mujeres de la pasión
Al pie de la Cruz
¿Era María Cleofás hermana de la Virgen, como nos dice Mateo? Sus padres pudieron ser santa Ana y su segundo marido, Cleofás, por cierto llamado igual que su marido
Camino del Calvario
Programa de la Semana Santa de Sevilla 2025

«Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas, estaban María Magdalena, María, madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo». Mateo 27, 55-56.
No me gusta llamarlas «las Marías», como si se les robara el nombre. En todo caso, las Santas Mujeres, las hijas de Jerusalén o las Miróforas que, según la tradición cristiana ortodoxa, estuvieron directamente implicadas en el entierro de Jesús, como portadoras de mirra y aceites en la mañana del domingo.
¿Era María Cleofás hermana de la Virgen, como nos dice Mateo? Sus padres pudieron ser santa Ana y su segundo marido, Cleofás, por cierto llamado igual que su marido. Para ser sincera, la miro de otra manera desde que descubrí la posibilidad de otro de sus hijos fuera Judas Tadeo, mi santo de cabecera.
¿Y María Salomé? La tradición narra que era hija de un tal Salomae, el tercer marido de santa Ana. Casada con Juan Zebedeo, es la madre orgullosa y decidida que, sin complejos, pide para Santiago y Juan, como cualquiera haríamos, un lugar de honor en el Reino. Lo que se dice recomendarlos que son muy buenos niños. Mujer de carácter, tiene los arrestos de increpar a Longinos durante todo el año en una capilla de San Martín. Y, si tienen ocasión, visiten el único templo dedicado a ella, en Santiago de Compostela, recoleta y preciosa joya del románico de la que guardo un dibujo callejero a carboncillo.
Leo que, en un yacimiento arqueológico de Siria, se descubrió una pintura con la representación gráfica más antigua de estas mujeres. Estamos hablando del siglo III d.C. pero, desde entonces, la iconografía cristiana representa al grupo de mujeres que presencian la Crucifixión de Cristo, el Descendimiento o el Santo Entierro. Nosotros debemos confiar en los maestros que las esculpieron en nuestros misterios, y que situaron a María Cleofás y a María Salomé siempre emparejadas. A veces cuesta distinguirlas, y se me ocurre que estas dos mujeres que no se separaron de María en el peor día de su vida, y que la ayudaron a amortajar a su hijo, bien pudieron cuidarlo de pequeño. Si es así, su dolor sería infinito. Junto a ellas, el único apóstol que permanece es Juan, casi un niño, a quien ayudarán a tomar decisiones, el sanedrita José de Arimatea y el bueno de Nicodemo, al pie de la cruz o camino del sepulcro. A diferencia de Magdalena, apasionada, desgarrada y excesiva, sus compañeras de fatigas son mujeres serenas y que suman unas décadas más, por lo que muestran una tristeza comedida.
María Cleofás, en la Quinta Angustia, mira tímida hacia abajo para que no la veamos llorar, una vez que ha llegado el permiso de Pilato para enterrar a Jesús. María Salomé ayuda a Magdalena a extender el sudario, y las tres rezan para que aquellas escaleras a las que suben Nicodemo y José de Arimatea aguanten el peso al bajar a Jesús. A diario, ya con el señor en tierra, trabajan todas a una los pliegues de la Sagrada Mortaja en el Convento de la Paz. Con buena fe y mucho amor quieren consolar a su hermana, pero es María quien las consuela a ellas. Sabe que esas mujeres sencillas aún no pueden entender. Falta poco, sólo dos días, cuando acudirán al sepulcro con su mirra y aceites, tan preocupadas por el peso de una piedra que no tendrán que remover y su fidelidad sea premiada como testigos de la Resurrección, según narran Marcos y Mateo.
Hermanas hasta al final, también la acompañan en el duelo. Cada Sábado Santo, superada la morbosa simpatía que causa en los niños la Canina, tan justamente homenajeada por Juanmi Vega en su pregón, y la conmoción al paso de la urna del Cristo Yacente, me preguntaba quiénes eran esas mujeres, de qué hablaban y en qué casa estaban. Eran años en los que la vida aún no me había enseñado lo que era un velatorio.
¿Y por qué Sevilla no representa a Juana de Cusa, quien según Lucas también estuvo allí? Me puso sobre su pista mi amigo Antonio Puente Mayor. Parece que era esposa del administrador de Herodes, sanada por Jesús y su seguidora incondicional desde Galilea. Seguramente, gracias a ella pudo el evangelista incluir diversos episodios, como el desprecio de Herodes cuando Pilato envía al galileo a su enemigo íntimo buscando una alianza diplomática en un asunto que se le va de las manos. ¿Se imaginan en el misterio de Amargura a una mujer de la corte herodiana sufriendo por el Maestro? Si no estuvo allí, puede que Cusa se lo contara y que ella se lo transmitiera a Lucas. Y, si Juana acudió dispuesta al sepulcro en la amanecida del domingo, fue también testigo y apóstol de la Vida.
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