La Semana Santa de Sevilla del siglo XXI
La ciudad ha cambiado en 25 año en demografía, estética y hasta en las propias costumbres. Las cofradías no han estado ajenas a esta evolución, en la que los barrios han ganado peso, la mujer está completamente integrada y la seguridad se ha convertido en el eje central organizativo

Cantaba Carlos Gardel que «veinte años no es nada» y veinticinco podría ser tomado igual. Pero lo cierto es que en este último cuarto de siglo han cambiado muchas cosas en la ciudad y en la Semana Santa aunque, a veces, asistimos a debates eternizados ... y no resueltos que arrastramos desde décadas a atrás.
Para empezar, Sevilla es una ciudad que, con respecto al año 2000, ha perdido más de 13.000 habitantes pero que ha ganado más de 10.000 plazas hoteleras y casi 50.000 en pisos turísticos. Hubo cierto éxodo al Aljarafe y a otros pueblos del área metropolitana. Ahora no todos los nazarenos pueden vestirse en un encantador patio con macetas del barrio de San Bernardo o en un antiguo piso de la calle San Vicente. Hay que asumir que la postal de nazarenos en el metro o aparcando en las inmediaciones de la Torre Pelli es una realidad -menos bucólica, menos poética- que se ha hecho cotidiana.
Junto a los clubes de futbol, las hermandades siguen vertebrando la ciudad. La Esperanza de Triana, con 15.000 hermanos, ha pasado, en el siglo XXI, a convertirse en la segunda hermandad con más hermanos al rebasar al Gran Poder. La primera continúa siendo la Macarena.
La Semana Santa cuenta con todo el respaldo institucional de la ciudad y el reconocimiento de todo el arco ideológico. Especialmente, los partidos menos conservadores valoran el papel social de las hermandades al margen de sus fines religiosos. Eso sí, fueron implacables con la Ley de Memoria Histórica de 2007 promoviendo la retirada de símbolos vinculados a la dictadura y exigiendo a la Macarena el traslado de los restos del General Queipo de Llano fuera de la basílica.
La Semana Santa del siglo XXI ya ha gozado de la presencia del Rey. Por primera vez en la historia, un monarca se ha sentado en la Campana a ver el discurrir las procesiones. El Lunes Santo de 2015 Felipe IV se dio un baño de masas recorriendo distintos templos de la ciudad. La última visita real de este tipo la había hecho su padre el Jueves Santo de 1984.
Probablemente, la imagen más impactante de lo que llevamos de siglo fue la que provocó la pandemia desencadenada por el Covid-19 con las calles de la ciudad desérticas el Domingo de Ramos de 2020 y la suspensión de las procesiones durante dos años.
Los barrios
La Semana Santa eclosiona con fuerza en los barrios mientras las hermandades del casco histórico -donde cada vez vive menos gente- se estancan. Un caso paradójico es la hermandad del Beso de Judas que, en las últimas décadas, ha experimentado un enorme crecimiento pese a estar en un enclave complejo para ello.
Una muestra de la fuerza de los barrios en estos primeros 25 años de siglo, es el crecimiento en su número de hermandades gracias al impulso y complicidad del Cardenal Amigo. Como muestra: entre 1975 y el año 2000, el Arzobispado aprobó cuatro hermandades de penitencia -algunas ya lo eran de gloria y/o sacramentales-: Resurrección (1981), Cerro (1987), Torreblanca (1994) y el Carmen (1995).

Sin embargo, entre el año 2000 y 2025 se ha triplicado el número de corporaciones aprobadas. Tan solo, una de ellas en el centro histórico: Alcosa y Valme de Bellavista (2000), La Corona (2001), Polígono de San Pablo y Padre Pío (2005), Dulce Nombre de Bellavista y el Sol (2006), La Misión y Pino Montano (2007), Pasión y Muerte (2011), San José Obrero (2012), La Milagrosa (2015) y Bendición y Esperanza (2023).
Sin embargo, en este tiempo sólo tres de ellas han logrado hacerse un hueco en la nómina de las hermandades que hacen estación de penitencia a la Catedral (El Carmen, el Polígono y el Sol) pese a ser muchas más las que planean su aterrizaje en Carrera Oficial.
Pero las costuras de la Semana Santa están por estallar. En este siglo se ha tomado conciencia de la necesidad de buscar un nuevo modelo que nos garantice durabilidad, al menos, durante otros veinticinco o treinta años. Se han empezado por reorganizar algunas jornadas pero, con el crecimiento exponencial de nazarenos en numerosas cofradías, la saturación de los días es evidente.
La mujer
Durante los primeros años del siglo XXI se fue consolidando la presencia de mujeres en los cortejos gracias a la exhortación que había hecho el Cardenal Carlos Amigo. Desde 2011 todas las hermandades de Sevilla contaron con nazarenas en sus filas. Las últimas en hacerlo fueron la Quinta Angustia, el Silencio y el Santo Entierro por el decreto del arzobispo Monseñor Juan José Asenjo.

Una mujer también ha dado, por primera vez, el Pregón de la Semana Santa de Sevilla. Fue la periodista de Canal Sur Radio Charo Padilla, en 2019.
El patrimonio
En los últimos veinticinco años Sevilla ha vivido un renacimiento artístico. De la escultura a la pintura, pasando por los talleres de bordados y orfebrería, la ciudad concentra un sector referente a nivel mundial, como se está encargando de proteger e impulsar la Asociación Gremial de Arte Sacro liderada por el bordador Paquili y que, este año, ha recibido la Medalla de las Bellas Artes.
El taller de bordados que lideraba y más producía en los primeros años del siglo XXI, Fernández y Enríquez, acabó cerrando. Murió de éxito y no pudo mantener la excelencia que otros talleres, más artesanos, venían prestando a las cofradías. En contraposición, el de Charo Bernardino y Manuel Solano han encontrado su reconocimiento y prestigio. Otro paradigma es el taller del ya citado Paquili, que ha diversificado su producción y se ha adentrado en el mundo de la moda y las pasarelas internacionales aplicando en los diseños de alta costura las técnicas tradicionales del bordado en oro sevillano.
Este siglo asistió al cierre, en 2020, del emblemático taller de Orfebrería Triana, de Juan Borrero, que, tras la jubilación del maestro, no pudo soportar las consecuencias de la pandemia.
Especialmente llamativo es el ámbito de la imaginería donde escultores de cierta madurez como Juan Manuel Miñarro están conviviendo con varias generaciones de valores que van desde Navarro Arteaga a Darío Fernández Parra, pasando por Fernando Aguado, José María Leal, Juan Manuel Parra, Lourdes Hernández, Martín Nieto o Encarnación Hurtado.
El talento también se traduce en el enriquecimiento de los templos. El retablo del Cachorro diseñado por Javier Sánchez de los Reyes, el mejor proyectista de lo que llevamos de siglo. Los interesantes trabajos, en la línea del diseño, también, de Gonzalo Navarro; el antecamarín que ha pintado Manuel Peña para la Macarena o el camarín que está realizando el taller de Daroal para la Esperanza de Triana son ejemplos de la intensa actividad plástica de estos tiempos.

Desde el punto de vista artístico, la Semana Santa es una obra, prácticamente, acabada pero sigue habiendo oportunidades para enriquecerla con nuevas obras como el sublime manto de la Virgen de la Angustia de los Estudiantes (2005), de Santa Bárbara, o, incluso, imágenes titulares como el Nazareno del Cerro (primera salida en 2019), de Juan Manuel Miñarro.
Costaleros y bandas
El universo relacionado con el mundo del costal y las bandas sigue en auge tras la eclosión de la Semana Santa de los años 90.
Encontrar hueco para salir de costalero en una cuadrilla puede conllevar estar en una lista de espera durante más de quince años y, aún así, no tener garantizado un puesto debajo del paso. Viene ocurriendo en las hermandades más populares lo que ha provocado que, algunas, tomen medidas para garantizar el relevo generacional. Por ejemplo, la Esperanza de Triana se ha visto en la necesidad de redactar normas que garanticen ese relevo exigiendo cuatro años de antigüedad a los nuevos aspirantes y no poder superar los 50 años a los miembros de la cuadrilla, entre otras medidas.
Con respecto a la música, en estos primeros 25 años, han alcanzado una notoriedad sin precedentes. Cada vez más, las bandas cuentan con músicos mejores formados gracias a los conservatorios y escuelas musicales. Cada año se componen centenares de marchas. Muchas vienen dadas por el talento en auge. Otras, sin embargo, nacen gracias a programas informáticos de composición que, prácticamente, componen e instrumentan en base a una simple melodía. Ahora nos enfrentamos a un nuevo reto: qué nos deparará la inteligencia artificial.
Las bandas de cornetas y tambores han incorporado ya tantos instrumentos a su plantilla que poco las diferencia de las agrupaciones musicales. Las formaciones con más notoriedad desatan el fenómeno 'fan' por donde quiera que van y on imitadas en el resto del territorio nacional donde están dispuestos a pagar verdaderas fortunas por contar con ellas.

En estos años, Sevilla le ha empezado a perder el miedo a contratar grandes bandas de fuera de la provincia que se pasean, como estrellas, por la capital: el Rosario de Cádiz o Pasión de Linares son dos buenos ejemplos.
Tras el fallecimiento de Pedro Morales y Manolo Rodríguez; Abel Moreno es el músico activo que la ciudad conserva de esa antigua generación que tanto ha dado a nuestra Semana Santa.
Por otra parte, la saeta ha acusado una notable falta de grandes nombres del cante flamenco que, otros tiempos, se atrevían con el palo. La irrupción de Manuel Cuevas, popularizado con una saeta a la Macarena en la Campana en 2013, ha sido lo más sobresaliente en estos primeros 25 años del siglo XXI.
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