Los (peores) viajes oníricos y psicodélicos del Niño de Elche
el peor viaje de...
El músico empieza este sábado en Gerona la gira de conciertos de su nuevo disco, 'Cante a lo gitano'
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Cuando era pequeño, su vecino Virgilio coleccionaba discos. Además, era el conserje del colegio en el que estudiaban sus hermanos y vendía cassettes. «Empecé a escuchar flamenco y cantautores», recuerda El Niño de Elche. Un día quedó fascinado por un solo de piano de ... Wim Mertens, y cuando se lo comentó a Virgilio, sorpresa: «Me regaló un disco con música de Lutoslawski y Ligeti». Ahí es nada. Más tarde, se pasó al metal, en «una época más existencial» que también le llevó a «versionar en castellano canciones de Rammstein». A menudo «escuchaba RNE3 y Radio Clásica».
Este sábado, El Niño de Elche ha escogido el Auditorio de Gerona para dar el primer concierto de la gira de presentación de 'Cante a lo gitano', su nuevo disco, «desarrollado a partir del repertorio que dejó Manuel Torre». Sus seguidores ya lo saben, pero por si acaso avisa de que hay que ir a los conciertos en vivo: «Soy de los que intentan que el disco y el directo sean muy diferentes».
De esa voracidad de géneros, autores y estilos diferentes acabó saliendo un músico que parece hambriento de mezclarlo todo a cada compás, aunque no es exactamente así. Me corrige: «No es que es que yo lo haya mezclado, sino que yo mismo me he mezclado con todo lo que se me ha puesto al alcance, incluido el flamenco». Asegura que «todos somos una mezcla, y esa es mi manera de relacionarme con el mundo», porque «no sé dónde está la línea que separa la vida del arte, como tampoco podría decir dónde está la línea que separa con precisión el flamenco de la música clásica o el jazz». Por supuesto que hay diferencias, pero «no sé si son una frontera clara o son más bien sutilezas». «Yo las etiquetas me las tomo como un juego», remata.
Entre sus influencias musicales y vitales cita también el Misterio de Elche: «Me ha acompañado siempre en cierta forma, siempre he tenido esta curiosidad por la tradición». De hecho, «hubo unos años en que yo fui un flamenco clásico, ortodoxo, pero me duró muy poco la tontería, la verdad». El tiempo que tardó en llegar a Sevilla y ver a gente que estaba haciendo cosas nuevas con el flamenco. También se apoya en la poesía, que «sigue siendo uno de mis fondos de armario más fuertes, más inspiradores». Le pregunto qué está leyendo últimamente y, aparte de los clásicos Eliot y Rilke, añade a la lista a Ernesto Cardenal y Ricardo Menéndez Salmón. Para completar el cuadro, me cuenta que también lleva en la maleta «libros de religión sobre las manos». Como ejemplos, cita 'Acariciar, ¿prohibido por Dios?', de María Pilar de la Figuera López y 'La muerte y la mano derecha', de Robert Hertz.
Este juego de influencias e inspiraciones es ya un viaje en sí, pero no parece malo. En efecto, asegura que sus peores viajes han sido los psicodélicos y los oníricos. Los primeros son los causados por el consumo de sustancias mezclado con la audición de música, «sobre todo si es metal». De estos asegura tener pocos, con un argumento de peso: «Al dedicarme a esto de la voz y el cantar y no ser un músico de los setenta ni estar sumergido en el romanticismo del artista maldito...».
Los otros, los oníricos, son los que hace mientras duerme. Sueños y pesadillas que últimamente le están empezando a agobiar cada vez más. «Me dicen que a lo mejor es por el estrés». El caso es que «están siendo constantes, relacionados con la muerte, lógicamente». Sin ir más lejos, «hace dos días tuve un viaje muy extraño, con personajes muy extraños, del que no recuerdo muchos detalles, pero sé que era perturbador». «Hubo una época en que me aterrorizaba bastante, pero ahora lo voy controlando más», asegura.
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