Historia
Ramón Carande: cien años de compañías
El historiador Manuel Moreno Alonso publica la biografía «Ramón Carande. La Historia y yo» a través de la catarata de personajes con los que trabó relación a lo largo de sus 99 años de vida
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Muchos años después, ante el pelotón de las cuartillas en blanco del que nació su libro «Recuerdos de mi infancia», el catedrático Ramón Carande habría de recordar aquel día remoto de 1897 cuando llegó a Carrión de los Condes la luz ... eléctrica. Palencia, donde había nacido el 4 de mayo de 1887 en la calle Zapata, era entonces una capital de provincia que apenas superaba los 15.000 habitantes de la que siempre recordaba los rótulos de sus comercios. El mundo de Carrión de los Condes, donde vivía con diez años, era tan aburrido que «los únicos entretenimientos eran las procesiones, los serenos, los mercados semanales, los entierros y los mendigos» y bastaba señalar la bombilla para identificar la electricidad: «El globito de hilos iluminado que coronado de una tulipa vino a competir con la lucilina y a suplantar el historiado quinqué de nuestra casa».
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Pese a este arranque con ecos de Macondo , la vida de don Ramón Carande y Thovar no son «Cien años de soledad» , sino un siglo de fecundas compañías con las que mantuvo una inabarcable correspondencia legada a la Academia de la Historia y consultada, con devoción de pupilo, por el historiador sevillano Manuel Moreno Alonso , autor del libro «Ramón Carande. La Historia y yo» en el que repasa la biografía del exrector de la Universidad de Sevilla a través de miles de nombres propios con los que entró en contacto a lo largo de sus 99 años de vida.
Carande, honrado en vida con todos los honores, había sido el sujeto de una biografía a cargo de su hijo Bernardo Víctor , pero la monografía que ha editado Urgoiti Editores quiere retratar al insigne historiador a la par que la historiografía patria de la que es lumbrera inextinguible combinando ambos planos en una catarata de situaciones, anécdotas y personajes con los que trabó relación. El libro se detiene en 1957 , fecha de su jubilación, a la espera de un segundo volumen de «jubilado jubilante».
Dice el autor de la biografía que «sus continuas e intensas relaciones con la multitud de personas con las que trató nos proporcionan infinidad de claves para aclarar y entender aspectos y circunstancias cuyos halos encuentran valores precisos y personales donde posarse». Dejó dicho el propio Carande a través de su heterónimo Regino (su primer nombre verdadero) Éscaro (la villa leonesa de la que procedía su familia) de Nogal : «Nos felicitamos a menudo Regino y yo por haber tenido la fortuna de escuchar a tantos».
Carande estuvo en la coronación de Alfonso XIII, en el entierro de Joselito o llevando a hombros el féretro de José Antonio hasta El Escorial
Su larga existencia y su preeminente trayectoria académica le permitieron estar presente –a la manera del Zelig «woodyallense» – en momentos estelares de la historia de España. Por las páginas de Moreno Alonso, vemos a Carande examinándose de ingreso en Santander junto a Gregorio Marañón y Menéndez Pelayo ; llegar en tren con su padre en su primer viaje a Madrid para asistir a la coronación de Alfonso XIII ; correr por la calle cuando la bomba del anarquista Mateo Morral contra el Rey el día de su boda con Victoria Eugenia en mayo de 1906; en el entierro de Joselito en 1920; compartiendo mesa con el ministro Argüelles en la cena baile en el Casino de la Exposición con los Reyes en 1930; alternando con Belmonte en la tertulia de Los Corales ; en el homenaje a Unamuno en el día de su jubilación en Salamanca en 1934; contemplando desde el balcón el desfile de la victoria del 19 de mayo de 1939 en Madrid, donde pasó la guerra; o portando a hombros los restos mortales de José Antonio Primo de Rivera vestido con la camisa azul de Falange el 30 de noviembre de 1939… Y eso que se definía a sí mismo como un hombre de retaguardia.
El episodio del traslado de José Antonio de Alicante a El Escorial merece capítulo aparte. El profesor Moreno Alonso detalla que su nombramiento como consejero de Falange Española Tradicionalista y de las JONS fue, en realidad, una manera de protegerse de la depuración. El propio Carande asmiliará su militancia con un paraguas del que se echa mano si uno barrunta que va a llover.
El nombramiento, urdido por amigos suyos bien situados en el nuevo régimen para brindarle protección, encontró resistencias desde Sevilla, precisamente. Fue el propio Muñoz Grandes, secretario general del Movimiento y luego general al mando de la División Azul, quien le puso al corriente del telegrama que había hecho llegar el Círculo de Labradores de la capital andaluza escandalizado de que se hubiera nombrado consejero del partido único cuando era «economista bien conocido por sus tendencias marxistas» . Su hijo Bernardo Víctor refiere la historia por boca de Muñoz Grandes: «Entonces me pareció oportuno pedir aclaración y, sobre todo, firmas que avalaran el dictamen. Desde entonces el silencio ha sido la respuesta…»
Su despiste de una gramática rusa para alemanes en el Círculo de Labradores disparó las sospechas de que se trataba de un economista marxista
Quizá infuyera en su imagen como economista marxista el despiste de una gramática rusa para alemanes que dejó olvidado un día en la sede del Círculo cuando aprendía la lengua de Tolstoi para entablar conversación con una familia de exiliados rusos. Carande sintió el rechazo de la Sevilla aristocrática. Cuenta Moreno Alonso que hasta 1960 -ya jubilado- no entró en la casa de ningún noble: « Sólo se propensa a invitar al forastero destacado , a alguien bastante empingorotado».
Para entonces, Carande se había aficionado a pasear por Sevilla, tan plana , y empezó a cogerle el aire a la ciudad. Puso entusiasmo en escuchar a la gente humilde, asombrado siempre de los patios y corrales sevillanos despercudidos con aljofifa y jabón . «Desde los años cuarenta hasta casi el 60 visitó numerosos hogares humildes», señala Moreno Alonso explicando que lo hacía movido por su asistencia a las conferencias de San Vicente de Paúl: «En sus visitas y cuidados no se limitará a los pobres que estaban en la lista de favorecidos , sino que a todos –en la medida que podía– les atendía indiscriminadamente».
Siguió a rajatabla el consejo vital de su abuela Nicolasa de que no se aburriera en la vida. «Si no te gusta mentir ni matar ni robar, algo tienes que inventar», dijo
Consejero de Estado, consejero del Banco Urquijo, rector por un año de la Universidad de Sevilla y, por encima de todo, historiador . Aunque llegó a la historia siguiendo aquella máxima de su abuela Nicolasa Galán , una mujer «sapientísima»: «Que no me entere de que os aburrís en la vida». Y Carande, como confesó en una entrevista periodística en 1983, se aplicó el cuento: «Y ése es un gran consejo porque, claro, si no te gusta mentir ni matar ni robar, algo tienes que inventar para combatir el aburrimiento ».
En su caso, fue el estudio de la historia de una manera comprensiva , prescindiendo del método que le habían inculcado y saltando las bardas de la especialización, esa parcelación del campo del saber que da origen a toda suerte de conflicto de lindes. De la Institución Libre de Enseñanza, en cuyos postulados se formó, había heredado la prevención contra el libro de texto: «De ahí su desconsideración intelectual al generalista o al ensayista, que algunos consideraban un vicio nacional».
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Moreno Alonso sostiene en el libro sobre la vena historiográfica de Carande: «Su autor, que ha llegado tarde a la historia, ha calado hondo en ella, hurgando pacientemente en el interior de la realidad. Se ayuda de números, pero no sacrifica toda su investigación en los altares de la ciencia. Por ello da tanta importancia a las personas y, todavía más, a los personajes».
Alguna vez dejó escrito don Ramón que le hubiera gustado ser bufón de Carlos V para soltarle alguna fresca. Pero fundada, claro: su hijo Bernardo Víctor calculó que en el archivo de Simancas había manejado – «estudió, anotó y examinó»– unos 28.800 documentos y cerca de 300 legajos a lo largo de treinta años.
Resulta obligado referirse a «Carlos V y sus banqueros» , la monumental obra en la que reflejó la urdimbre de la trama –a menudo raída por la quiebra de la Hacienda imperial– de los impresionantes tapices con los que se glosaban las gestas del emperador, a decir del que fuera gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo .
La trascendencia de «Carlos V y sus banqueros» se aprecia mejor examinando el páramo intelectual en que aparece el primer volumen en 1943
Moreno Alonso razona que ese libro –publicado en tres volúmenes entre 1943 y 1967, cuando Carande ha cumplido 80 años– lo sitúa al nivel del historiador francés Lefebvre : «En una España deprimida económica y culturalmente, y alejada de las corrientes de pensamiento europeo, no es difícil comprender la envergadura de una publicación como aquélla ».
La biografía de Moreno Alonso se detiene en rememorar la relación de Carande con sus maestros: Soltura, Flores de Lemus, Castillejo . Pero también con los que pudieron presumir de su amistad, en especial Francisco (Paco) Candil Calvo, también rector de la Universidad de Sevilla como él y una de las pocas personas a las que le apeó el tratamiento para hablarse de tú.
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El libro se detiene brevemente en la sorprendente amistad de Carande con el cardenal Segura : «Las relaciones llegaron a un alto grado de confianza», señala Moreno Alonso. Llegó a intervenir en la XVI Asamblea Eucarística Diocesana de 1953 con una disertación catequética en torno a «La ocupación total y la ocupación a lo divino en relación con la Santa Eucaristía» .
Segura también le hizo confidencias que Carande recuerda: «Alguna vez me dijo: ' Tiene usted en Sevilla menos amigos que el cardenal; recibo muchos anónimos que le dedican, y después de leerlos con repugnancia, van a parar al fuego».
También anónimo -por ello, muy sevillano- fue el abucheo que recibió el 2 de junio de 1956 de parte de algunos alumnos de su curso de Economía Política. Moreno Alonso recuerda que había suspendido a 120, pero les denegó el examen final a quienes hubiera faltado a clase entre Semana Santa y Feria. Finalmente aceptó, pero cateó a la mayoría. Aquello se enredó del todo cuando se privó de los derechos de examen a los alumnos y el catedrático Elías de Tejada solicitó a su vez que se abriera expediente para determinar «si el catedrático Carande había incurrido o no en ataque contra la Religión o el espíritu del Dieciocho de Julio durante el cumplimiento de sus tareas docentes». Su hijo Bernardo lo despacha en su libro de memorias recordando que «había colegas (algo hay que llamarlos) que no son partidarios de él e incitaban a los alumnos, siempre propicios a la bulla. Algo tan sevillano ».
Las cosas de don Ramón resumía una personalidad tan rica como caleidoscópica, inclasificable e inabarcable
Un último apunte sobre Carande conferenciante, según Moreno Alonso: «Otra cosa particular de don Ramón eran sus conferencias, que en nada se parecían a los dos tipos existentes al uso: el de quien leía lo que traía escrito, y el de quien improvisaba porque traía el discurso en la cabeza. Las conferencias de Carande no encajaban en ninguno de los dos tipos ni en las variantes intermedias ». Fue creándose así una aureola entre temerosa y legendaria que solía encuadrarse en una frase con la que se resumía su desbordante personalidad: «Las cosas de don Ramón».
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