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El bloc del cartero

Enjambre

Lorenzo Silva

Viernes, 07 de Marzo 2025, 06:59h

Tiempo de lectura: 6 min

Es una de esas hermosas palabras de nuestra lengua que encierran más de lo que a primera vista parece. Se refiere a ella la carta de esta semana para exponernos el modelo de funcionamiento social de las hormigas, que carecen de un liderazgo y administran sus colonias con arreglo a una inteligencia colectiva que las incluye a todas y de todas se alimenta. El individualismo de los seres humanos, que tantos logros admirables ha propiciado a lo largo de nuestra corta historia –más corta, aún, si se la compara con la de las hormigas–, nos arroja en los últimos tiempos a despropósitos como los que a diario se registran en cualquier red social o, lo que es peor, en las tribunas a las que suben los individuos ambiciosos y petulantes que nos lideran. Algo deberíamos aprender, tal vez, de las modestas hormigas.


LAS CARTAS DE LOS LECTORES

Tu respeto, nuestro respeto

Mi padre vivió la guerra de África (le pilló el desastre de Annual, del que volvió ileso por los pelos) y luego ingresó en la Guardia Civil, donde estuvo hasta pasados los años cincuenta. Le decíamos el abuelo Cebolleta porque era aficionado a contar 'batallitas'.Una es memorable por su enorme lección de humanidad. «Años cuarenta, posguerra civil, mi padre y mi padrino iban por la sierra de Coín persiguiendo delincuentes de tipo variado. Después de una mañana de batida, rendidos, se sientan a la sombra de un árbol para comer algo y, sobre todo, descansar. Tanto que se quedaron dormidos. Se despertaron y, sin novedad, volvieron a la casa cuartel. A los dos días se encuentra en los calabozos a dos prisioneros. Uno, que era del pueblo y lo conocía, le dice: «Martín, hace dos días, a tal hora, tu compañero y tú estabais dormidos debajo de un árbol en la sierra. ¿Es cierto?». Mi padre, asombrado, dijo que sí y que cómo lo sabía. «Porque nosotros dos, en la huida, nos escondimos subiéndonos a ese árbol. Y si estáis vivos es porque erais vosotros, y no otros, los guardias civiles que nos perseguían. Porque conocemos tu proverbial defensa de los derechos de los detenidos, enfrentándote a superiores y compañeros cuando ves que se cometen abusos.Y tu respeto merece nuestro respeto». Lo transcribo porque, en estos tiempos de pura radicalidad, hay que recalcar que también en campos opuestos puede haber mutuo respeto si se practican mínimos de empatía, comprensión y humanidad. Y poco más hace falta para que todo funcione mejor.

José Antonio Martín Becerra. Correo electrónico


Charlas de amigos

No hace mucho en mi barrio había un señor muy elegante que fumaba puros y que, desafiando la moda, solía portar sombrero. Entre calada y calada, saludaba a los vecinos que pasaban por delante de la terraza más soleada, donde se solía juntar con un amigo a tomar un vino antes de comer. Hablaban poco, pero al hacerlo se miraban a los ojos y volvían a posar su mirada en el ir y venir del barrio. Saludaban mucho y criticaban poco. Si acaso, cuando algo de lo que veían les desagradaba, el del puro solía exclamar: «¡Qué desastre!», y seguían a lo suyo. Ayer vi en la misma mesa que solían ocupar a cuatro adolescentes, seguro que también buenos amigos. Uno hablaba enérgicamente, pero ninguno le prestaba atención. Enseguida noté que el primero charlaba a través de unos auriculares inalámbricos con otra persona que no estaba allí. Los otros tres, callados y con la vista fija en su móvil. Hablarían, seguro, por alguna app con otras personas tampoco ahí presentes o quizá, en el colmo del despropósito, entre ellos a través de sus móviles. El señor elegante de puro y sombrero ya no está entre nosotros, pero, de seguir aquí, su «¡qué desastre!» retumbaría en todo el barrio.

Tone González Fernández. A Coruña


Una librería de barrio

Me acaba de llegar a casa el libro, Una parte del día, del poeta alemán Michael Krüger. Me llega de una librería de barrio. Una librería, no es el primer pedido, que ya ha obtenido el rango de contacto de WhatsApp. Una librería que me escribe para ponerme al día de cómo va el pedido. Una librería que me atiende en la distancia como se atiende a un amigo cuando llega a casa a la hora del aperitivo. Una librería de barrio que se emociona cuando su labor es reconocida. Una librería de barrio, que lanza el pedido incluso antes de la llegada de la transferencia. Una librería de barrio que se entrega en cuerpo y alma para satisfacer al cliente. Una librería de barrio, espero que nunca suceda, que podrá ser pasado, en pro de un señor universalmente multimillonario que jamás sabrá de ti, y del que nunca tendrás su contacto. Creo que queda muy claro, la moraleja de la presente. Lo que no queda claro, es nuestra insistencia, versionando precisamente unos versos del libro citado, de creer que es arena, los huesos molidos de nuestros comercios de barrio.

Francisco García Castro. Estepona (Málaga)


Frágiles

En esta era de la tecnología y el automatismo, se te queda cara de idiota cuando vas a coger el coche, como me pasó a mí, y ese acto mecánico, nunca mejor dicho, se convierte en paralización y oscuridad; no funciona la apertura a distancia de las puertas y tienes que recurrir a una llave supletoria, todo es tiniebla dentro del vehículo; intentas arrancar el 'carro' y se convierte en el carro perdido de Manolo Escobar, como si no tuvieras coche, no se enciende ni la más mínima luz, no sabes qué hacer; bueno, sí, lo de siempre, llamas al seguro, viene la grúa, te reanima la batería… y al taller a buscar solución a tanta tiniebla. Hay momentos, en estos tiempos tan avanzados y pagados de sí mismos, en que momentáneamente volvemos a la era de las cavernas. Es como un imprescindible aviso a caminantes, es decir, que todo se puede quebrar y romper, máquinas, cosas y vidas. Casi se nos ha olvidado que el coronavirus recorrió el mundo a sus anchas, sembrando muertes, confusión y miedo; también impotencia al comprobar que, a pesar de tantos avances médicos y científicos, somos muy vulnerables y frágiles, y se nos viene a la mente Pascal y algunos de sus pensamientos como aquello de que el hombre es una caña que piensa. Algo es algo, pero no lo suficiente como para que no seamos conscientes, como sucede muchas veces, de que no somos inmortales y que todo es perecedero en este valle de lágrimas.

José Fuentes Miranda. Ávila


LA CARTA DE LA SEMANA

Inteligencia de enjambre

texto alternativo

+ ¿Por qué la he elegido?

Porque nunca es tarde para aprender una lección de humildad.

En contra de lo que se cree, las hormigas reinas no dirigen las colonias. En los hormigueros no hay jerarquías ni líderes. Sin embargo, cientos de miles de hormigas funcionan con gran eficacia en sus colonias sin nadie al mando. La inteligencia de enjambre (o inteligencia emergente) posee una gran ventaja en comparación con nuestros sistemas jerárquicos: aunque algunas de las partes fallen, el sistema mantiene su éxito. No estamos biológicamente preparados para coordinarnos por una inteligencia unitaria. Por eso dejamos que líderes democráticamente elegidos decidan por nosotros en asuntos de toda la sociedad. Los humanos llevamos en la Tierra doscientos mil años; las hormigas, más de cien millones, sin casi evolucionar. Con nuestro trato al planeta y a los demás seres, dudo de que existamos más que ellas. Aunque cueste creerlo, tenemos mucho que aprender de ellas, cuyo fin principal es el bienestar de toda la colonia.

Zigor Eguia Lejardi. Elgoibar

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