Locus amoenus
El Guadalquivir boliviano
Existe una «Andalucía» boliviana cuya capital es Tarija, con barrios, calles, procesiones y danzas que rinden homenaje a sus originales referencias sevillanas, entre las cuales destaca el río Guadalquivir
Las mulatas del Guadalquivir

El capitán don Luis de Fuentes y Vargas fundó la ciudad de Tarija el 4 de julio de 1575, por orden de Francisco de Toledo, virrey del Perú. Y como Luis de Fuentes y Vargas era sevillano de Triana, procuró que la nueva población tuviera ... muchas reminiscencias sevillanas. Así, el nombre hispano de Tarija fue San Bernardo, la planicie vecina se llamó Tablada, sus cofradías de Semana Santa fueron creadas a imagen y semejanza de las sevillanas y la Candelaria fue su primera patrona; pero como todo le supo a poco, don Luis de Fuentes y Vargas decidió que el río que pasaba por Tarija fuera el Guadalquivir. Y así es como en el altiplano boliviano, existe un río primo hermano del nuestro.
A pesar de sus casi dos mil metros de altura, el clima de Tarija es tan cálido y soleado, que desde los primeros años de la colonización fue asociado a los valles andaluces. De hecho, la progresiva introducción de frutales, hortalizas y flores mediterráneas, no hizo más que fortalecer la persuasión de que Tarija era un milagro andaluz en los Andes. Los cascos antiguos de las primeras ciudades hispanoamericanas, tienen un sabor tan extremeño y andaluz, que conmueve a los españoles en América, tanto como a los hispanoamericanos en España. Así, Tarija tiene mucho del casco antiguo de Sevilla, además de conservar nombres de calles como Marchena, Carmona, Écija y Utrera, entre otras que evocan las patrias chicas de sus primeros pobladores, aunque no me resisto a nombrar una que existe tal cual en todos los pueblos de la provincia de Sevilla: la calle Ancha.
Sin embargo, el Guadalquivir boliviano también tiene afluentes poéticos y musicales, siendo el más conocido el grupo musical «Los Embajadores del Guadalquivir», intérpretes de un repertorio de cuecas donde las alusiones al río son una constante. Pienso en ‘Norita’, ‘La Entrerriana’, ‘La Colegiala’ o ‘Tarija Cancha’, aunque la cueca por excelencia es ‘Entre playas y riberas’, cuyos versos más bailables dicen:
Entre playas y riberasdel río Guadalquivir,con mi linda chapaquitala vida entera quiero vivir.
Las cuecas bolivianas nacieron de la zamacueca peruana, cuyo origen se remonta a las parodias populares de bailes de la aristocracia colonial, como las jotas, las seguidillas, los fandangos y los rigodones. Aquellas parodias derivaron en bailes distintos, según sus intérpretes (mestizos andinos o negros esclavos) y así, de la zamacueca peruana -reconocida en las fuentes hacia 1800- derivaron las cuecas chilenas, las cuecas bolivianas y las zambas argentinas. Las presento en plural, porque en cada país encontramos distintas variantes y eso me permite volver a la cueca tarijeña, donde reverberan los ecos remotos de las originales danzas andaluzas bailadas en pareja. De hecho, el traje típico de las bailarinas tarijeñas -las chacapas- requiere mantones bordados y faldas con volantes, sobre los que no hace falta insistir en sus raíces andaluzas. Y para que la simetría sea perfecta, la cueca tarijeña definió sus cánones gracias a las audiciones en vivo de la flamante emisora «Radio Guadalquivir», fundada en 1938 por don Raúl Márquez Salinas.
Hay unanimidad es reconocer a don Pió «Senca» Martínez como el padre de la cueca tarijeña y a don Abdón Rivera como el gran cantautor de cuecas, aunque lo más debería interesarnos en Sevilla es que existe una «Andalucía boliviana» cuya capital sería Tarija, la ciudad del Guadalquivir en los Andes.
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