividad tecnológica europea existen más piezas importantes por encajar, como las que menciona Daniel Martínez, de PwC: simplificación de la regulación o favorecimiento de las fusiones «para crear 'players' de mayor tamaño que puedan contar con recursos suficientes para invertir en nuevos desarrollos y tecnología». El desafío se antoja mayúsculo. «No podemos crear artificialmente un Google europeo. Se requiere un ecosistema apropiado, que contemple una regulación favorable y sencilla, disponibilidad de capital riesgo y profesionales dispuestos a asumir riesgo, un mercado en el que operar en un país permita hacerlo en los demás sin restricciones… reuniendo estas condiciones, la innovación surgirá de forma natural», explica Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano. Cuándo ocurrirá es una incógnita, pero lo que está claro es que la transición no será de la noche a la mañana.
Sentido de urgencia
«Tenemos conciencia del problema, una lista de posibles soluciones hecha por una persona con tanta influencia moral como Draghi y una Comisión dispuesta a tomar decisiones valientes, pero la UE no es solo este organismo, sino también el Parlamento y el Consejo. Temo que este último carezca de la cohesión y liderazgo adecuados para los grandes cambios que necesitamos», reflexiona Feás, convencido de que la UE reacciona bien en casos de emergencia, pero como «la pérdida de competitividad no se percibe como un cataclismo que venga pasado mañana, se tiende a pensar que hay más tiempo». Craso error. «Si dejamos pasar tres o cuatro años, la carrera está perdida para siempre», zanja el experto.
Un extremo compartido por Nacho de Pinedo, de ISDI: «Europa solo sabe generar una respuesta común cuando está contra las cuerdas, como ha demostrado con la investigación, fabricación y compra de vacunas durante el Covid, en la búsqueda de alternativas al gas ruso o en la compra de material con destino a Ucrania durante la guerra. Hay, por tanto, que provocar una sensación de urgencia para dejar de ser dependientes en temas como defensa, salud, semiconductores y data/inteligencia artificial».
Hay quien ve asideros a los que aferrarse, como la calidad de la investigación académica realizada en Europa. Josemaria Siota, director del EIC del IESE, aporta un dato: «Se estima que casi el 95% de las patentes existentes están inactivas y que el 5% restante contribuyen a más del 40% del PIB de la región. Si lográsemos activar solo un 5% adicional, el impacto que podríamos ocasionar en la sociedad sería enorme».
La oscura fotografía europea en el terreno de los 'campeones' tecnológicos también arroja zonas luminosas. Siota habla de una tendencia que cobrará fuerza en los próximos años: la colaboración entre actores establecidos en el mercado que quieren innovar y startups ágiles, lo que en inglés se conoce como 'corporate venturing'. Un caso de éxito lo encontramos en Suecia con la iniciativa MobilityX, en la que participan empresas como Polestar, Volvo Cars, Ericsson y Zenseact, entre otras. A nivel global, Siota estima que crecerá el interés por las tecnologías profundas. Un estudio publicado en 2022 en la revista del MIT, del que es coautor, muestra que el 71% de las compañías planean aumentar sus esfuerzos de innovación involucrando a esta clase de startups durante el próximo lustro.
El objetivo está definido: fraguar gigantes tecnológicos con músculo para invertir e innovar. El siguiente paso es poner en marcha los medios para recuperar el pulso perdido.
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