A la contra
Hollywood se 'deswokiza'
En la gala de los Oscar, que, tras el entusiasmo con Kamala Harris y su derrota ante Trump, se preveía reivindicativa, la cosa no fue para tanto
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¿Algo está cambiando en el mundo del cine?. Eso parece. No en la burbuja española, donde Leticia Dolera sigue escandalizada por si las niñas, tras ver ‘Anora’, deciden ser putas (en mi infancia vi, fascinada, infinidad de veces ‘Robocop’ y nunca quise ser mitad ... policía, mitad 'cyborg'), pero sí en Hollywood. O sea, sí en el cine. En la reciente gala de los Oscar que, tras el entusiasmo con el que algunas estrellas apoyaron a Kamala Harris y su posterior derrota ante Trump, se preveía reivindicativa, la cosa no fue para tanto.
Ni para tanto, ni para nada: los que la vimos, lápiz en mano, esperando listar los disparates ‘woke’ biempensantes, los aspavientos antiTrump y las vindicaciones acerca de todo movimiento identitario, nos llevamos un chasco (bendito chasco). Parece que, efectivamente, lo ‘woke’ agoniza y lo hace bajo los focos y vestido de gala. Ni siquiera la presencia de Karla Sofía Gascón, último fleco de aquello del despertar, despertó (disculpen el chiste fácil) más expectación que un chistecillo de baja intensidad espetado nada más empezar la gala por un presentador descafeinado que se sintió irreverente por decir «pederasta» en el ecuador de la gala.
Poco queda de aquellas ceremonias en las que se reivindicaba la paz, el feminismo, la inclusión, la diversidad y todas las causas justas. Muchos agradecimientos a las familias y muy pocas consignas. Ni Selena Gómez lloró por las deportaciones masivas, ni se gritó ‘NO a la guerra’ y, quitando un tímido reproche a la política exterior de EEUU en lo referente a Palestina, aplaudido con el mismo comedido entusiasmo con el que se aplaudió todo (de los chistes a los decesos del año), la política, contra todo pronóstico, se quedaba fuera.
Se celebraba el cine y solo el cine. Parece apostarse de nuevo por el entretenimiento
Dentro se respiraba 'glamour': ellas, guapísimas y delgadísimas; ellos, elegantes y sofisticados. Se celebraba el cine y solo el cine. Parece apostarse de nuevo por el entretenimiento, incluso Disney vuelve a centrarse en ello, abandonando las políticas DEI. Veremos si le sigue la Academia. No olvidemos que se entregó con desmedida pasión a la corriente, cambiando las normas para poder optar a la codiciada estatuilla con el fin de «reflejar la diversidad de la población global» y favorecer a las minorías.
Para poder optar a a mejor película, por ejemplo y entre otros requisitos, al menos un 30% de los personajes del ‘film’ debía pertenecer a grupos con poca representación (esto incluía, no solo a minorías étnicas, sino también a mujeres, colectivo LGBTQ y discapacitados) o la trama del filme debía estar centrada en uno de esos personajes.
Pero todo parece indicar, sí, que el Hollywood más ‘woke’ agoniza y vuelve el viejo Hollywood, el de las estrellas. Pero California nos queda lejos y aquí seguimos teniendo una industria cinematográfica entregada a esta agenda y que, desde el Ministerio de Cultura de Urtasun, se ve alentada a no cambiar. Aquí, los proyectos dirigidos por mujeres, por ejemplo, son considerados ‘obras difíciles’ y reciben puntos extra a la hora de optar a subvenciones.
Asociaciones como CIMA, la de mujeres cineastas y de medios audiovisuales (recientemente condenada, paradójicamente, por vulnerar el honor de la productora Marta de Santa Ana), se embolsa cientos de miles de euros en ayudas directas sin concurrencia competitiva para desarrollar sus actividades, que versan alrededor de la presencia de la mujer en el sector audiovisual (entre 2022 y 2024 recibió más de 600.000 euros en ayudas públicas).
Así que a la gala de los Goya le queda un poco más para ‘deswokizarse’ (a algunas les va el puesto en ello) de lo que nos pudiera parecer. Sobre todo si, por temor, siguen callando los que tienen tanto que contar.
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