Rancapino Chico se estrena a lo grande en una Exaltación de la Saeta que homenajeó a Manuel Vallejo
El acto celebró su quinta edición en el teatro de Capitanía General con un emotivo elogio de Lutgardo García
La Exaltación de la Saeta se consagra como uno de los principales actos de la Cuaresma sevillana
Una saeta en pleno mes de agosto. Algo que pudiera parecer anacrónico o directamente fuera de lugar. Sin refrigeración. Y en Madrid, además, no en Andalucía. Así consiguió Manuel Vallejo arrancar la ovación y los aplausos de todos los asistentes en 1925 a la copa Pavón, un prestigioso concurso de cante flamenco, como recordó Lutgardo García este miércoles por la noche en el teatro de Capitanía.
La quinta edición de la Exaltación de la Saeta quiso homenajear la figura de este mítico saetero, macareno hasta la médula, en un acto que se va asentando con mucha fuerza en el apretado calendario de la Cuaresma hispalense y que dejó momentos para el recuerdo.
Los celebrados primeros cantes de Rancapino Chico por saetas, la demostración vocal de Vicente Gelo por seguiriyas redobladas y de Elena Delgado por carceleras, la maestría de la Municipal o las sublimes letras del primero poeta y después ginecólogo Lutgardo García sirvieron como el más elevado de los homenajes a la saeta, expresión popular del pueblo andaluz que cada año por primavera se convierte en rezo salido de lo más profundo de la garganta y la fe de quien la canta.
En un acto presentado por el director de ABC de Sevilla, Alberto García Reyes, una joya del 29 como Capitanía General se convirtió un año más en escenario de este momento de puesta en valor de un cante tan sevillano como gaditano y tan cofrade como la saeta. Entre las autoridades presentes en el acto estuvieron Francisco Vélez, presidente del Consejo de Cofradías, entidad organizadora de la exaltación; Patricia del Pozo, consejera de Cultura y Turismo de la Junta de Andalucía; Manuel Alés, delegado de Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla; Juan Carlos Cabrera, exdelegado y concejal socialista; Carlos Jesús Melero, Teniente General de la Fuerza Terrestre; Francisco Herrero, presidente de la Cámara de Comercio; Luis Ybarra, director de la Bienal de Flamenco; o José Joaquín León, pregonero de la Semana Santa de este año.
Un elogio de altura
El pregonero de la Semana Santa de Sevilla de 2015 quiso que su elogio fuese como una saeta, «una flecha que vaya al cielo y lo conmueva», dedicándosela a un ser querido que lo está pasando mal. En su intervención recorrió buena parte de la historia de la saeta, desde su origen en el barrio de Santa María de Cádiz, pasando por su expansión en el barrio de Santiago de Jerez, hasta que esta salió de la cueva, de los hogares familiares, de lo oculto y lo cuasi sagrado, para saltar a la calle, al bullicio del pueblo, articulando esa línea recta ferroviaria que se traza desde la Tacita de Plata hasta la sevillana Alameda de Hércules.
También recordó el exaltador otra importante efeméride de la que se cumplen cien años: el nacimiento de Juanita Reina, una de las grandes de la copla, que vino al mundo en la calle Parras y que, si bien cantó saetas sólo de forma puntual, llevó el nombre de su Esperanza Macarena por todos los teatros y rincones en los que derrochó su arte y su poderío.
De centenarios fue la cosa. La Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, dirigida por Francisco Javier Gutiérrez Juan, deleitó a todos los presentes con la interpretación de dos piezas del maestro López Farfán que cumplen cien años en 2025: 'La Estrella Sublime' y 'La Esperanza de Triana', esta última con una exquisita interpretación de la saetilla del solo de clarinete y el trío entonado tal y como lo concibió el que fuera director de la banda del Soria 9.
También se escuchó la voz del mito de la saeta al que rendía homenaje la noche, Manuel Vallejo, nombre artístico de Manuel Jiménez Martínez de Pinillo. Toda una estrella de la época, segunda llave de oro del cante flamenco en 1926, tiene tantas anécdotas que todas no habrían cabido en el acto de exaltación, que, como una saeta, quiso ser directo y no prodigarse en exceso. Sin embargo, hubo tiempo para hablar de las 32.000 pesetas que iba a pagarle una discográfica estadounidense por cuatro discos que tenía que grabar el Viernes Santo de 1934. Vallejo no fue capaz de perderse la Madrugada sevillana y se fue de Madrid dejando la siguiente nota, como recoge la prensa de la época: «Salgo en auto para Sevilla. Ni me importa su contrato, ni mi informalidad, ni las pesetas. A esta hora está la Macarena entrando en Sierpes; a las doce estoy yo cantándole en el Arco». La Macarena estaba por encima de todo.
Las primeras saetas de Rancapino
Uno de los platos fuertes de la noche llegó con el debut de Rancapino Chico como saetero. La versión dulce de «la garganta desconchada de su padre» se estrenó a sus 36 años en la exaltación con 'En el patio de Caifás', la célebre saeta por seguiriyas de Tomás Pavón que dice así: «En el patio de Caifás / entró Pedro y dijo así: / Yo no conozco a ese hombre / yo no conozco a ese hombre / ni su discípulo fui», cosechando uno de los mayores aplausos del acto.
Destinado a destacar como lo hizo su padre, el de Chiclana de la Frontera ofreció más tarde, ya al final del acto, otra prueba de que su voz es un regalo que guarda lo más profundo del cante gitano. Puso nuevamente enfervorecido al público, que no dudó en grabar aquellos instantes con su teléfono móvil, cuando cantó aquello de «Toítas las mares / tienen pena y amargura / pero la tuya es la mayor / porque delante tú lo llevas / amarraíto de pies y manos / como si fuera un triador / lo llevan a tu hijo / amarraíto de pies y manos / como si fuera un traidor». Un estreno soñado para este cantaor que puso la nota más especial a un acto que continúa su consagración como uno de los que no hay que perderse en la Cuaresma de Sevilla.
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