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Rodrigo Blanco: «En Venezuela ha habido una masacre como la de Siria, pero no se percibe»
entrevista
El narrador venezolano y colaborador de ABC Cultural acaba de publicar 'Venecos' (Páginas de Espuma), su quinto libro de relatos, en el que explora los pliegues del dolor y el aislamiento humano
'Venecos', de Rodrigo Blanco Calderón: historias del Cráter

Rodrigo Blanco Calderón es una de las voces narrativas más ambiciosas de su generación. Su prosa es desasosegante. Efectiva. Sórdida. El conjunto, sin embargo, entraña una belleza rota como la que ya demostró en su primera novela 'The night' (2016) y en su segunda novela, ... titulada 'Simpatía' (2021), incluida entre los finalistas del Man Booker Prize.
En esta oportunidad, el narrador venezolano regresa con 'Venecos' (Páginas de Espuma), el quinto volumen que dedica al formato breve y en el que demuestra por qué su talento ha sido reconocido con el prestigioso Henry O. Prize, el mayor y más antiguo galardón de ficción corta de Estados Unidos que se otorga desde el año 1919.
Con una mirada aún más precisa de la que ya mostró en sus libros de cuentos 'Los terneros' (2018) o 'Las rayas' (2009), Blanco Calderón rescata personajes rotos, hombres y mujeres en constante movimiento a quienes el escritor relata a través del prisma del desplazado, ya sea de su país o de sí mismo: el profesor convertido en barrendero que recoge los cadáveres de las palomas, la chica que aprende a caminar en tacones en una ciudad desquiciada, el suicida y el que recuerda.
Dotado con una fuerza y una voz propias, Rodrigo Blanco Calderón se adentra en los lugares oscuros del ser humano con la soltura y la frialdad de Philip Roth, pero sin prescindir de los juegos literarios de los maestros latinoamericanos. Venezuela, el país del que salió hace más de una década es, en esta ocasión, trasfondo de una indagación literaria más amplia a la que llega, justamente, a través del género con el que se dio a conocer como escritor con 'Una larga fila de hombres' (2005).
- ¿El cuentista es un narrador que va al gimnasio?
- Las comparaciones entre la escritura y el ejercicio me encantan. Pero no veo el cuento como una simple calistenia preparatoria para la novela. Entre los escritores, probablemente el novelista sería aquel que tendría que hacer mayor esfuerzo para, incluso de forma adulterada, dotar una historia de músculo narrativo. El cuentista iría por la calistenia. Y el poeta, sin duda, por el yoga.
- ¿Es usted un novelista cuentero?
- Este es ya mi quinto volumen de cuentos. Novelas tengo dos. Más allá de ese dato, siento que vengo del cuento. En ese sentido sería cuentista, sí, cuentero. Mi primera novela, 'The Night', fue un cuento fallido. Para mí, este libro ha sido como una reconexión mucho más profunda con el género.
- ¿Es obligatorio el tributo a la novela? ¿No se puede vivir del cuento?
- En el ámbito anglosajón alguien puede ser sólo cuentista y hacer carrera. En Francia, sería prácticamente imposible. En América Latina es cierto que el cuento tiene mucho mayor predicamento, pero es muy difícil. Las formas breves, como diría Borges, son difíciles de concretar económicamente. Julio Ramón Ribeyro, uno de los mayores escritores del idioma español del siglo XX, básicamente cuentista, tuvo que prestarse a veces a la novela.
- 'Venecos' es un retrato en la distancia, pero no necesariamente de su gentilicio, ¿qué une a estos personajes, además del estropicio?
- Los personajes venezolanos desplazándose es un rasgo común. Veneco es una palabra que se ha puesto muy en boga últimamente, que puede ser cariñosa o peyorativa y que, en esencia, a mí me gusta. Es un llamado de atención, pero el libro va a lo que creo que son mis temas, que tienen mucho que ver con lo que llamas el estropicio, tamizado a través de la emigración.
- Hay parodia, incluso risa en mitad del desastre.
- Esa ha sido una de las cosas más importantes que he incorporado en mi vida en los últimos 10 años. Tiene que ver con la migración. La distancia es geográfica, pero también emocional. No tiene que ver con banalizar el dolor, sino con tratar de ver las cosas en una proporción más amplia: puede ser terrible ahorita, pero quizás al día siguiente no lo es tanto.
- A diferencia de otros libros, la Revolución se desdibuja
- Los cuentos tienen la bondad o la virtud de que se van como contagiando de la época en que son escritos. Mi relación con eso que se llama revolución chavista bolivariana que ya empieza a parecerse mucho a la de los cubanos con la revolución cubana. Es decir, es un hecho que está allí, que ya lleva veintitantos años y que parece que va a estar veintitantos años más y es casi un hecho geológico. Una montaña, una cosa que acaba incorporándose como un dato.
- ¿Es Venezuela una jaula muy pequeña?
- Cualquier identidad puede volverse opresiva, sea cual sea: nacional, profesional, sexual, familiar o social. En mi caso, esa sensación de jaula la tuve antes de irme. Me sentía cada vez más cercado y limitado. En ocasiones me preguntan si me metieron preso o me persiguieron. La respuesta es no, pero a mí, a mucha gente que yo conocía, a mis alumnos, los invadía una tristeza y un desgano tremendo. Entonces no había llegado lo peor. Los primeros años de emigración, y hablando con otros inmigrantes que también les ha pasado, yo tenía pesadillas: soñaba que estaba de nuevo en Caracas y no podía volver a salir.
- ¿Tiene sentido hablar una literatura venezolana o latinoamericana?
- Esas categorías cada vez me parecen más obsoletas. Funcionan en las academias y las universidades, que me parecen lugares de un trabajo valiosísimo, pero que está justificado dentro de ese sistema. Tiene muy poco o quizás nulo efecto en los escritores, y los lectores. En un mundo como el actual se trata de categorías arqueológicas que sirven para clasificar, para justificar determinados enfoques de la crítica, pero que tiene un campo de acción bastante limitado.
-'El extranjero', el relato del profesor que barre palomas muertas. Hábleme de eso.
- Antes vivía en la Alameda de Colón, aquí en Málaga. Es un lugar que está lleno de palmeras y aves de todo tipo. Los turistas suelen detenerse, encantados, a hacer fotos a los pájaros. Pero quien vive ahí y pasa todos los días puede confirmar que hay una verdadera masacre entre unas especies y otras. Y como los traumas emergen, pues... emerge una conversación con el profesor, que acaba de barrendero, algo que les ha pasado a muchos migrantes. Sin embargo, me quedo con la imagen de la masacre que pasa desapercibida o que incluso es música para los oídos de quienes escuchan a los pajaritos.
- ¿A qué se refiere, exactamente?
- No lo tenía tan claro en ese momento, pero a veces, con lo que ha sucedido en Venezuela, uno se siente así. Allá ha habido una masacre de las dimensiones de la guerra en Siria, pero no se ve, no se percibe como tal y sólo los venezolanos y contadas voces internacionales lo saben.
-Dos temas de su obra reaparecen en este libro. Uno de ellos, la locura...
- El tema de la locura me llega siempre, bien sea porque a mí me interesa o a través de historias que me cuentan otras personas. Creo que es una de las grandes preocupaciones que he tenido cuando escribo. Todo el mundo que me conoce sabe que mi madre es psiquiatra, que fue psiquiatra forense, o sea que yo crecí en medio de esa terminología. Hoy, al fin, el tema de la salud y las enfermedades mentales está teniendo la resonancia mediática y la investigación que debería.
- El segundo tema es el suicidio. Aparece en 'La simetría escalena de los suicidios'
- Ese cuento, y por eso está dedicado a ella, relata la historia de Caneo Arguinzones, la joven poeta venezolana, que se suicidó en el año 2014. Fue mi alumna en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Era una persona importante: militante chavista muy comprometida y activa, era a la vez una persona inteligentísima, de una inteligencia impresionante y una sensibilidad hacia la poesía tremenda. La noticia de su muerte fue devastadora. Era la última persona que yo hubiese pensado que se podía suicidar porque transmitía una fortaleza increíble. Entonces, es el tema del que hablamos antes: las tragedias anunciadas, pero invisibles.
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