UNA RUTA ÍNTIMA Y PERSONAL
Cafés, libros o mercadillos en París más allá de la carnaza turística y de los Juegos Olímpicos
JJ.OO.
De los 'bouquinistes' que escoltan el Sena a Les Halles, tan cosmopolita, o a los cafés célebres de Saint-Germain-des-Prés: la capital francesa más allá de las postales más clásicas bien vale una escapada
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Durante los Juegos Olímpicos, París tendrá muchos otros atractivos, gastronómicos, nocturnos, eróticos, culturales, históricos, monumentales, teatrales, barriobajeros, selectos, incluso deportivos, para frecuentar en metro, a la altura de casi todos los bolsillos.
El París monumental e histórico, Notre Dame, Montmartre, los Campos Elíseos, la ... Torre Eiffel, tendrán un encanto sencillito pero mono, con mucho color local, del tipo esperpéntico.
La indispensable visita a Notre Dame solo está aconsejada para espíritus religiosamente fuertes. La catedral, obra maestra entre los grandes monumentos fundacionales de nuestra civilización, sigue en estado de reconstrucción, acordonada por muros de hierro y metal, con patrullas militares armadas, circulando a toda hora, entre millares de turistas de varios continentes.
Los inevitables Campos Elíseos, que los franceses consideran «la avenida más bella del mundo», ofrecen un espectáculo esperpéntico y cosmopolita: turistas de muchas razas y religiones cruzándose con bandas de franceses negros de padres africanos y musulmanas con velo muy coquetas buscando novio; sin olvidar alguna prostituta buscando clientes y multitudes de ricos mediorientales comprando chucherías de lujo.
Montmartre, ah… al pie de la Basílica, monumento histórico, la mejor vista de París, de lejos. Solo hay un problema: llegar a Montmartre, en metro, requiere una forma física de corredor de fondo. Una vez en el mogollón, una nube de presuntos 'pintores' y artistas 'tradicionales' amenazan con inmortalizar a los turistas dispuestos a pagar. Los baretos… bueno… mucha carnaza al precio fuerte.
¿La Torre Eiffel…? En fin. Si se tienen ganas de soportar colas y colas, nubes de vendedores de recuerdos de plástico…
El Sena y los libros
Espacio parisino único, en el mundo, los 'bouquinistes', los libreros que tienen sus cajas en los muelles del Sena, entre Notre Dame y el Louvre. Alguien dijo que París es la única ciudad del mundo cuyo río, el Sena, está «escoltado» por libros, vendedores de libros, desde hace varios siglos. En las cajas de los 'bouquinistes' se encuentra de todo, a precios que siguen siendo muy abordables. Un paisaje urbano excepcional, para degustar con calma, entre libros. Paraíso al alcance de todos los bolsillos.
A dos pasos de los 'bouquinistes', un espacio ecuménico, cosmopolita, pluricultural, a todos los precios, Les Halles (antiguos Mercados), entre el Centro Pompidou (en obras) y la magna iglesia de Saint-Eustache, con mercadillos y callejas de lo más potable, para andar, ver, caminar, tomar una copa o buscar novia, o novio.
De entrada, lo monumental: Saint-Eustache es la iglesia del bautismo de Richelieu, Molière, Madame de Pompadour; la iglesia de la primera comunión de Luis XIV. Un respeto. La iglesia de un montón de grandes personalidades; y, además una de las grandes iglesias en el corazón histórico de la ciudad, que, para colmo, tiene a dos pasos restaurantes de lo más parisino.



Junto a Saint-Eustache, dos calles que tienen mucho encanto, la 'rue' Montmartre y la 'rue' Montorgueil. Son calles con mucha historia, con mucho comercio y baretos tradicionales. La pastelería más antigua de París, dos o tres restaurantes buenos y medianamente caros, dan a las calles y el barrio un encanto propio, indisociable de sus puestos de frutas y legumbres, con bastante presencia de gastronomía asiática.
Junto a Saint-Eustache, el maremágnum de Les Halles… gigantesco centro comercial donde se encuentra de un alfiler a unos zapatos de lujo, pasando por ropa sport, comida rápida, lencería sexy, chucherías, etcétera. Saliendo de su estación de metro… un enjambre de bares, restaurantes, clubs nocturnos, tiendas de tatuajes, tiendas de ropa sport, tiendas de productos afrodisíacos, tiendas de moda 'vintage'. Un restaurante de gente joven resume el programa de Les Halles con esta proposición: «Happy Hours. Beber. Comer. Amar». «¡Oído cocina..!».
La misma proposición ecuménica puede leerse, en francés, árabe coloquial y varias lenguas asiáticas.
En la 'frontera' oeste de Les Halles, la 'brasserie' Au Pide de Cochon es un clásico entre los clásicos. Ha sobreviviendo a no sé cuantas crisis del barrio, para seguir ofreciendo una cocina tradicional que ha conseguido preservar los aromas de Les Halles donde la vida de un mercado de abastos podía 'cohabitar' con la última copa de los noctámbulos, hacia el alba.

La calle de Ava
Tras el copazo en ese u otro bareto próximo, se llega a la 'rue' del Louvre, que conduce al gran museo nacional, visita obligada para el público de la 'cultureta', cruzando la 'rue' de Rivoli. Ava Gardner decía, en una película célebre, que «solo se pueden comprar guantes de seda en la rue de Rivoli». La calle ha cambiado mucho, pero todavía es la dirección de la mejor librería inglesa de París, Galignani, y una de las mejores pastelerías, Angelina, francamente selecta.
En la 'frontera' este de Les Halles, cruzando el bulevar Sebastopol, se encuentra el Centro Pompidou, en obras. El museo concebido para ser una suerte de 'catedral' del arte más que contemporáneo está en crisis desde hace varios años. Pero sigue proponiendo ocurrencias artísticas para el público interesado en ese tipo de actividades más o menos turísticas y pasajeras. Al mismo tiempo, el Pompidou tiene, a sus puertas, una plaza muy simpática, la plaza Igor-Stravinsky, con una fuente sencillamente genial, animada por esculturas de una pareja de enamorados y grandes artistas, Niki de Saint-Phalle y Jean Tinguely. Cuando la tabarra política me cansa, recalo por esa plaza para tomar café.
Quien siga sediento de emociones jóvenes y fuertes puede dejarse por los alrededores de la Plaza de la Bastille y la estación de metro Oberkampf… Son un barrio joven de relativo nuevo cuño. Quizá menos cosmopolita y menos turístico que Les Halles. Pero con un encanto propio.
Baroja, Azorín, Pla
Para los públicos un poquito menos juveniles y cierto poder adquisitivo, siempre queda Saint-Germain-des-Prés, con sus dos cafés célebres, el Flore y el Deux Magots, frente a un restaurante igualmente legendario, Lipp. Para colmo, don Ramón Menéndez Pidal decía que las relaciones España / Francia comenzaron hacia el año 1.000, cuando varios monjes de la abadía de Saint-Germain decidieron viajar, en burro, hasta la Córdoba musulmana, para intentar rescatar los restos mortales de unos mártires cristianos. Siglos después, el barrio ha conservado su puesto en la historia de las culturas francesa y española. Solo recordaré a Baroja y Azorín, visitantes ilustres.
A dos pasos de la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, la Plaza de Saint-Sulpice es un rincón muy recoleto, tranquilo e histórico. En la iglesia de Saint-Sulpice fueron bautizados el marqués de Sade y Baudelaire. Josep Pla vivió a dos pasos. Baroja y Azorín frecuentaron el café de la plaza. El piso parisino de Borges estuvo a cien metros cortos.
A caballo entre Saint-Germain, Saint-Sulpice y la plaza de Saint-Michel, temible encrucijada turística, la esquina de las calles de Seine y Buci tiene encanto cierto, muy próximo a las calles de tapeo de mi pueblo, Madrid, Barcelona o Cordobita la llana. Con otro café histórico, La Palette, un sitio agradable, tranquilo, con mucha historia, lugar de citas muy 'radical chic'.
Si después de los vagabundeos diurnos el viajero todavía tiene tiempo y ganas para contemplar un espectáculo único, le bastará con enchufar el televisor del hotel: podrá seguir el histórico esperpento de la gran crisis nacional, algo único y sin precedentes en la historia de la V República, una catástrofe política que corre el riesgo de amenazar el futuro del euro, la UE y la OTAN.
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