El viaje eternamente aplazado hacia los límites de la innovación
Solo el 15% de la inversión de capital riesgo realizada entre 2015 y 2020 se destinó en nuestro país a 'deep tech', muy lejos del 25% de la media europea

Abren paso al futuro, rompiendo los límites de la ciencia y de la tecnología. Se denominan 'deep tech', startups que se mueven en la frontera del conocimiento generando innovaciones radicales, con las que resuelven desafíos globales (como el cambio climático, la curación de enfermedades...) y mejoran el mundo en que vivimos. Su universo es el de la biotecnología, la tecnología espacial, la inteligencia artificial, la robótica y los drones, la microelectrónica y fotónica (para biomedicina), los materiales avanzados (como el grafeno), el blockchain (la base de las criptomonedas) y la informática cuántica.
No son pequeñas empresas al uso porque en su ADN llevan impresos riesgos con los que pocos se atreven. Y eso hace que caminen durante años solas por el desierto. Deben probar el funcionamiento de una tecnología disruptora e inexistente. Y además, demostrar que hay demanda en un mercado inexplorado. Nacen, por tanto, con la incertidumbre de por vida. Son muy intensas en capital; protegen su propiedad intelectual con patentes; requieren de largos periodos de gestación para investigar y desarrollar su producto hasta que se pueda industrializar y comercializar, un salto que muchas no logran dar; así que tardan en obtener rentabilidad. Sin embargo, si llegan a buen puerto, su impacto económico es brutal, y sobre todo en nuestras vidas.
Siendo tan únicas y pioneras, y con tan incierto futuro, se perciben señales de que el contexto mejora para el desarrollo de las 'deep tech' europeas, porque cada vez más gobiernos, empresas y academias ponen el foco en ellas, como destaca un informe realizado por la plataforma de inteligencia global Dealroom para la European Startups ('2021: El año de las deep tech'), respaldada por la Comisión Europea.
La insignia
De hecho, el año pasado se puso en funcionamiento el Consejo Europeo de Innovación (EIC, por sus siglas en inglés), el programa insignia de innovación en nuestro continente. A través de diferentes instrumentos de financiación (Pathfinder, Transition y Accelerator) invierte en 'deep tech' con ideas revolucionarias cubriendo todos sus estados de maduración. Cuenta con un presupuesto de 10.000 millones de euros y es uno de los grandes inversores en 'deep tech' del continente: ya ha destinado más de 3.000 millones a las startup más disruptivas.
Los expertos instan a impulsar una estrategia nacional para alentar esta innovación de riesgo
Un cambio de rumbo que también ven diferentes actores que se mueven en este universo de la innovación. Josemaria Siota, director ejecutivo del Centro de Emprendimiento e Innovación de IESE, apunta que «a nivel mundial, la inversión en estas empresas de tecnología profunda se han cuadruplicado en los últimos cinco años. Y esto va a seguir creciendo. Cada vez más fondos privados se están focalizando en 'deep tech'. También aumenta el volumen de emprendedores. Y hay mayor interés de los gobiernos. En la Estrategia de España Nación Emprendedora existe un bloque dedicado a transferencia tecnológica y la Comisión Europea tiene grandes partidas con el mismo fin. En los próximos años veremos un notable interés en esta dirección y más financiación pública y privada».
Hoy día, según el informe de Dealroom, las 'deep tech' del Viejo Continente alcanzan un valor de 700.000 millones de euros cuando, en 2010, era de 5.800. Un cuarto de las inversiones Venture Capital se destinaron a estas startup pioneras. Pero no todos los países se encuentran al mismo nivel. España no figura entre los más punteros. Solo el 15% de las inversiones de capital riesgo se destinaron a nuestras 'deep tech', frente a naciones como Reino Unido que dedicó un 23%, Alemania 21% o Francia 23% y muy lejos de Noruega 39%, Filandia 37% y Bélgica 32%.
Inversiones
Traducido a euros contantes y sonantes, los fondos de inversión entregaron 700 millones entre 2015 y 2020 a las 'deep tech' españolas, los de Gran Bretaña 12.600, Alemania 5.400 y Francia 5.000, como recoge otro informe del Real Instituto Elcano ('Una Estrategia Nacional de Deep Tech para España'). «Nuestro sistema de deep tech es muy joven respecto al Reino Unido y Francia, pero la pandemia ha dejado claro que es necesario. Por eso empiezan a surgir más startup de este tipo y más fondos de inversión que las apoyan. Debería ser un asunto de estrategia pública», comenta Patricia Pastor, directora general de GoHub Ventures.
Precisamente la investigación del Instituto Elcano recomienda la «adopción y puesta en marcha de una Estrategia Nacional de Deep Tech», algo que han hecho vecinos como Francia, Alemania y Reino Unido. No contamos con un plan específico para impulsar estas startup tan innovadores, porque se aborda de «forma marginal» (cita el informe) en la ley de startup (en tramitación parlamentaria) y en la reforma de la ley de ciencia.
No todas las startup tecnológicas son 'deep tech'. «Para ganarse el título, tiene que abordar un doble riesgo: tecnológico y de mercado. Desarrollar soluciones de base científica o de ingeniería que son disruptivas y que comportan un riesgo tecnológico a una solución inédita. El riesgo de mercado radica en que hay que probar que cuando se desarrolle el producto la demanda de mercado es suficiente para justificar la inversión en ese desarrollo», cuenta Asier Rufino, fundador y director general de Tecnalia Ventures. Esta filial del centro tecnológico Tecnalia convierte sus propios desarrollos disruptivos en 'deep tech' a través de un proceso de Venture Building.
Sirva el ejemplo: «Una empresa de reparto que utiliza una app es una empresa tecnológica. En el fondo su modelo de negocio es transportar paquetes y mercancías y utiliza la tecnología para llegar mejor a sus clientes. Una deep tech diseña y desarrolla un chip biónico para el diagnóstico precoz de enfermedades de la piel», explica Javier Ulecia, socio fundador de Bullnet Capital. Incluso la revolucionaria vacuna del Covid desarrollada con tecnología ARN mensajero de Pfizer-BioNTech no cumple los requisitos 'deep tech' a rajatabla. «Fue un riesgo tecnológico, pero había un mercado cierto y tangible», matiza Rufino.

Valoración acumulada de las empresas
emergentes ‘deep tech’ europeas
En millones de euros
696.000
268.000
188.000
2010
2015
2020
Inversiones en ‘deep tech’
(2015-2020)
En millones de euros
Proporción de las inversiones en ‘deep tech’ en el total
de las inversiones de capital riesgo en el país (%)
R. Unido
Alemania
Francia
Suecia
Suiza
Países Bajos
Finlandia
Bélgica
Irlanda
España
Dinamarca
Noruega
Italia
Austria
Polonia
Estonia
12.600
23
5.400
21
5.000
23
2.500
24
2.500
33
1.200
19
1.200
37
900
32
800
18
700
15
600
25
600
38
500
19
300
29
200
26
100
16
Fuente: Dealroom / ABC

Valoración acumulada de las empresas emergentes
‘deep tech’ europeas
En millones de euros
696.000
268.000
188.000
2010
2015
2020
Inversiones en ‘deep tech’
(2015-2020)
En millones de euros
Proporción de las inversiones en ‘deep tech’
en el total de las inversiones de capital
riesgo en el país (%)
12.600
23
R. Unido
Alemania
Francia
Suecia
Suiza
Países Bajos
Finlandia
Bélgica
Irlanda
España
Dinamarca
Noruega
Italia
Austria
Polonia
Estonia
5.400
21
5.000
23
2.500
24
2.500
33
1.200
19
1.200
37
900
32
800
18
700
15
600
25
600
38
500
19
300
29
200
26
100
16
Fuente: Dealroom / ABC
El germen de muchas de las 'deep tech' aflora en las spin-off de los equipos de científicos de universidades, de centros tecnológicos, de academias avanzadas... En estos estadios incipientes, suelen salir adelante con fondos públicos, ya sea de subvenciones, proyectos de I+D regionales, nacionales o europeos... De ahí hasta llevar un producto al mercado las 'deep tech' recorren un largo desierto. «Pueden tardar entre cinco y diez años. Hay que desarrollar la tecnología, contratar profesionales altamente cualificados, hacer prototipos, probarlos, comprar componentes...», dice Ulecia. Años de investigación que llevan un coste aparejado. «En algunos casos hablamos de decenas de millones de euros», afirma Asier Rufino.
Es especialmente crítico el denominado 'valle de la muerte', cuando una vez logrado y probado el prototipo, hay que producirlo a mayor escala para lanzarlo al mercado, lo que requiere de un proceso de industrialización. Muchas veces la industria no está preparada ante tecnologías tan punteras y se deben realizar fuertes inversiones en cambiar los procesos productivos. Es aquí donde muchas 'deep tech' se quedan, porque no logran la financiación necesaria.
El capital privado (desde parques tecnológicos, incubadoras, fondos de grandes empresas o ventures capital exclusivos de 'deep tech') es una tabla de salvación. Pero el alto riesgo, los elevados gastos y los largos periodos de desarrollo echa hacia atrás a los inversores más valientes. «El retorno de las inversiones puede llegar a los 15 años», dice Josemaria Siota. Y las 'deep tech' no pueden sobrevivir solo con ayudas públicas.
Por eso, muchas terminan en manos de multinacionales. Una forma de devolver y dar rentabilidad al dinero de sus inversores. «Esas multinacionales montan equipos en España basados en los equipos humanos de las deep tech que han adquirido y las dotan de recursos, las hacen crecer y desarrollarse. Sirven como base para centros de excelencia», considera Javier Ulecia.
Soluciones
No obstante, el consenso generalizado es fortalecer la colaboración público-privada. «Tiene que ser más potente y estar más engranada», defiende Asier Rufino. «Si lo público —continúa— se focaliza en promover estas empresas más prometedoras y el capital privado asume más riesgos ante las perspectiva de desarrollar productos más diferenciadores impactaría en el ecosistema deep tech. Y los países que más invierten en I+D son los más prósperos». Este experto aporta una recomendación más: «Muchos investigadores dan el salto solos y les falta el complemento de un perfil que sea capaz de vender un producto innovador, que es la primera vez que se desarrolla; que convenza a los inversores de la solvencia científica... Tienen que emerger en España entidades que trabajen de forma coexionada con equipos de investigadores, emprendedores y capital privado inteligente».
Para Javier Ulecia, ofrecer ventajas fiscales a inversores privados que apuesten por las 'deep tech' también ayudaría. «En Francia y Reino Unido se están promoviendo ventajas fiscales a todos los inversores que destinan su dinero a fondos de capital riesgo enfocados en deep tech. Se les da facilidades por si no hay retorno». Josemaria Siota, del IESE, apuesta también por «mapear y agrupar corporaciones, empresas y fondos privados con interés en las deep tech. Así que se crearía un ecosistema inversor al que estas podrían acceder fácilmente».
Marca España
En este contexto, muchas 'deep tech' siguen peleando. Por ejemplo, la española Marsi-bionics ha desarrollado el primer exoesqueleto infantil del mundo que permite moverse y desplazarse a niños que no pueden caminar. Una tecnología que no existía. Nació en 2013 como spin-off del Centro de Automática y Robótica, del CSIC y la Universidad Politécnica de Madrid. «Hay una necesidad global: 17 millones de niños en el mundo no pueden andar por todo tipo de afectaciones neurológicas», destaca la investigadora Elena García, fundadora de Marsi-bionics.
El prototipo llevó tres años de investigación con financiación pública. Se probó y a partir de ahí «la demanda internacional se desbordó —recuerda García—. Médicos, familias... querían comprar el dispositivo, que era un prototipo de investigación, pero no podía salir del laboratorio. No encontrábamos una empresa que pudiera adoptar esta tecnología nueva en sus procesos. Para eso había que hacer grandes inversiones. El puente entre el resultado de la investigación y el mercado no existe. Hay que ir construyéndolo».



Con financiación pública y crowdfunding fueron avanzando. «El capital riesgo comenzó a llegar con cuentagotas y en cantidades insuficientes. Entonces exigían un nivel de facturación entre dos y diez millones». Hoy tras ocho años de transferencia tecnológica y seis millones de euros de inversión, el exoesqueleto ya está en varios centros españoles, de Italia y de México. Y hay más países interesados. «El panorama ha cambiado mucho. Se anima a los investigadores a fundar spin-off, hay mucha iniciativa pública y privada. Las deep tech son el futuro de la economía de un país», defiende García.
La innovación que aporta la 'deep tech' madrileña KDPOF es un chip para redes ópticas capaz de transmitir un Gigabit por segundo. «Tiene diez veces más capacidad de transmisión de lo que existía», explica Carlos Pardo, CEO y cofundador de KDPOF. El chip está enfocado, sobre todo, al coche autónomo. «Hemos desarrollado un sistema de comunicación robusto que funciona en entornos extremos a -40ºC y 125ºC, que soporta vibraciones, polvo, líquidos... como es el entorno de un coche autónomo, que tiene cámaras, radares, sensores... y necesita mucha información y un modo fiable de transmitirla», explica.
Los coches eléctricos de Mercedes-Benz ya han incorporado esta tecnología, que ha necesitado 40 millones para su desarrollo (desde 2010), aportados por tres fondos de capital riesgo españoles y el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial de España (CDTI). «Hay gente con ideas fenomenales y con iniciativa. Pero vienen empresas extranjeras, nos compran y nos vacían. En España hace falta corporaciones grandes que lleven al éxito a infinidad de proyectos pequeños», cree Pardo.
Realidad aumentada
Varios millones de euros ha invertido, desde 2014, la 'deep tech' Onirix en su plataforma de realidad aumentada, la que se augura será la próxima revolución tecnológica. «Igual que el sistema WordPress permite hacer páginas web, nuestra plataforma permite que cualquier empresa, sin conocimientos, sea capaz de crear sus propias experiencias de realidad aumentada (modelos 3D, videos, elementos interactivos, mapas geolocalizados)», cuenta Pedro Sáez, CEO de Onirix.
Ya hay importantes empresas que la utilizan para campañas de marketing, en el retail, hasta para mostrar el menú de un restaurante... Esta avanzada startup recurrió a ayudas públicas y fondos privados, pero «no fue suficiente y tuvimos que vender servicios para financiar el producto, lo que restó velocidad al proyecto», indica Sáez. «La gente —continúa— es consciente del potencial de las deep tech pero nos cuesta creer que somos capaces de competir con los niveles de inversión y tecnología de países como Reino Unido y Estados Unidos», estima Sáez. Quizás ahora con nuevos vientos favorables seamos capaces de crear y creer en un ecosistema 'deep tech' que revolucione nuestro futuro.
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