«Que parezca una comedia»: El gran mapa literario de Rafael Azcona
La editorial Pepitas de calabaza publica en 'Todo Azcona' la obra literaria completa de un autor que, antes de pasar a la historia como el mejor guionista de España, fue un letraherido
Rafael VI el descreído

A Rafael Azcona (Logroño, 1926; Madrid, 2008), probablemente el mejor guionista español de siempre, el cine le sobrevino. Lo suyo eran los libros. «Él primero es lector, luego escritor y finalmente guionista. En este orden», resume Bernardo Sánchez, él también guionista y autor ... de varios estudios sobre el hombre que escribió películas como 'Plácido', 'El verdugo' o 'Belle Époque'. «El cine lo acoge, el cine lo adopta, el cine le pide. El cine le quedaba muy lejos y de hecho en su literatura hay mucho escepticismo en general sobre ese mundo. El cine lo pilla en Madrid porque alguien, el director italiano Marco Ferreri, lee sus novelas y quiere hacer películas con ellas». Si Azcona se quitó de poeta para meterse a humorista, y después rechazaría esta etiqueta para revelarse escritor, durante el medio siglo que se dedicó al cine nunca abjuró de la su condición de «bípedo emplumado». Como dijo Umbral, Azcona renunció al libro, pero jamás renunció a la literatura.
«Sus guiones se beneficiaban de un gran espíritu y sentido narrativo. Y de hecho algunos de sus guiones se pueden leer prácticamente como una novela, porque están así narrados y estructurados», explica Bernardo Sánchez, y lo hace desde la autoridad que le da haberse puesto al frente de la edición de 'Todo Azcona', el volumen en el que la editorial Pepitas de calabaza (logroñesa, como Rafael y como Bernardo) reúne la obra literaria completa del autor. 'Vida del repelente niño Vicente', 'Memorias de un señor bajito', 'Los ilusos', 'Los europeos'... y así hasta ocho obras componen este proyecto. «Renombrar calles, plazas, instituciones culturales o pantanos es un gesto insuficiente para dar a conocer una obra tan rica como la de Rafael Azcona», sostiene Julián Lacalle, mandamás del sello. «Solo con que un joven de hoy lea 'El pisito' -por poner un ejemplo-, lo disfrute y se lo traiga a nuestros días, habremos conseguido más que si cambiamos la toponimia entera del país». Vamos a ello.
Lo de Azcona con los libros empezó desde niño, leyendo lo que le caía entre las manos, hasta que un día, como su «pesadísimo colega el Dante», comenzó a escribir versos. «Tenía yo entonces la tierna edad de quince añitos, y eso que llaman primer amor (y que debieran llamar tontería inicial) me produjo una versorrea incontenible... Mi adolescencia debió ser una adolescencia asquerosa», recordaba Azcona en 'Mi vidorra de escritor', una autobiografía pequeñita. Consiguió publicar algunos versos en una revista local. «Fue entonces cuando Logroño se me quedó pequeño». Y se marchó a Madrid, a hacer la vida bohemia en cafés como el Varela, donde echaba días enteros con un vaso de agua y compartía una máquina de escribir alquilada con otros jovencitos aventureros. «Esa fue su universidad», recuerda por teléfono desde su casa de Nueva York Susan Youdelman Azcona, su viuda, compañera de vida desde que se casaron en 1964. «Dejó el colegio con 13 años. Era autodidacta».
'Todo Azcona'
Libros de la obra completa
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'Vida del repelente niño Vicente' [1955 y 2005]
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'Cuando el toro se llama Felipe' [1956]
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'Los muertos no se tocan, nene' [1956 y 1999]
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'El pisito. Novela de amor e inquilinato' [1957 y 1999]
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'Memorias de un señor bajito' [mediados años cincuenta y 2007]
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'Los ilusos' [1958 y 2008]
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'Pobre, paralítico y muerto' y 'El cochecito' [1960 y 1999]
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'Los europeos' [1960 y 2006]
Fue allí, en el Varela, donde Azcona se dio cuenta de que estaba haciendo el ridículo: «Una tarde descubrí que en la vida ya está todo perfectamente rimado. Me quité de poeta para meterme a humorista». En esos reductos de supervivencia que eran los cafés es donde Azcona entró en contacto con el mundo de 'La Codorniz', donde en 1952 publicó su primer original. Esto con su nombre, porque con el pseudónimo de Jack O'Relly publicó cinco novelas en esa década; novelas rosas, pero nunca cursis, según Bernardo Sánchez, que en el interior constaban como «adaptaciones del inglés por Azcona». Y eso que no hablaba inglés. «Le encantaba Nueva York, le gustaba muchísimo, pero nunca aprendió el idioma», recuerda Susan. Esas primeras colaboraciones con 'La Codorniz', con sus viñetas del 'Repelente niño Vicente', dieron lugar a su primer libro. Tuvo un gran éxito y Azcona se confirmó como un nuevo valor del humor. Nada de cine, por el momento.
En 1956 publicaría 'Cuando el toro se llama Felipe', la segunda obra incluida en 'Todo Azcona', tras el niño Vicente. Antaño gran aficionado a los toros, y de hecho hubo un tiempo en que aspiraba a ser torero, esta novela es un remedo de su desencanto por la feria. Es el único de todos sus libros que no reescribió. «Cuando a finales de los 90 Juan Cruz le propuso publicar sus obras en Alfaguara, Azcona puso como condición que le dejaran reescribirlas. Todo lo que escribió hasta los 60 lo hizo en un estadio de autocensura, por la censura imperante en el país. Mantenía por supuesto lo troncal y muchas páginas del original, pero reescribiendo adjetivos, acciones... llevándolo todo más lejos y con más dureza de lo que pudo hacer en los años 50. 'El cochecito', que en origen era 'Paralítico', lo reescribió de arriba abajo», explica Bernardo Sánchez. «La censura le afectó muchísimo, fue una presencia muy fuerte en nuestra vida. Tenía que volver a escribir los guiones muchas veces», añade Susan.


Para sortearla, nada como el humor. «En la vida íntima no era muy chistoso, era serio», dice su mujer. «Tenía un humor muy al fondo». Bernardo Sánchez recuerda que Azcona rechazaba esa etiqueta. «Cuando le llamaban humorista, él decía que era una especie de equívoco, que no era eso, ni mucho menos de humor negro. Decía que lo negro del humor era la vida, o sea, que la vida estaba llena de paradojas y contradicciones, que la vida estructuralmente tenía mucho de humor negro. El humor de Rafael es un humor dramático y tragicómico, está mucho más vinculado al esperpento, a Goya o a Cervantes que a los chistes o al viñetismo. El humor es un mecanismo que revela y denuncia las paradojas, el absurdo, lo grotesco, lo trágico, en España o en cualquier otro sitio». Cuando al régimen franquista no le quedó más remedio que permitir el estreno en España de 'El verdugo', por su éxito en el Festival de Venecia, las autoridades españolas en Italia avisaron: «Si se estrena, que parezca una comedia».
Azcona empezó a coquetear con el cine tras publicar su tercer libro, 'Los muertos no se tocan, nene' (1956). Marco Ferreri lo leyó y quiso adaptarlo a la pantalla grande, con Luis García-Berlanga como director. El proyecto no salió por el rechazo de la censura, pero sembró la semilla para la adaptación de la siguiente novela de Azcona, 'El pisito' (1957). El cine ya había acogido al riojano. Durante un tiempo, simultaneó la escritura de libros con sus primeros guiones. Por este empeño de letraherido publicó 'Memorias de un señor bajito', una obra con alguna reminiscencia kafkiana. «Azcona descubrió a Kafka y a Gregorio Samsa al llegar a Madrid y visitar los domingos la biblioteca de su amigo y mentor Antonio Mingote. Se hicieron muy amigos en el Varela. Mingote también venía de provincias, de Alicante, aunque de una situación social distinta, y enseguida encajaron. Se entendieron muy bien. Al final de su vida, cuando hablaba de Rafael con Mingote, a Antonio se le acristalaban los ojos», comenta Bernardo Sánchez.
Azcona empezó a coquetear con el cine tras publicar su tercer libro, 'Los muertos no se tocan, nene' (1956). Marco Ferreri lo leyó y quiso adaptarlo a la pantalla grande, con Luis García-Berlanga como director. El proyecto no salió
¿Qué leía Azcona? De Kafka, 'El castillo' y 'La metamorfosis'. «Se convertirían en dos libros, en dos temas -nucleados sobre el laberinto social y la falta de libertad del individuo- que Azcona diseminaría a lo largo de su producción literaria y cinematográfica». También leía a Baroja, a Valle-Inclán, a Cervantes. «Cervantes es lo que él consideraba un humorista, en el sentido más profundo de la palabra. Don Quijote es un héroe trágico y tragicómico», explica Sánchez. Le fascinaba 'Los papeles póstumos del Club Pickwick', de Dickens. Antonio Machado influyó en su poesía juvenil. En estos autores está su mapa literario.
La publicación de 'Los ilusos' (1958) fue un punto de inflexión en su trayectoria como escritor. La crítica entendió que con esta obra Azcona pasaba de la literatura de humor a la novela. Es una crónica fabulada de sus vivencias a su llegada a Madrid, con 24 años, que revisó de arriba abajo para su reedición en 2008. «'Los ilusos' responde a la pasión de Azcona: escuchar, escuchar en la calle», escribió Juan Cruz. Esta es una de sus señas de identidad. Azcona vivía con el bonobús. Solía reprochar a los directores, y a la gente guapa del cine en general, que tanto taxi y tanta alfombra roja les mantenía alejados de la vida real. «No conducía, y creo que eso fue su salvación en muchas cosas», rememora su viuda. «Era también su manera de ser, le gustaba el contacto con la calle, no estaba aislado. Cuando en algún momento se bloqueaba, salía a pasear. Como vivíamos en la Castellana, cuando se iba me preguntaba si me hacía falta algo del Corte Inglés. Luego volvía y seguía escribiendo».
De su siguiente obra, el tríptico 'Pobre, paralítico y muerto' (1960) saldría otra película: 'El cochecito', también con Marco Ferreri. A Azcona cada vez le quedaba menos tiempo para la literatura, pero aun así le dio para llevar a la imprenta 'Los europeos' (1960), que algunos consideran su mejor novela... y que también se las tuvo que ver con la censura, ya que trataba temas como el aborto. Salió sin vincularse a ninguna editorial española, sin depósito legal y supuestamente publicada en Francia. La novela no llegó a estar prohibida en España, pero sí circuló de manera casi clandestina. Berlanga, siempre dispuesto a meterse en líos, quiso llevarla al cine, pero se quedó en otro proyecto frustrado. «Si la historia ya había tenido problemas en papel, los que sobrevendrían al intentar ser filmada hubieran sido sencillamente insalvables», explica Bernardo Sánchez. La película la terminó haciendo Víctor García León en 2020.
«Le gustaba el contacto con la calle, no estaba aislado. Cuando en algún momento se bloqueaba, salía a pasear»
A partir de aquí, Azcona se dedicó al cine a tiempo completo. Escribió cerca de 110 guiones, muchos cofirmados con el director. Es el guionista con más premios Goya (seis) y nominaciones (doce) en las categorías de mejor guion original y mejor guion adaptado. En 1998 recibió el Goya de Honor. Y sin embargo nunca fue una «persona muy del cine», dice Susan Youdelman Azcona: «Ni de joven ni de mayor. Íbamos siempre los sábados por la tarde a ver una película, pero no le gustaba mucho hablar de ellas. Su vida estaba en los libros, pero no se podía ganar la vida con ellos, y más aún cuando tenía una familia con dos hijos. En casa no se hablaba mucho de su trabajo, ni venía gente del sector, como sí ocurre en otras personas del mundo del cine, donde los hijos lo viven más». Y aquí una anécdota: «En nuestra primera casa, tenía un cuarto para él, donde instaló un estudio, pero en el 73 nos mudamos y con dos hijos ya no había cuarto para él. Se conformó con un espacio en el rincón del salón, detrás de un biombo, donde escribía. Dedicaba cuatro o cinco horas al día, casi siempre por la mañana. Era un problema, evidentemente, porque no podíamos hablar casi. Si estábamos viendo la televisión en el salón, teníamos que estar calladitos. Cuando nuestros hijos se hicieron mayores y se marcharon ya pudo recuperar su cuarto de trabajo de nuevo».
Escritura de guiones
Azcona pasó a escribir cine, pero siempre sin dejar la literatura; ya lo dijo Umbral. «No había libros, pero había literatura, que está diseminada y aplicada en los guiones cinematográficos con una calidad formidable en los diálogos y con una calidad descriptiva en las acotaciones propia de un narrador, como era él. El guion de 'Belle Époque' es como una novela», valora Bernardo Sánchez. Como Woody Allen, Azcona pasó del humor a la escritura de películas sin renunciar a lo literario. «Él siempre pedía para Woody Allen el premio Nobel de Literatura, y a Woody Allen le encantó 'La lengua de las mariposas'. La de los guiones es una literatura escondida, inédita. En Estados Unidos el guion cinematográfico es una parte importantísima de la literatura norteamericana. Pero la discreción de Azcona era proverbial, desaparecía detrás de su trabajo y de las personas que dirigían las películas». Ferreri, Berlanga, Saura, Forqué, Olea, Masó, Cuerda, Fernando y David Trueba...
La publicación de la obra literaria completa de Azcona viene a reivindicar su bagaje literario. «La visión que de España nos legó es quizá más certera que la de la mayoría de los libros de historia o sociología. Su obra es un tesoro nacional», sostiene Julián Lacalle, editor de Pepitas de calabaza. Y a Susan le siguen quedando fuerzas para promocionar las películas de su esposo en Nueva York. «Un día me encontré con John Turturro en el centro deportivo al que iba. Y pensé que era buena idea que viera alguna película de Rafael. Así que estuve yendo durante meses al centro con un DVD de 'El verdugo', hasta que un día volví a coincidir con él y se lo di. Pasado un tiempo me escribió diciendo que le había gustado mucho la película y que quería hacer un 'remake'». No pudo ser, pero Susan sí consiguió que la película se proyectara en el cine de arte y ensayo Film Forum de Manhattan, en 2022. La presentó John Turturro y se agotaron las entradas. «¡Qué gusto en una pantalla grande!». Azcona sí es patrimonio nacional.
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