'But here we are', la promesa felizmente incumplida del 'Back in Black' de Foo Fighters
El nuevo disco de la banda liderada por Dave Grohl es un emocionante e inspirado homenaje a su compañero fallecido, Taylor Hawkins
Muere el baterista de los Foo Fighters antes de una actuación en Bogotá

El nuevo disco de Foo Fighters bien podría llevar la frase 'We said we wouldn't carry on if someone of us died' ('Dijimos que no continuaríamos si alguien de nosotros moría') como antetítulo entre paréntesis, porque ese 'But here we are' ('Pero aquí estamos') suena a promesa incumplida. Felizmente incumplida, porque lo cierto es que Dave Grohl y los suyos se han salido en su homenaje al baterista Taylor Hawkins, muerto hace poco más de un año en Colombia probablemente por sobredosis -con ese adverbio ha quedado la cosa- y ahora sustituido por el curtidísimo Josh Freese (The Vandals, Nine Inch Nails, Devo, A Perfect Circule, Guns N' Roses, The Offspring…).
Había un lógica expectación desatada ante el tributo para un tipo tan carismático que consiguió ser co-lider fáctico desde la banqueta de la batera, sin el que los Foo Fighters ya parecían inimaginables. Y lo cierto es que la banda ha sabido imprimir la emoción que requería la coyuntura desde las primeras notas de guitarra de 'Rescued', un primer tema de energía desatada pero equilibradísima que entra en el top temazos de su repertorio con una sola escucha.
La épica amable clásica de los Foo entra rápido en juego con 'Under you', una tonada que no deja de emocionar con versos como «Pictures of us sharing songs and cigarettes, this is how I'll always picture you» («Fotos de nosotros compartiendo canciones y cigarrillos, así es como siempre te imaginaré»); pero 'Hearing voices' ya ofrece cositas nuevas a los que les hemos seguido más que menos, con una armonía que remite al mejor rock gótico de los ochenta entre Sisters of Mercy y The Cure.
Entonces llega el tema titular: cinco minutos de exorcismo guitarrero en los que Grohl, que ya ha visto a unos cuantos colegas marcharse antes de tiempo, grita tan fuerte que se les escuchan las vísceras. La honestidad de 'The Glass', donde el cantante y guitarrista se coloca en las antípodas de la masculinidad tóxica otrora típica del rock para celebrar su amor por su viejo colega, que más que eso era su alma gemela, consigue que la a veces insufrible cuota de acústica a medio tiempo se trague con mucho gusto. «I had a vision of you, and just like that I was left to live without it, left to live without it I found a version of love, and just like that I was left to live without it, left to live without it / There is something between us, between me and you, I see right through» («Tenía una visión de ti, y así sin más me quedé sin ella, tuve que vivir sin ella; Encontré una versión del amor, y así sin más me quedé sin ella, tuve que vivir sin ella / Hay algo entre nosotros, entre tú y yo, hay algo entre nosotros, puedo sentirlo»), canta el ex Nirvana.
En 'Nothing at all' las estrofas son tan sombrías que casi suenan a The Black Heart Procession, antes del estallido de un puente-estribillo de cuenta atrás hacia la explosión que pondrá las luces estroboscópicas a convulsionar cuando suene en los conciertos. «Where are you now? Who will show me how?» («¿Dónde estás ahora? ¿Quién me enseñará ahora»), gimotea Grohl en 'Show me how', una de las piezas más originales de su carrera en buena parte gracias al productor Greg Kurstin, que saca un hermoso y envolvente sonido polar a las guitarras.
'Beyond me' seguramente será el único que caiga como tema de relleno entre los fans más exigentes, que por el contrario caerán rendidos antes los diez minutazos de brillantez compositiva, desgarro interpretativo y contundencia eléctrica de 'The Teacher', en los que Grohl chilla desesperado «Wake up! ¡Wake up!» («¡Despierta! ¡Despierta!») y se despide con un desgarrador «Goodbye, goodbye, goodbye» («Adiós, adiós, adiós») tras lanzar las palabras más bellas del disco: «Old white candles on a dusty porche, one flame down, another born / You showed me how to grieve, never showed me how to say goodbye» («Viejas velas blancas en un porche polvoriento, una llama apagada, otra nacida / Me enseñaste cómo llorar, pero nunca me enseñaste a decir adiós»).
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La última canción se llama 'Rest'. Poco más que añadir, salvo que el undécimo álbum de Grohl y los suyos es de largo el mejor de la tríada producida por Greg Kurstin, que ha sabido capturar a la perfección ese momento en que un grupo de rock hace la música que necesita para sentir de nuevo por qué se juntaron en un local de ensayo hace décadas. Amo a AC/DC hasta las trancas, y soy plenamente consciente de dónde me meto al asegurar que este es el 'Back in Black' de los Foo Fighters.
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