crítica de música
Ciclo de cuartetos de cuerda en Espacio Turina de Sevilla: «Mucho efecto, poca música»
Tocaba el turno a la música rabiosamente contemporánea, con todos los compositores vivos, y con un cuarteto de cuerda joven y muy preparado para un programa verdaderamente difícil

Cuartetos de cuerda en Turina
Estrenos y cultura popular
- Programa: Obras de Glass, Ortiz y Shaw
- Intérpretes: Attacca Quartet: Amy Schroeder (violín I) Domenic Salerni (violín II) Natham Schram (viola) Andrew Yee (violonchelo)
- Lugar: Teatro Turina.
- Fecha: 19/03/2025.
La estructura del cuarteto de cuerda ha sido tan sólida que ha llegado, adaptándose de mil formas, a nuestros días, como viene a demostrar este programa, integrado por autores vivos. Y a pesar de la distancia de años que median entre ellos (nacieron en ... 1937, 1964 y 1982, por orden de aparición) podemos comprobar que hay varios nexos que los unen en tan dilatado espacio de tiempo, como el minimalismo cuya bandera enarboló con éxito Philipp Glass, llámese así o de 'estructuras repetitivas', como al estadounidense le parece más apropiado dar a conocer.
Abría el programa su 'Cuarteto de cuerda nº 3' 'Mishima', conectado, como tantas veces, con el mundo del cine, donde estas disposiciones insistentes se sobrellevan mejor. Hemos de decir que el Cuarteto Attacca está formado por miembros jóvenes, cuya disposición colocaba cambiados con respecto a lo más habitual el chelo con la viola, en detrimento de esta, que apenas se oía con claridad, excepto cuando se quedaba prácticamente sola.
Y por último diríamos que como intérpretes de esta primera obra presentaban un sonido ligero, tanto que parecía que pasaban el arco por las cuerdas como rozándolas, como para que no se gastasen las cerdas, impresión olvidada desde la siguiente obra, donde le dieron tal paliza a dichas cerdas que progresivamente se les fueron rompiendo una o dos a todos, excepto a la primer violín. Es cierto que la película para la que fue escrita no es una fiesta, pero seguramente ese sonido deshilachado sólo proporcionaba indefinición al conjunto. Llevamos oídos un sinfín de 'lieder' alemanes teniendo a la muerte como gran heroína y nadie tocaba así. De hecho, en la partitura no pone nada de que tuvieran que tocar así.
En el primer movimiento el dibujo repetitivo lo asumió Schroeder, alternándose con la chelista (Yee); aún se quedaron en dos notas repetidas en el segundo movimiento, y a medida que avanzaba el ritmo el cuarteto se volvía homofónico y los contrastes aumentaban. Incluso en el sexto y último movimiento no sabemos si aquello tenía un carácter cíclico o es que ya la imaginación lo había dado todo, y se recurrió a un final larguísimo.
Esto lo veremos también en las siguientes autoras, así como el uso intensivo de los armónicos, que parecían que lo acababan de descubrir. De la mejicana Gabriela Ortiz era la segunda obra, 'Mujer Ángel', que recurría al carácter repetitivo de su obra, estrenada hace dos días en Madrid. Tras los armónicos, oíamos penetrantes ataques 'fortissimo' homofónicos, alternando con un breve motivo muy limpio y claro -ahora sí- en el violín I, que a la vez tocaba periódicamente un triángulo.
En el segundo movimiento, 'Mujer arena', alternaban más armónicos con sonidos naturales, y a veces coincidían, así como con algún pasaje de la viola sola, que alargará sin compañía otra sección un poco más adelante, lo que venía a demostrar que cuanto oíamos en solitario evidenciaba la calidad de los músicos. Luego, el violín II cogió el instrumento como una guitarra, después oímos el pasaje extendido de la viola, al que se añadió el violín I con una escala pentatónica, hasta converger todos en 'fortissimo' y 'accelerando' hacia el final. Sólo le faltaron el bombo y los platillos.
En el último movimiento volvían los armónicos, ahora alternando con 'pizzicati', 'tempo' regular envalentonado, y con injerencias de ritmos muy marcados (casi diríamos que como breves 'ritornelli'), a lo que se añadieron gritos para animar aún más la fiesta. Debieron terminar extenuados.
Caroline Shaw cerraba el concierto con dos piezas: la primera de ellas, 'Entr'acte', insistía en el minimalismo, en un motor repetitivo, con arpegios rápidos en la viola y pizzicato. Luego una suerte de 'maullidos' que iban pasando de un instrumento a otro, hasta llegar a un 'descanso' con el chelo desplegando acordes lentamente.
En la segunda pieza, 'Tres ensayos', se repetían, con los violines alternándose con la cuerda media-baja en el protagonismo. Como volvían una y otra vez a lo mismo que lo expuesto hasta ahora, nos detenemos en un efecto nuevo para nosotros, que fue la convergencia hacia el acorde partiendo -nos parece- de la cuerda grave de cada instrumento, que emitía un sonido como si se agarrase el arco a la cuerda al empezar a sonar, luego se aceleraba y por fin se deslizaba hasta el acorde. Otro efecto curioso fue una especie de coral con armónicos, hasta ir buscando otra vez el fortísimo, y en cada ocasión dejando ver su aspiración a banda sonora. El final-final llegó como el de una banda de rock en donde las guitarras braman intensivamente hasta el guitarrazo último; pues aquí fue parecido. Como se ve, mucho efecto, y poca música, y eso que el trabajo para los músicos es ímprobo. Calculamos que unas 50 personas en la sala.
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