Viernes, 21 de Marzo 2025, 09:59h
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Son tiempos de rearme, así lo ha dictaminado la presidenta de la Comisión de la hasta ahora pacífica y pacifista Unión Europea. Cierto es que no debe confundirse el belicismo con la disuasión, y que nada es mejor que conseguir los objetivos sin combatir, lo que desde que el hombre es hombre y se le ocurrió la idea de agarrar un palo para arrearle en la cabeza al semejante se logra mejor por la vía de hacerle ver que lamentará usarlo que por la de ofrecerle el cráneo desnudo. Sin embargo, en los tiempos que corren, sin caer en pueriles ilusiones de que los matones vayan a recapacitar por sí solos, y ante la confusión que cabe prever que se producirá, convendrá distinguir a quienes buscan de veras evitar el choque de los que quieran aprovechar para mojar en la salsa guerrera. Que siempre andan al quite.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Guerra y paz
Tito Livio nos recuerda que es mejor y más segura una paz cierta que una victoria esperada; una locución latina viene a mi mente: Nihil violentum durabile ('Lo violento no perdura'). Tras tres años de guerra, los contendientes están abocados a abrazar la realpolitik: una política basada en criterios pragmáticos al margen de las ideologías. Resulta muy fácil ser presa de ardor guerrero cuando uno está arrellanado ante el televisor y animar a que la trituradora de carne no se detenga. ¿Aplaudiríamos si nuestros hijos fueran a luchar en esa guerra? ¿Estamos dispuestos a que regresaran en el interior de una bolsa o en una silla de ruedas? ¿Irían al teatro de operaciones quienes nos azuzan a guerrear? Las élites de Bruselas, presidentes de gobierno, etc., nos narcotizan con sofismas sabiendo que piensan lo contrario. Miles de millones de euros de los contribuyentes se dilapidan para mantener y avivar una guerra cuyo final sabemos desde el inicio. Hemos pasado de cantar Imagine, de John Lennon, a arengar al pueblo a acudir prietas las filas, con paso firme y pausado cantando que volverá a reír la primavera al paso alegre de la guerra. Quienes tengan dudas lean o vean Johnny cogiósu fusil y luego piensen en sus hijos. La guerra sí, como videojuego.
Francisco Javier Sáenz Martínez. Lasarte-Oria
SOS, se regala negocio
Tuve la 'desgracia' de heredar un pequeño negocio familiar, con dos trabajadoras en el lote. Una, cumplidora, seria. La otra descubrió que se está mejor de baja y que la vida contemplativa no tiene parangón. Así, enlaza una tras otra, por motivos varios, y lleva más cuatro años sin pisar la empresa. Se jacta de la facilidad con la que se engaña a una institución falta de medios, un INSS desbordado. Se ríe de los que sí tienen problemas graves de salud. Y yo no sé si reír, llorar o poner el cartel.
Alejandra Rusell Giráldez. Tui (Pontevedra)
Salir de la rudeza
Desde las cuevas de Altamira al Guggenheim, los hombres han expresado sus inquietudes y anhelos con el arte. Por eso ha impreso en la piedra la huella de su mano para una caza favorable. Y ha exaltado a sus héroes en mitos asombrosos y representado a sus dioses de mil maneras. Los museos albergan obras que abren al mundo de la excelencia y la belleza superior. Algo que ayuda a salir de la rudeza y la vulgaridad. Por eso me han interesado los artículos de Javier Sierra y Juan Manuel de Prada en XLSemanal: el primero con los mensajes ocultos en algunas obras maestras, y el segundo criticando el uso de unos salones en el Museo del Prado para «algaradas de guateque». En el cultivo personal es indispensable valorar cada obra en su contexto, a la vez que los museos permiten contemplar obras que de otro modo estarían solo en gabinetes de pudientes.
Jesús Ortiz. Madrid
No soy la misma, pero valgo más
He sobrevivido a un cáncer de mama. Cuando comencé el camino hacia la curación, pensaba que, al llegar a la meta, volvería a mi vida de antes siendo la misma y guardaría esta vivencia como un mal sueño en el fondo de mi memoria. Pero estaba muy equivocada porque ahora llevo en la mochila un año de enfermedad y tratamiento, así como con el peso del miedo, la tristeza y el sufrimiento vividos. Durante el tratamiento de un cáncer, te colocas en 'modo supervivencia' evitando las emociones desagradables porque no te las puedes permitir. Pero cuando todo pasa, estas afloran y te arrasan. Entonces, necesitas tirar de la energía que te queda y de todas tus herramientas de gestión emocional para que todos los sentimientos y pensamientos se vayan ordenando dentro de ti. Y cuando vuelves a la vida 'de antes', regresas muy permeable y todo te afecta. Es como si ese chubasquero que todos tenemos para protegernos del daño de las emociones negativas propias o de otras personas ya no existiera, como si se hubiera roto durante el proceso mientras tratabas de sobrevivir al tratamiento. No eres la de antes por dentro, pero tampoco por fuera. La quimioterapia te deja secuelas que a veces no se van y la cirugía te deja traumas que necesitas procesar y tardas tiempo en superar. Y, por si esto no fuera poco, debes continuar durante al menos cinco años con la famosa 'pastilla'. Me refiero a ese tratamiento hormonal al que se le quita importancia porque la paciente se ha curado y porque sus efectos secundarios no se ven. Sin embargo, son numerosos ya que este medicamento provoca una menopausia de golpe a quien lo toma. Ya no tengo cáncer, me ha empezado a crecer el pelo y todos me dicen que me ven «estupenda», pero nadie ve todo lo que llevo dentro por el trauma vivido y por todos los efectos secundarios de los tratamientos. La sociedad olvida que se necesita tiempo para pasar el duelo y aceptar que te has convertido en otra persona. A menudo me pregunto si tras esta vivencia he perdido valor, pero me doy cuenta de que ha ocurrido justo lo contrario. Me duele todo, mi mente se ha vuelto lenta y mi sensibilidad está a flor de piel, pero soy una persona más sabia que ha desarrollado una resiliencia y una empatía que me han cambiado la perspectiva. Y tengo la seguridad de que esto permitirá ayudar a quien me rodea y poner un pequeño grano de arena para mejorar el mundo.
Paloma Pérez Miguel. Correo electrónico
LA CARTA DE LA SEMANA
La ignorancia programada
Uno de los elementos que más condiciona el comportamiento humano en la vida pública y social es la comprensión de lo que acontece en el mundo. La complejidad de los diferentes acontecimientos actuales y, lo que es más importante, cómo se cuentan, está provocando un grado de confusión cada vez más preocupante. Y no ocurre por casualidad: existe una estrategia que provoca esta confusión, basada en proporcionar aluviones de información desordenados, en muchos casos banales, e incluso falsos, creando mucha turbiedad cognitiva. Se trata no de alimentar el conocimiento de la realidad, sino de crear una obesidad mórbida informativa. Su fin último es fomentar la ignorancia y la docilidad social, anulando cualquier atisbo de crítica ciudadana, algo antinatural, porque, como sostenía Aristóteles hace más de dos mil trescientos años, «todos los hombres, por naturaleza, desean saber».
Horacio Torvisco. Alcobendas (Madrid)
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