Crónica
El ‘honoris causa’ de Auster en la gran literatura y el dolor
El escritor norteamericano ha recibido este jueves el doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma de Madrid con un relato sobre la ficción y la depredación

Paul Auster viste de purísima y azabache, los colores que identifican a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid. El auditorio, abarrotado de público y autoridades, aguarda de pie a que el escritor atraviese la sala. Todo es lento en ... Paul Auster esta mañana, hasta su sonrisa. Más que cubrirlo, la toga lo inmoviliza. Camina como si llevara sobre sí todo el peso del mundo; y puede que así sea. La trágica muerte de su hijo y su nieta en menos de un año ha sido un desgarro.
Celosamente resguardado antes, durante y después de la ceremonia de entrega del título de doctor Honoris Causa, Paul Auster ha acudido al campus acompañado de su mujer, la escritora Siri Hustvedt , y de su editora, Elena Ramírez. A pesar del estricto protocolo, algo en Auster se resiste a la solemnidad. El Premio Princesa de Asturias se balancea sobre sus talones, como si intentara sacudirse la pompa de la curia académica. «Miradme», exclama señalando su atuendo. Luego esboza una sonrisa exhausta e inicia la lectura de su discurso.
Con ambas manos apoyadas sobre el atril, Paul Auster mira a su alrededor. «Tenemos una dura competencia». El alboroto de una protesta de jubilados apenas permite escuchar sus palabras. «Lo haré lo mejor que pueda». Así ha comenzado su discurso de aceptación, un relato en el que describe su visita en 2017 a Stanislau, una ciudad cercana a Leópolis donde nació su abuelo. «Lo que conocía antes de mi llegada era que, previamente a denominarse Ivano-Frankivsk en 1962 (en honor del poeta ucraniano Ivan Franko), la ciudad, de 400 años de antigüedad, se había llamado de diversas maneras: Stanislawów, Stanislau, Stanislaviv y Stanislav, dependiendo de si estaba bajo dominio polaco, alemán, ucraniano o soviético».
Auster cree en los lobos
Ensartándolas en el collar de la reminiscencia, Auster reúne en su discurso estampas de devastación. Habla de las sucesivas matanzas de judíos, las más cruentas a manos de la Alemania Nazi, hasta la llegada el ejército ruso, en 1944, cuando la ciudad, devastada y abandonada, fue invadida por manadas de lobos, un episodio que narra a partir del encuentro casual con un poeta. «Su padre era un joven de apenas veinte años y, tras la toma del control por parte de los soviéticos de Stanislau —desde entonces, Stanislav— fue reclutado en una unidad del ejército encargada a la tarea de exterminar a los lobos. La tarea duró varias semanas, según dijo, o tal vez varios meses, no lo recuerdo, y una vez que Stanilav volvió a ser habitable, los soviéticos repoblaron la ciudad con militares y sus familias (…)».
A las doce menos diez, Paul Auster interrumpe su lectura, otra vez, e improvisa un chascarrillo. El ruido de la protesta continúa con más intensidad. «Quizá paren para comer». Con el garabato de una sonrisa en el rostro avanza en su poderoso alegato a favor de la ficción . «Los lobos no son solo símbolos de guerra. Son el fruto de la guerra y de lo que esta genera en la tierra». La historia obsesionó a Auster hasta tal punto que intentó averiguar si tal episodio había ocurrido en realidad, pero no consiguió ninguna imagen que acreditara lo que aquel hombre le había contado. «A falta de información que pueda confirmar o desmentir la historia que me contó el poeta, prefiero creerle. Con independencia de que estuvieran allí o no, elijo creer en los lobos». Así concluyó su regalo inesperado para quienes pudieron escucharlo.
Novelista, poeta y guionista, Paul Auster es uno de los autores estadounidenses contemporáneos más reconocidos desde la publicación de su novela ‘La invención de la soledad’, en 1982. El total de libros publicados a lo largo de estos años suman más de una veintena si se incluyen sus relatos y ensayos, además de sus guiones, entre ellos los de las películas ‘Smoke’ (1995) y ‘Blue in the Face’ (1995), en cuya dirección colaboró con ‘Wayne Wang’, así como ‘Lulu on the Bridge’ (1998) y ‘La vida interior de Martin Frost’ (2007), que dirigió en solitario. Su trilogía de Nueva York y ‘El palacio de la luna’ son las novelas más conocidas de una obra encuadernada por el el azar y inesperado. De purísima y azabache, bien sujeto a sus palabras y a la ficción, Paul Auster recibe una ovación compacta y cerrada. Su maestría para abordar lo doloroso e inesperado brilla en el discurso que ahora reposa, mecanografiado para la ocasión, en una bandeja de plata.

Richard L. Kagan: elogio de la historia
El historiador, profesor y ensayista Richard L. Kagan también recibió el doctorado Honoris Causa de la UAM. Este hispanista especializado en la España de los Austrias con una larga trayectoria docente e investigadora resaltó en su discurso la importancia de la libertad de imprenta y pensamiento como motor de la historia. Licenciado en la Universidad de Columbia, Kagan se doctoró en Cambridge con una tesis sobre la España de los Hasburgo que fue supervisada por el historiador John H. Elliot. Kagan es Profesor de la Universidad John Hopkins y a lo largo de su carrera ha publicado numerosas obras, entre las que destacan ‘Los sueños de Lucrecia’, ‘Imágenes urbanas del mundo hispánico’ y ‘Los cronistas y la corona’.
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