CANARIAS

La playa salvaje a 45 minutos del asfalto donde no hay invierno

Viaje por el interior de Fuerteventura en busca de la enorme y solitaria playa de Cofete

Fuerteventura: todo lo que debes saber para hacer una escapada al sol del invierno

Playa de Cofete, en Fuerteventura JFA

Cuando termina el asfalto aún faltan cuarenta y cinco minutos en todoterreno o dos horas y media a pie para llegar a playa de Cofete. Hay quien se arriesga con el coche de alquiler, pero la pista de tierra y piedras tiene tantos agujeros ... que parece una temeridad. Sea como fuere, la experiencia deja huella. Solo un día en Cofete vale por unas vacaciones. Ese arenal enorme, ancho y largo, de doce o trece kilómetros, en muchos tramos sin un alma a la vista. Ese paisaje desolado del parque natural de Jandía, en el que apenas vemos un par de palmeras al principio del camino. Ese paseo largo y silencioso donde olvidar el invierno.

Fuerteventura es una isla larga y estrecha. Hay 141 kilómetros de carretera desde las dunas de Corralejo hasta el solitario faro de la Punta de Jandía, desde el norte hasta el sur. Son dos islas. Allá arriba, cerca de Lanzarote, está la colonia italiana, numerosísima. En la zona de Morro Jable, Jandía y Costa Calma hay más alemanes (la mayoría) y británicos. Dos islas. O quizá cuatro, porque nada tienen que ver el este y el oeste, las playas y los centros turísticos de Corralejo, Costa Calma, Jandía y Caleta de Fuste con el mar bravío y los acantilados del oeste.

Este viaje puede empezar al salir del aeropuerto, cuando el sol y la aridez sin compasión golpean los ojos de los recién llegados. Pronto da la impresión de estar en un videoclip o en el rodaje de una película. El paisaje desnudo asombra desde hace tiempo a muchos cineastas. Y también a los turistas. Desde el avión, estos últimos suelen ir directamente a la piscina del hotel, pero quien haya alquilado un coche puede hacer antes una inspección por el interior.

En el camino da tiempo para recordar que Miguel de Unamuno llegó a Fuerteventura el 10 de marzo de 1924 (el centenario ha dado para muchos eventos culturales), desterrado tras publicar unos escritos en contra del Rey y del Directorio Militar de Primo de Rivera. «Apenas si hay arbolado y escasea el agua. El paisaje es triste y desolado -escribió- pero tiene hermosura… Estas colinas peladas parecen jorobas de camellos y en ellas se recorta el contorno de éstos. Es una tierra acamellada. Ayer hicimos la primera excursión en auto a la Antigua. Haremos alguna en camello».

Ruta por la isla En la foto superior, el mirador de Guise y Ayose, los dos reyes aborígenes durante la conquista de la isla en el siglo XV, representados en dos esculturas de bronce de cuatro metros de altura. Junto a estas líneas, atardecer en Ajuy y la iglesia de Vega de Río Palmas donde está la talla de la Virgen de la Peña, la patrona de la isla. JFA

En dirección a Antigua por la FV-413 se dirige nuestro guía, Omar Reyes, uno de los jóvenes canarios que ha recorrido el mundo antes de volver a casa, en este caso para fundar una empresa de turismo de aventura (https://vulcanotrekking.com). La primera parada será en el mirador de Guise y Ayose, los dos reyes aborígenes durante la conquista de la isla en el siglo XV, representados en dos esculturas de bronce de cuatro metros de altura que contemplan con gesto firme el horizonte, el macizo de Betancuria -protegido como Parque Rural- y la zona más erosionada y antigua de la isla. A lo lejos, quizá a 30 km hacia el norte, se aprecia la silueta de Tindaya, la montaña en forma de pirámide que Eduardo Chillida imaginó vacía y convertida en una escultura. Ahora, olvidada la idea, Tindaya es Bien de Interés Cultural.

Betancuria, a dos kilómetros del mirador, fue fundada en 1404 por el conquistador Jean de Bethencourt. Hasta 1834 fue la capital de la isla. Hoy tiene menos de ochocientos habitantes, a pesar de su belleza sencilla, de sus fachadas blancas salpicadas de piedra volcánica. En el minúsculo centro urbano destaca la iglesia de Santa María, de 1410, la primera de la isla, aunque los piratas berberiscos la arrasaron en 1593 y tuvo que ser reconstruida. Cuando se van los turistas, el pueblo parece tan vacío como otros del interior por los que pasa la carretera.

Antes de la playa y el atardecer en las cuevas de Ajuy hay que anotar dos paradas más para conocer la identidad de Fuerteventura. Primero, en Vega de Río Palmas, para ver la bonita iglesia donde está la talla de la Virgen de la Peña, la patrona de la isla. El edificio es del siglo XVIII, pero se cree que la virgen la trajeron los conquistadores a principios del XV. Durante mucho tiempo estuvo en una pequeña ermita que podremos ver más tarde desde el Mirador de las Peñitas, otro lugar donde gozar el paisaje sin adornos, escarpado y salvaje, que nos rodea. Desde aquí arriba no se ve, pero a unos treinta minutos desde el aparcamiento de la vieja ermita por un camino señalizado con flechas verdes está el Arco de las Peñitas, un lugar mil veces fotografiado, carne de Instagram.

Desde el Mirador de las Peñitas hasta Ajuy apenas quedan veinte minutos en coche en los que da tiempo a fijarse en las cabras que buscan algo de comer en las laderas. En Fuerteventura siempre se ha dicho que hay más cabras que personas (son 124.000 habitantes). Han sido y quizá son claves en la economía de la isla, en su gastronomía (que puede probarse en el asador El Majorero, en Agua de Bueyes), en sus quesos (hay dieciséis queserías en la isla) y en sus tradiciones. No tienen fecha fija, pero si es posible, hay que asistir a alguna 'apañada', una tradición ancestral heredada de los aborígenes, declarada este año Bien de Interés Cultural. Los dueños de las cabras que andan sueltas por los riscos las reúnen de vez en cuando en corrales grandes (gambuesas), cerrados con muros altos de piedra seca, para identificarlas con una marca en la oreja.

Toda la historia en Ajuy

A las cuevas de Ajuy hay que llegar antes de la huida del sol. Son las formaciones rocosas más antiguas de las islas Canarias, que podrían tener entre 100 y 150 millones de años. Estamos en el llamado 'complejo basal' de las islas de Fuerteventura y Lanzarote. Habría que recordar que la antigüedad de Fuerteventura es de entre 30 y 35 millones de años. Esas cifras casi inmanejables por el ser humano sobrevuelan la conversación de algunos turistas que observan el ocaso sentados en la playa de arena negra. Algunos surfistas desafían la fuerza de las olas. A la derecha quedan los acantilados y una pasarela para llegar hasta la zona de arena fosilizada y finalmente hasta las cuevas.

La excursión termina en la playa de Jandía, donde el grupo Iberostar tiene tres hoteles a pie de playa. El Iberostar Waves Gaviotas Park, un cuatro estrellas de ambiente familiar que está entre los mejores 'todo incluido' de España, luce como nuevo tras una reforma a fondo. Una hora separa la comodidad de nuestro alojamiento del agreste y yermo camino hacia Cofete que nos espera en unas horas.

Parque natural de Jandía En la foto superior, Alice practica con las mazas en la playa de Cofete. Junto a estas líneas, el faro de Punta Jandía y el cardón de Jandía, arbustos pequeños que parecen cactus, con tallos cubiertos de grandes espinas, símbolo vegetal de Fuerteventura. JFA

La ruta hacia Cofete

El todoterreno deja atrás Morro Jable y llega a una pista de tierra y piedras que se repara de cuando en cuando, pero que casi siempre está llena de agujeros. También se puede ir andando por el sendero PR FV 55, que arranca en la pista de tierra que une Morro Jable con la Punta de Jandía, a los pies del Gran Valle, y llega hasta el pueblo de Cofete. Hay carteles que lo marcan como un Camino Natural de 12,5 km (ida y vuelta), algo más de cuatro horas. En coche o a pie, el entorno provoca un escalofrío de belleza inhóspita entre rocas volcánicas. Hace tiempo, al principio de la pista de tierra se plantaron tomates, pero ahora no llueve lo suficiente para cultivar nada. Sí se conserva, en cambio, el cardón de Jandía (euphorbia handiensis), endemismo majorero que está considerado como símbolo vegetal de Fuerteventura. Puede verse junto a la ruta: son arbustos pequeños que parecen cactus, con tallos cubiertos de grandes espinas.

Quien vaya a pie subirá hasta la Degollada de Cofete, con unas vistas espectaculares, antes de bajar a la playa. A quien lo haga en todoterreno (Q2 Insular Vip / 722 16 02 43 ofrece esta ruta) le quedará tiempo para llegar a la playa, al pueblo de Cofete (un caserío con veinte viviendas) y a la playa, casi vacía, enorme, un escenario hipnótico. Esta tarde, allí está Alice, italiana, entrenando su habilidad con unas mazas. Desde hace unos meses se gana la vida como profesora de submarinismo en Morro Jable, aunque también completa sus ingresos como malabarista de mazas y fuego en un semáforo. A lo lejos, en la ladera, se alza la casa Winter que mandó construir el ingeniero alemán Gustav Winter en 1946. Se cuentan muchas historias sobre su relación con los nazis y de cómo ayudaba a los submarinos alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Parece que nunca llegó a vivir en esa casa. Ahora la llave la tiene Pedro Fumero, que la enseña y cuenta esa historia (info@casawinter.com).

Quien haya llegado en coche también podrá extender el viaje por la costa hasta los acantilados de Caleta de la Madera, golpeados desde hace miles de años por el mar indomable. Ahí abajo se ve la luz que ilumina el trabajo de algún pescador. La ruta costera continúa hacia Punta Pesebre, hacia Puertito de la Cruz, un pueblito tan pequeño como Cofete, y hasta el faro de Punta Jandía, donde una familia pasa la noche en una caravana bajo un cielo estrellado. Gran Canaria está a 79 km en línea recta. En sentido contrario, Marruecos. En el camino de regreso volveremos a pasar cerca de la inmensa y solitaria Cofete, donde nadie recomienda bañarse pero de donde nadie quiere irse.

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Sobre el autor J. F. Alonso

Soy periodista desde hace más de treinta años. Hice radio, reportajes de actualidad en Blanco y Negro y ABC, y ocio en distintos suplementos. Desde 2007 coordino ABC Viajar

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