Verónica Forqué: «Vencido, mi padre se hizo mi fan número uno»
La actriz estrena en Madrid «La abeja reina», lección magistral de interpretación

Dice que su padre ha obrado la casualidad cuando ella levante mañana el telón del Bellas Artes, los premios José María Forqué alumbrarán el cielo cinematográfico.
-Quince años ya de ausencia.
-Me siento orgullosa de mi padre, de la persona que fue, alegre, curiosa...; de mi padre devoto, adorable, que nos adoraba a mi hermano y a mí...
-Al principio combatió su vocación de actriz, pero fue obstinada. «Quería -dijo- que él me quisiera por eso».
-Intentaba quitarme la idea de la cabeza. Por ejemplo, venía un amigo suyo y yo salía. «Esta es Verónica». «¡Querrá ser actriz, con esos ojazos!». Y entonces él saltaba «no, no, Verónica actriz no, que lo haría muy mal». El pobre... yo creo que logró el efecto contrario.
-¿Qué pensaba de la profesión?
-¡Pues imagínese! Lo mismo que todos los que nos dedicamos a ella. Seguro que usted tampoco querrá que sus hijas se dediquen al periodismo.
-Cierto.
-Porque conoces lo bueno, pero también lo malo, y te da miedo. Quieres para tus hijos lo mejor, y esos oficios tan inseguros, donde todo se produce un poco por casualidad... Cuando ya a los 18 entré en la escuela de Arte Dramático, se quedó muy desconcertado, y al ver que no había solución se hizo mi fan número uno, y no había personaje, daba igual su edad, que no viera ideal para mí.
-¿Heredó su vena somarda, ya sabe, ese humor «cabroncete»?
-Qué va. Yo soy muy ingenua. Mi humor es de otro tipo.
-Su padre hizo historia de la comedia. Memorable «Atraco a las tres», y con esos actorazos...
-¡Qué reparto! Muchos debutaban en el cine porque mi madre arrastraba a mi padre al teatro, donde los conocía. A Landa, Cassen, López Vázquez...
-Marsillach encarnado en Cajal es parte de nuestra memoria.
-Esa serie es uno de los trabajos más bonitos de mi padre y que con más amor e ilusión hizo. Me dijo «Verónica, quiero que hagas doña Silveria». Tenía 24 años y lo hice por la fe que tenía en mí. Gracias a Jualián Ruiz «Julipi», ese caracterizador tan importante de nuestro cine, hice de ella en los 40, los 50 y en su lecho de muerte.
-Sin embargo, «La noche y el alba», que protagonizó Rabal y que trataba la reconciliación de las dos Españas, fracasó.
-Así es. Cosas que se hacen con mucho amor y muy bien no llegan al gran público, y otras hechas más a lo tonto funcionan muy bien. Nunca sabemos.
-«Nexus 2431», de ciencia-ficción, fue su última película.
-No era muy mayor, pero estaba delicado. Su vida era el cine y si no estaba rodando o preparando un rodaje la sentía inútil, sin sentido. Y se empeñó en esa película, rodada en Polonia, que resultó un desastre de producción... Apenas logró recuperar la inversión. Pero la hizo. Luego pensó: ya está, he hecho todo lo que tenía que hacer, se puso enfermo, y se fue...
-Me hablaba de su madre, Carmen Vázquez-Vigo. Su delicioso «Un monstruo en el armario» es en casa libro infantil de cabecera.
-¡Qué ilusión! Ha escrito mucho y vende mucho. Fue actriz de teatro y con 86 años aún lo es. He tenido mucha suerte con los padres que me han tocado, por su legado de amor, de amor por los libros, la lectura, de curiosidad por el arte. A mi padre le encantaba el Prado e íbamos todos los domingos después de comprar pasteles. Y mire las vueltas del destino: mi hija María estudia Bellas Artes. Estaría muy contento con su nieta. Él amaba la pintura.
-Que, como el teatro, siempre nos quedará.
-Tengo 54 años y muchas películas, y seguro que haré algún papel bonito, pero mi madre me tiene dicho: «Nena, el teatro nunca te abandonará». Ahí me siento actriz, libre, muy feliz y con mucha energía.
-Por último, dígame su secreto para curar laringes estropeadas.
-Es de mi profesora de voz Lidia García: una infusión de tomillo y un spray de esa planta, «Composor 1». Mano de santo.
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