¿Acabará la inteligencia artificial patentando sus propios inventos?
Las posibilidades de esta tecnología para alumbrar nuevos ingenios abre un debate sobre la ampliación de los límites del actual sistema de propiedad industrial

La inteligencia artificial, esa combinación de algoritmos que simula la capacidad mental propia del ser humano, ha provocado un auténtico furor desde que la herramienta ChatGPT irrumpiera en la vida de millones de usuarios. El fervor colectivo en torno a esta tecnología, que ya está impactando en multitud de sectores, es una realidad y sus posibilidades a futuro se presuponen asombrosas. No es aventurado afirmar que estamos a las puertas de una revolución socioeconómica que traerá consigo cambios de calado. El ámbito de las patentes es, sin duda, uno de los más afectados porque las reglas por las que se rige están concebidas para personas y no para máquinas, lo que abre el debate de si el actual marco normativo es adecuado para estos nuevos avances.
El profesor Ryan Abbott, de la Universidad de Surrey, en Reino Unido, ha impulsado un proyecto que se basa en la creación de un sistema de inteligencia artificial que invente por sí solo para luego solicitar el registro de patente en las oficinas de diferentes jurisdicciones. Y es justo lo que ha conseguido con Dabus, que funciona a partir de complejas redes neuronales. El sistema fue capaz de generar un contenedor fractal de líquidos y un sistema de señales luminosas fractales que su desarrollador, el doctor Stephen Thaler, pidió proteger con patentes que le reconociesen a él como titular y a Dabus como inventor. Sudáfrica y Australia lo aceptaron, pero Estados Unidos y Reino Unido rechazaron la idea, al igual que la Oficina Europea de Patentes (OEP), apoyándose en que el Convenio de la Patente Europea exige que el inventor sea un humano.
Desde la OEP apuntan que el solicitante presentó apelaciones que fueron desestimadas por el Comité de Apelación Jurídica de la OEP en un procedimiento oral en diciembre de 2021, al confirmar que el inventor debe ser una persona con capacidad jurídica. El 20 de diciembre de 2021, el solicitante presentó la solicitud divisional EP 21216024, que está actualmente sometida a examen.
El problema es que, a día de hoy, hay muchos escollos que salvar. Raúl Bercovitz, socio de Santiago Mediano Abogados, explica que al leer ciertas disposiciones tanto del Convenio de la Patente Europea como de la Ley de Patentes Española se percibe, por el contexto, que se refieren a personas físicas. Para que se dé por bueno designar como inventor a una máquina habría que reinterpretar requisitos de patentabilidad como el de que sea una actividad inventiva. «Significa que no sea obvio para el resto del mundo, pero la obviedad es un concepto humano», ejemplifica el experto, que anticipa inconvenientes también en lo relativo a la suficiencia de la descripción. «Muchas veces nos encontramos con el denominado pensamiento de caja negra, es decir, el sistema es alimentado con un 'input' data y se obtiene un resultado, pero sin saber qué ha ocurrido en el proceso», dice. A su juicio, las oficinas de patentes o los tribunales, cuando tengan que tomar decisiones sobre estas cuestiones, puede que «hagan interpretaciones muy flexibles y den entrada a la posibilidad de que se conceda una patente a un sistema de inteligencia artificial, pero en Europa se ha visto que no están por la labor», insiste en este sentido.
Marina Manzanares, responsable del área de propiedad intelectual y nuevas tecnologías de LegalArmy, subraya que, si bien la normativa en la materia no lo establece de forma expresa, sí hace falta que el inventor sea una persona natural. El Comité de Apelación Jurídica de la OEP, de hecho, fue rotundo al afirmar que es un requisito indispensable. Ante casos semejantes al de Dabus, Manzanares comenta que algunas sentencias han dejado entrever que se puede designar como inventor a una persona natural y en la descripción de la patente indicar que se ha utilizado la inteligencia artificial como herramienta para llegar al invento. «Estamos en un momento –dice– en el que, a priori, las inteligencias artificiales son incapaces de inventar de forma plenamente autónoma, pero es un tema que está sobre la mesa».
Se refiere a la sesión de intercambio de información celebrada en septiembre de 2022 sobre la patentabilidad de las invenciones que utilizan la inteligencia artificial y las creadas por la misma, donde participaron delegaciones de países como Brasil, Japón, Singapur, Reino Unido, Francia o España, entre otros. La Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) se mostró a favor de que prosiga el debate acerca de la titularidad de las invenciones de la IA, pero añadió que mientras la IA siga requiriendo la contribución sustantiva de un ser humano, dicho debate es de naturaleza académica. La delegación expresó su confianza en que esa necesidad de contribución humana facilite la identificación de inventores humanos y el establecimiento de criterios comunes, aunque se mostró convencida de que el debate sobre la titularidad de las invenciones de la IA adquirirá relevancia práctica en el futuro, cuando la IA sea capaz de trabajar de forma autónoma.
Hasta que se alcance la meta de esa carrera de fondo, que implica sistemas con conciencia de sí mismos y capacidad de autopreguntarse, Raul Bartolomé, Managing Director de Insights & Data de Capgemini España, respalda la negativa de las oficinas de patentes de nombrar inventor a una inteligencia artificial. «Son herramientas que en la actualidad y en un futuro próximo sirven para inspirar la generación de inventos y contenido nuevo, pero hasta que un ser humano no está detrás y le da una vuelta de tuerca, no se convierte en invento. Es la base por la cual se viene diciendo que no se puede patentar nombrando como inventor al sistema de inteligencia artificial y tiene que ser así», opina el experto, que entiende que la figura de inventor corresponde al ser humano que ha utilizado dicha herramienta.
Más complicado aún parece que la inteligencia artificial figure como titular, a pesar de que hay voces que esgrimen como argumento a favor que una sociedad mercantil sí puede serlo. Así lo expone Bercovitz: «Imaginemos que una patente funciona mal y genera productos defectuosos que causan daños a los consumidores. Si el titular es una sociedad, siempre hay alguien que responde patrimonialmente e incluso puede que respondan personalmente los administradores de la sociedad, pero si el titular es una máquina, ¿va a tener un patrimonio con el que afrontar eventuales indemnizaciones? ¿Se puede disuadir de que invente cosas defectuosas o ilegales amenazándole con penas privativas de libertad? La responsabilidad por hechos dañosos y daños causados por los inventos patentados frena al legislador a la hora de abrir la puerta».
Cristina Mesa, socia del Departamento de Propiedad Industrial e Intelectual de Garrigues, añade que «aunque ha habido discusiones sobre la posibilidad de considerar a los robots más autónomos -tomadores de decisiones- como 'personas electrónicas', la propuesta es más una reflexión que un intento firme de avanzar en esa línea que, a día de hoy, no parece contar con suficientes apoyos».
Para Marina Manzanares, de LegalArmy, las implicaciones legales de la inteligencia artificial no deben abordarse desde una única perspectiva, como puedan ser las patentes, sino que ha de ir de la mano de la regulación en torno a los derechos de autor, posibles responsabilidades de estos sistemas…
Lejos de la autonomía
Luis Ignacio Vicente, consejero estratégico de Pons IP, consultora especializada en propiedad industrial e intelectual, explica que en la actualidad en una patente el titular sería la empresa y el inventor las personas que han estado trabajando en la solución. «Justo es el carácter inventor lo que se niega a las máquinas y me parece razonable», comenta. La inteligencia artificial, recuerda, se inventó hace más de sesenta años y el 'machine learning' se usa desde hace tres décadas, por lo que sí cree necesario que evolucione la interpretación de la ley respecto a qué invenciones implementadas en algoritmos de inteligencia artificial pueden patentarse, pero no piensa que hagan falta cambios fundamentales para abordar los inventos generados por esta tecnología.
Por su parte, Cristina Mesa, de Garrigues, subraya que «pese a que consideramos que el legislador europeo no contempla reformar el Convenio de manera inminente, no podemos descartar, dada la velocidad a la que esta tecnología evoluciona, una futura revisión del mismo en el que se trate de encontrar un nuevo equilibrio entre los intereses de los titulares de los sistemas de IA generativa y la innovación».
Luis Ignacio Vicente defiende que «todavía estamos lejos de escenarios en los cuales se interprete que una máquina puede adquirir la condición de inventor. Desde un punto de vista ya más filosófico, necesitaríamos un determinado grado de creatividad y emociones que, de momento, las máquinas no tienen», justifica el experto. Nadie discute que se trata de una tecnología que ha crecido a pasos agigantados en los últimos años, pero las fuentes consultadas descartan que a corto plazo los inventos generados por IA, sin intervención humana, sean plausibles.
Para Angel Aledo López, Chief Technology Officer de la Oficina Europea de Patentes, existe consenso en que aún estamos bastante lejos de llegar al concepto de inteligencia artificial general, un nivel de evolución tecnológica que implica que se alcanzan cualidades humanas como la conciencia. «Ahora, la IA, como otros métodos informáticos, puede realizar algunas tareas de forma más eficiente y rápida que un ser humano, pero siempre hay alguien detrás que está planteando el problema, la estrategia de resolución, el entrenamiento… Y, además, desde el punto de vista técnico, si analizamos el funcionamiento del 'machine learning', todo son modelos estadísticos y computacionales que calculan probabilidades, estadística, etc., es decir, no es un proceso creativo», señala.
Preguntado por si la OEP se plantea una reforma del Convenio de la Patente Europea, asegura que el sistema ya está preparado para tratar patentes relacionadas con IA, como demuestra el fuerte crecimiento que han experimentado. «No existe ninguna barrera que impida la innovación, el sistema de patentes es muy robusto», zanja. Y en lo relativo a inventos generados por inteligencia artificial, se muestra claro: «No es un escenario realista».
Ese escepticismo es compartido por Raul Bartolomé, de Capgemini España, que opta por la prudencia en los plazos. «El día que tengamos una IA con conciencia de sí misma hablaremos de otra cosa, pero hoy no la tenemos. En el tercer y cuarto modelo es cuando empieza a tener cierta conciencia de sí misma y es capaz de autopreguntarse, pero estamos todavía en el estado 2».
El progreso de la IA ha sido exponencial, pero más allá de Dabus, cuyo fin es desafiar a las oficinas de patentes con sus inventos supuestamente autónomos, los expertos creen que la normativa actual es válida y todo apunta a que seguirá intacta... hasta que la tecnología fuerce lo contrario.
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