
El gran paso para la humanidad
El gran paso para la humanidad
Viernes, 21 de Marzo 2025, 10:51h
Tiempo de lectura: 6 min
El italiano Michel Roccati se concentra en el siguiente escalón. A su lado, tirada en el suelo y sosteniendo una tableta, la joven ingeniera Gaia Carparelli monitoriza el movimiento de las piernas de este turinés de 34 años. Para subir las escaleras del Hospital Universitario de Lausana (Suiza), Rocatti aprieta sendos botones integrados en sus muletas, que activan impulsos eléctricos en su médula espinal. A veces, la pierna derecha se eleva demasiado, como si diera una patada… Con cada paso, Carparelli ajusta el estímulo. Peldaño a peldaño, empapado en sudor, Roccati avanza. Solo es un tramo de escaleras, pero ese ascenso es tan extraordinario como escalar el Everest.
Roccati sufrió un accidente de moto en 2017. Un animal se le cruzó y el impacto con el quitamiedos le segó la vértebra T6. Los médicos fueron tajantes: no volvería a caminar. «Me decían: 'Resígnate'. Pero me negué y solicité participar en los ensayos del proyecto de NeuroRestore», rememora. Fue operado en 2020. Le implantaron electrodos en la espalda conectados a una batería en la cintura. Estos se comunican por bluetooth con un software que aplica estimulación epidural. «Cuando di el primer paso, no podía hablar. Estuve diez minutos en silencio», confiesa.
Rocatti fue el primer parapléjico del mundo con lesión medular completa que recuperó el movimiento de sus piernas. Desde entonces acumula cientos de sesiones de rehabilitación. Y progresa: barras paralelas, andador y ahora muletas, con las que es capaz de andar tres kilómetros. «Sigo sin sentir nada desde la mitad del torso para abajo. Pero mis piernas responden».
Resignación. Este veredicto reflejaba un dogma de la neurología: las lesiones medulares completas son irreversibles. Se creía que el sistema nervioso central (formado por el cerebro y la médula) no podían regenerarse. Las neuronas dañadas no se reemplazaban y las conexiones interrumpidas no se restablecían. Punto final. Pero NeuroRestore, un centro experimental codirigido por la neurocirujana suiza Jocelyn Bloch (Ginebra, 1971) y el neurocientífico francés Grégoire Courtine (Dijon, 1975), está dinamitando este axioma. Sus investigaciones demuestran que el sistema nervioso conserva una sorprendente capacidad de readaptación, incluso años después de lesiones devastadoras.
Las oficinas de NeuroRestore están decoradas con portadas de las revistas Nature y Science, como trofeos de una batalla científica que se viene librando desde 2009, cuando Grégoire Courtine –profesor de la Universidad de Ginebra– consiguió que un ratón parapléjico caminase gracias a unos electrodos y un arnés robótico. «Quiero aplicarlo a humanos», le dijo a Patrick Aebischer, entonces presidente de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, que lo acababa de fichar. «¿Entiendes lo que estás proponiendo? Es el trabajo de toda una vida», le respondió. «Lo sé. Por eso necesito a alguien tan loco como yo».
Aebischer le presentó a una cirujana brillante e idealista, Jocelyn Bloch. «Fue una sinergia perfecta», recuerda Courtine. Juntos continuaron las investigaciones con peces, macacos… Hasta que dieron el salto a humanos. En 2018 crearon NeuroRestore, impulsada por el empresario Daniel Borel, fundador del gigante informático Logitech.
Aquí, más de cincuenta científicos –la mayoría menores de 30 años– convergen desde disciplinas que raramente están bajo el mismo techo: biomédicos, expertos en inteligencia artificial, informáticos, fisioterapeutas, físicos de materiales... Esta polinización cruzada de conocimientos acorta los plazos entre cada hallazgo y su aplicación clínica. Incluso los propios pacientes se integran en este ecosistema. Roccati, por ejemplo, ya no se considera solo un beneficiario del tratamiento, sino un colaborador activo. «Me esfuerzo cada día, no solo por mí, sino porque siento que también puedo aportar algo a la ciencia». Esta fusión entre quirófanos, laboratorios y rehabilitación ha convertido a NeuroRestore en una factoría de publicaciones científicas de alto impacto. O, si lo prefieren, una fábrica de milagros.
Grégoire Courtine y Jocelyne Bloch
«No insertamos chips en el cerebro. El cerebro debe permanecer intacto»
Hablamos con los fundadores de NueroRestore
Los hitos se suceden. El primero fue la identificación de un tipo especial de neuronas en la médula espinal: las células que expresan el genVsx2. Estas permanecen 'dormidas' en condiciones normales, pero pueden activarse después de una lesión. Y si se les aplica estimulación eléctrica precisa comienzan a establecer nuevas conexiones que sortean la zona dañada, a modo de circunvalaciones que evitan que el impulso nervioso se quede bloqueado en el atasco de una ciudad donde ya no funcionan los semáforos. «Es como si el cuerpo guardara un plan B neurológico que solo se activa ante emergencias. Los circuitos que controlan la locomoción siguen estando ahí tras una lesión medular, pero desconectados del cerebro –explica Courtine–. Lo que hacemos es reactivarlos y darles una nueva vía para comunicarse».
El segundo gran avance fue comenzar a descifrar el lenguaje eléctrico que usa el cerebro para comunicarse con la médula espinal. El equipo ha mapeado los patrones que gobiernan diferentes movimientos. «No es solo cuestión de enviar electricidad –aclara Courtine–. Hay que enviar la señal correcta, en el lugar preciso, en el momento exacto». Los algoritmos interpretan la intención de movimiento del paciente y la traducen en patrones de estimulación que activan los músculos necesarios en el orden adecuado. Esto también ayuda a mejorar la neuroplasticidad. «El cerebro y la médula espinal se moldean con el uso. Es un caso de 'úsalo o piérdelo'». La estimulación eléctrica por sí sola tiene efectos limitados; es su combinación con la rehabilitación intensiva lo que produce una reorganización neuronal duradera.
La tercera revolución fue la constatación de que la médula espinal posee una inteligencia motora mucho mayor de lo que se creía. No es simplemente un cable que transmite órdenes del cerebro a los músculos; contiene circuitos capaces de coordinar movimientos complejos. Estos circuitos, conocidos como generadores centrales de patrones (CGP), pueden producir las secuencias rítmicas necesarias para caminar, incluso cuando están desconectados del cerebro. «Es como si la médula espinal tuviera su propio piloto automático para funciones motoras básicas», dice Courtine.
El descubrimiento más reciente ha llegado del hipotálamo, una pequeña estructura cerebral asociada con funciones básicas como el hambre y la sed, pero también emocionales, como la motivación. Observaron que esta región se activaba espontáneamente durante los intentos de movimiento después de una lesión medular. Cuando estimularon esta zona, ocurrió algo extraordinario: pacientes con lesiones incompletas mejoraron de manera inmediata su capacidad de marcha. Más sorprendente aún, los efectos persistieron después de desactivar la estimulación. «La motivación y el movimiento se entrelazan», confirma Courtine. Esta conexión explica que el componente psicológico sea determinante en la recuperación.
Cada avance científico se traduce en una nueva terapia. La más vanguardista es el puente digital, una tecnología que conecta directamente el cerebro con la médula y que le ha cambiado la vida al holandés Gert-Jan Oskam, de 40 años. Tras un accidente de bicicleta en 2011, Oskam sufrió una lesión medular incompleta, aunque muy incapacitante. «Me desperté en el hospital. No recuerdo qué pasó y esa laguna me evitó una depresión porque no pude culpar a nadie».
A Gert-Jan primero le implantaron un dispositivo con botones. Pero en 2023 se sometió a una nueva intervención y ahora lleva una diadema de última generación. Antes, los investigadores escanearon la actividad cerebral de Oskam mientras imaginaba que movía sus piernas para identificar las regiones específicas que se activaban. «Cada paso comienza como un pensamiento que el sistema decodifica. Es una negociación entre la máquina y mi voluntad». Los resultados: Oskam duplicó su velocidad de marcha y triplicó la distancia que puede recorrer, con movimientos cada vez más fluidos.
¿El futuro? «Cuando era estudiante de Medicina, me enseñaron que una lesión medular te condenaba a una silla de ruedas –explica Bloch–. Quiero cambiar ese paradigma. Que lo normal sea que los pacientes salgan caminando del hospital».