Locus amoenus
La curiosa historia de Feliciana Enríquez, alumna libre y travestida
Deprime no saber casi nada de aquella fascinante dramaturga sevillana, convertida en leyenda urbana por haberse disfrazado de hombre para asistir como alumna libre a la universidad
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La sevillana Feliciana Enríquez de Guzmán (1572-1644) fue una autora dramática del Siglo de Oro cuya vida apenas ha dejado rastros visibles, aunque gracias a los elogios de Lope de Vega, Tirso de Molina y Antonio Mira de Amescua, los investigadores han podido recopilar ... retazos de su vida. Pienso en Teatro de mujeres del barroco (1994) de Felicidad González Santamera y Fernando Doménech Rico; La presencia de la mujer en el teatro barroco español (1998) de María de los Reyes Peña; Catálogo de autores teatrales del siglo XVII (2002) de Héctor Urzáiz Tortajada y sobre todo en Doña Feliciana Enríquez de Guzmán. Crónica de un fracaso vital (1569-1644) (2012) de Piedad Bolaños, quien además ha analizado el inventario de la biblioteca de Francisco de León Garavito, segundo marido de la dramaturga.
Sin embargo, aunque se conservan ejemplares de su obra Tragicomedia de los jardines y campos sabeos (Lisboa, 1624) -donde destacan unos entreactos titulados Las gracias mohosas- así como de algunas décimas, sonetos y madrigales dispersos, las leyendas acerca de cómo doña Feliciana se las arregló para asistir a clases en aquellas severas y patriarcales universidades barrocas la convirtieron en una celebridad literaria. ¿Qué fue lo que hizo? Disfrazarse de hombre para escuchar clases, tal como Lope de Vega dejó escrito en su Laurel de Apolo (1630): Mintiendo su nombre/ y transformada en hombre, / oyó Filosofía / y, por curiosidad, Astrología.
El tema de las damas disfrazadas de hombre era un tópico clásico del teatro del Siglo de Oro en general y de Lope en particular, por no abundar en personajes históricos como doña Catalina de Erauso (1592-1650) -mas conocida como «La monja Alférez»-, quien más bien perteneció al grupo de mujeres varoniles o guerreras, como la Semiramis de La hija del aire (1653) de Calderón de la Barca. Pero lo divertido es encontrarnos con una mujer travestida como estudiante para asistir a clases en Salamanca, hasta que un día puso los ojos Feliciana bella / en un ilustre mozo . Lope la llamó Feliciana en el Laurel de Apolo , pero en El alcalde mayor (1620) la encontramos de nuevo bajo el nombre de Rosarda, otra sabia mujer que aparece en Salamanca disfrazada de hombre y que llega a ser alcalde Toledo. Rosarda / Feliciana es consciente del problema que supone ser sabia sin ser hombre y lo expresa así: ¿Pero de qué me ha servido, / de los libros que he leído, / toda la historia que sé? / Semíramis, ¿no regía / del Asia el imperio todo? / ¿Enadnes, del propio modo, / a su esposo no seguía? / ¿No salió Teodora un día / de la cárcel, transformada / en varón? ¿Pluma y espada / no han dado a mujeres nombre? / Pues desde agora soy hombre; / ¡adiós, dulce patria amada!
Robin Ann Rice, profesora de la Universidad Popular Autónoma de Puebla ha llegado a plantear que, en lugar del tópico de la sabia mujer disfrazada de varón, deberíamos hablar del «tópico Feliciana», pues la investigadora ha detectado referencias explícitas a Feliciana Enríquez de Guzmán en La Fénix de Salamanca de Antonio Mira de Amescua; en Lo que quería ver el Marqués de Villena de Francisco de Rojas Zorrilla y en El amor médico de Tirso de Molina, quien mandó a su universitaria travestida a la universidad de Coimbra en lugar de Salamanca: ¿Siempre han de estar las mujeres / sin pasar la raya estrecha / de la aguja y la almohadilla? / Celebre alguna Sevilla / que en las ciencias aprovecha.
No obstante, a pesar del juego que dio la presunta aventura universitaria de Feliciana Enríquez de Guzmán, lo ignoramos casi todo de su vida. Por el prólogo de su Tragicomedia de los jardines y campos sabeos parece que no compartía las directrices que Lope de Vega formuló en su Arte nuevo de hacer comedias (1609) y de paso criticó las comedias de sus contemporáneos en la «carta ejecutoria» con que cerró aquella tragicomedia dedicada a sus dos hermanas monjas, quienes vivían en la clausura del convento sevillano de Santa Inés. Si añadimos que su primer marido fue don Cristóbal Ponce de Solís y Farfán, y que el segundo fue el ya citado Francisco de León Garavito, deprime no saber nada más de aquella fascinante dramaturga convertida en leyenda urbana barroca o tópico literario, por haberse disfrazado de hombre para asistir como alumna libre a la universidad.
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