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El CEO de Spagnolo: «No me compran ropa para que no les llamen facha por llevar la bandera»
La firma está en transformación para huir del estereotipo de que son prendas «para rancios o cortijeros»
Reconoce que fabrica en China porque en España «no hay capacidad». Es la cuarta generación dedicada al textil: en 1937 una bomba destruyó al completo el negocio familiar

En Spagnolo están decididos a quitarse el sambenito de que son una firma para «rancios, cortijeros o cayetanos». Sueñan con «cambiar la mentalidad» que hace que muchos jóvenes no compren su ropa «para que no les llamen facha por llevar la bandera» ... .
La compañía está en plena renovación de su imagen para huir del estereotipo en el que, según su CEO, Israel Lamparero, se les encasilla. «Me toca el alma, nuestros clientes no son así. ¿Puede haberlos? Sí, pero es más amplio, el otro día vi a un chico con pendientes y vaqueros apretados con una prenda nuestra», presume.
Spagnolo surgió en 2005, cuando Israel y sus hermanos quisieron idear una alternativa patria a firmas como Ralph Lauren, Hacker o La Martina. Para entonces, su familia había cortado ya mucha tela porque lleva vinculada al textil desde el siglo XIX y, de hecho, incluso tuvieron un negocio que quedó destruido por una bomba en 1937.
La cuarta generación ha sido la que ha decidido crear esta firma para estampar «un sentimiento español» en las prendas. Barajaron entonces el traje de flamenca o la paella, pero optaron por la bandera, que se ha convertido en su seña de identidad.
Solían inscribirla de forma bien visible en los tejidos, aunque en los últimos tiempos la han disimulado. ¿La habéis escondido? «En algunas prendas sí», reconoce. Esta insignia les resta clientela y no solo es una sospecha: la compañía ha realizado un experimento para comprobarlo.
«He ido de paisano por las facultades con imágenes de prendas de mi marca y de otras de la competencia a las que había intercambiado los logos, muchos me decían que le gustaban, pero que no se las pondrían para que no les encasillaran y no les llamaran facha o Abascal», explica.
Por ello, el sueño de Lamparero sería «cambiar la mentalidad» de la población y poner de moda lucir la bandera de España. «Es mucho anterior a Franco, al igual que pasa con ella, a nuestra marca la han intentado politizar», señala. ¿La llegada de Vox a las instituciones impulsó su negocio? «Pablo Iglesias salió diciendo que había que ir a la calle a manifestarse y nos destrozaron las tiendas con huevos y pintadas», lamenta.
«Fabricamos en China como Tommy Hilfiger»
En la actualidad, Spagnolo fabrica en China muchas de sus prendas. La razón que les ha llevado a ello son los precios, la disponibilidad y la variedad. «Si lo hiciéramos en España tendríamos que vender a un precio al que nadie compraría», asegura Lamparero.
En este país asiático producen también otros competidores como son «Tommy Hilfiger o Ralph Lauren». «Allí tienes desde la máxima calidad a menos, puedes encontrar de todo», explica, a la vez que justifica que a su marca se le da más caña por su historia patriota.
A pesar de las dificultades, la familia se ha hecho un hueco en la moda premium masculina. Menos suerte han tenido, por el momento, con el armario femenino. Cerraron la línea de mujer en 2023. «Entre Shein y Temu, está difícil», reconoce.

El grupo se autofinancia: «dormimos tranquilos»
Spagnolo cuenta con unos 60 puntos de venta en España, entre tiendas propias y córners en El Corte Inglés, a los que se suman un centenar de comercios multimarca. Por el momento, el capital está al 100% en manos de la familia.
Lamparero reconoce que si aterrizara algún socio podrían crecer a mayor ritmo, tal y como le ocurre a alguno de sus competidores. Sin embargo, esta familia se autofinancia porque es de la «vieja escuela». Prefieren «ahorrar cuatro duros para montar la siguiente tienda». «Dormimos muy tranquilos por las noches porque no debemos dinero a nadie», valora.
En 2025, la compañía aspira a crecer en el norte de España con nuevos puntos de venta así como a reforzar su presencia en Latinoamérica, donde ha aterrizado de la mano de los almacenes Liverpool.
La figura del franquiciado la trabajan con moderación. «Cada vez menos, es mejor ser tú quien vigila tu propia marca», explica, aunque reconoce que los que mantiene son «como hermanos» porque son embajadores de la firma.
Su estrategia de expansión en el extranjero pasa por reforzar la presencia en los ya citados puntos de venta de Liverpool en México. Anteriormente, lo intentaron en Chile y en Guatemala, pero no el negocio no progresó de la forma esperada. «Vamos a arreglar las cosas en casa, aún nos falta mucho terreno aquí», reconoce el CEO.
Su facturación anual en 2023, según asegura, fue de alrededor de 16 millones. El dato de 2024 prefiere no compartirlo aún y, además, no se puede consultar en el Registro Mercantil porque la firma no presenta, de momento, las cuentas de forma conjunta.
«Por un lado, están las ventas de los puntos multimarca y, por otro, las tiendas. El entramado es un follón y un objetivo de este año es simplificarlo», explica. En cualquier caso, Lamparero subraya que «más que la facturación lo importante es saber que le has pagado a todo el mundo y que te ha quedado algo». «No somos tampoco de repartir beneficios ni leches», matiza.
El 80% de sus ventas proceden de la línea de hombre, mientras que el 20% restante se corresponde con niño. La prenda más vendida es la camisa, aunque la tendencia es que crezca la demanda de camisetas y sudaderas.
La historia familiar: de recoger algodón a la bomba
La historia de la familia Lamparero empezó a tejerse en el siglo XIX. Nicolás Lamparero (bisabuelo del CEO) comenzó a visitar los cortijos para recoger el algodón con un telar manual desmontable con el fin de fabricar tejidos.
En 1933, la familia instala su primera fábrica con telares mecánicos. Cuatro años más tarde, una bomba la demolió. La familia, junto con sus 17 empleados, lograron resguardarse en un hueco de la escalera, «bajo un cuadro de la Virgen de las Angustias». Adquirieron entonces unas instalaciones en las que producir tejidos para ropa laboral y costales de almacenaje del trigo.
El tercer Nicolás de esta saga quedó huérfano de padre a los siete años y se formó como perito e ingeniero industrial textil. Levantó su propio negocio hasta que en 1963 quedó obsoleto a causa de la competencia que le hicieron las fibras artificiales y sintéticas.
Tuvo entonces que cerrar, al igual que Hytasa en Sevilla, Intelhorce en Málaga o Cepansa en Córdoba. Más tarde, desembarcó profesionalmente en el mundo de la confección y en 1986 crea Transformados del Sur y nacen otras firmas como Top Gear, Once Varas, La Yeguada o STS. Ya en 2005, los bisnietos de quien un día recorría los cortijos recogiendo el algodón deciden crear Spagnolo, una firma «comprometida con lo nuestro».
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