La primera divorciada de España: «Los divorcios rápidos muchas veces son engaños»
Ana María Pérez del Campo fue una de las principales interlocutoras del ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordoñez, para la redacción de la Ley del Divorcio de 1981
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Ana María Pérez del Campo tiene 86 años, una mente lúcida, memoria privilegiada y conversación dicharachera. Esto último se tuerce un poco cuando recuerda que en 1960, embarazada de su tercera hija, pensó que si se quedaba en su casa, al año siguiente su ... marido «le haría otro hijo». Porque las mujeres, dice literalmente, «éramos fábricas para tener hijos» . «El sometimiento de las mujeres era total. La convivencia se basaba en el sometimiento». Y ella quería volar, a unos metros más allá. Concretamente, a la casa de su madre. Pero entonces el vuelo de una mujer, relata, se producía sin dinero, porque el administrador de los bienes gananciales siempre era el hombre «por imperativo legal», objeta.

En su entorno, en la vivienda familiar, de ideología conservadora, nadie entendió cómo se había hartado de la vida que llevaba hasta entonces con su exmarido, que falleció hace más de quince años, y padre de sus tres hijos. «No le pareció bien a nadie. Mi madre me decía 'déjale que haga lo que quiera como él quiera y cuando él quiera' . A lo que yo decía: 'yo quiero hacer lo que quiero como yo quiero y cuando yo quiero'». Una defensa que a la madre de Ana María le escocía especialmente era cuando la 'díscola' mujer de 26 años se comparaba con su hermana, que padecía una problemática seria. Y Ana María, que aprendió a navegar siempre contra la corriente en aguas procelosas, se comparaba: '¿qué diferencia hay entre su condena y la mía?' ».

Para ella, es motivo de orgullo. Abrió camino . Y lo hizo con «suma ilusión» porque ahora, cuatro décadas después, y con tantas parejas que han roto su mala convivencia («porque nadie se separa de una persona a la que ama si es feliz», apuntilla), le reporta esa satisfacción de saberse pionera. «Yo me separé cuando no había divorcio en España, por un tribunal de justicia. La Iglesia tardó nueve años en aceptar la sentencia», recuerda esta mujer como si fuera ayer. «En esa sentencia de la Iglesia se aseveraba que mi marido era el 'culpable' y yo la 'inocente'. Me dio hasta pena. Y yo pensé en la falta que le hacía a este país aceptar sin más que la gente se puede divorciar porque se ha dejado de querer o se ha perdido el respeto . Porque no todo funciona y es más complicado», remarca.
La llamada del ministro
Tras la carrera de obstáculos que tuvo que driblar para comenzar una vida nueva abanderó la lucha feminista en este país. Fundó la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas en plena Transición, pero una Ley del Divorcio se le antojaba aún una conquista utópica . Hasta que un día sonó el teléfono de la asociación. Ella se había trabajado los preliminares de esa llamada. Cursó una petición al despacho del ministro de la Unión de Centro Democrático (UCD), casado pero sin hijos, Francisco Fernández Ordóñez , para reunirse con él y asentar el preámbulo de una posible normativa que oficializase las rupturas conyugales. Y esperó. Él 'picó' el cebo. Ana María descolgó y la secretaria del ministro de Hacienda y Justicia de Adolfo Suárez le dijo que quería encontrarse con ella. Fueron decenas de reuniones hasta llegar a forjar una larga y bonita amistad entre ambos . El ministro salía al balcón de su despacho en el ministerio y se encontraba con carteles peyorativos. Pintadas, amenazas... « ¡Le prohibieron que presidiera la procesión del Corpus Christi! Lo cual era una barbaridad», censura Ana María mientras escarba en su memoria. «'¡Mira, ven!', me pedía el ministro. Y el ministro, un convencido de que tenía que sacar con consenso la norma, me leía la pancarta: 'El divorcio destruye la familia'. Yo salía y respondía: 'el divorcio pone fin a la destrucción de la familia , porque ya está destruida'».
Esta mujer progresista se descuelga con la misma vehemencia verbal con pullas directas tanto a la Iglesia por torpedear algunos avances, c omo contra el partido morado, Unidas Podemos , por enrolarse en el debate de los derechos de los 'trans' y aparcar el concepto clave que mueve su vida: la mujer.
«Los niños no son pelotas de ping pong para estar jugando con ellos»
Ana María piensa bregar la batalla de los derechos de la mujer hasta el día que muera . De hecho, diagnostica que «estamos peor que antes» en este asunto. «Los divorcios rápidos muchas veces son engaños . Divorciarse de manera idílica, si se puede decir así, es que ambos se pusieran de acuerdo. Y esto no es tan fácil. A veces miro las estadísticas y me doy cuenta de que la mayor parte de las veces es la mujer quien pide el divorcio, él no está de acuerdo. Y habría que plantearse seriamente que los niños no son pelotas de ping pong para estar jugando con ellos . Por eso, yo no estoy de acuerdo con la custodia compartida». Ella piensa que antes el hombre que se divorciaba no concebía que la mujer no se hiciera cargo de sus hijos. Por eso, la ley de 1981 fue un hito muy importante para ellas, la mayoría sin medios económicos con los que fortalecerse solas, ya que fijó una pensión compensatoria hasta que la mujer tuviese su medio de vida.
Sacar la ley adelante fue «una batalla campal» , dice esta feminista convencida. Pero el ministro actuó con gallardía. «Fue valiente. Yo le daba muchísimos ánimos. Por eso, debe ser un ministro no olvidado, porque contribuyó, contribuimos todos de algún modo al bien general», completa desde su hogar en el centro de Madrid esta octogenaria divorciada.
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