El placer es mío
La ética del consentimiento
La otra cara de la ética del consentimiento es esta: sólo vale si los dos están de acuerdo: pero, si están de acuerdo, vale todo
Las estadísticas revelan un aumento continuado de las agresiones sexuales, y especialmente de las más graves y cometidas por menores de edad. El Gobierno argumenta que este crecimiento responde a una mayor denuncia. Y es probable que, en parte, así sea. Pero, con estos datos, ... hay indicios suficientes para sospechar que la cultura del 'sólo el sí es sí' está revelándose como un muro de protección no del todo eficaz frente a estos delitos.
En los jóvenes, esta tendencia se ha relacionado con la pornografía y las redes sociales: hay unanimidad en que no son la mejor escuela de iniciación a la sexualidad. Sin embargo, a la vez que se reconoce esta vinculación, una hegemónica narrativa social promueve la sexualización de los cuerpos y enaltece el placer sexual, convirtiéndolo no ya en un bien en sí mismo, sino en el supremo bien. Tanto más supremo cuanto más desanudado del amor. Pues nada hay más excitante que un polvo entre dos (o tres) desconocidos que nunca más volverán a verse. Tal es la escena reiterada en series y películas, además de la experiencia prometida por las plataformas de ligue.
Cuanto más frío, más caliente. Cuanto más imprevisible, más emocionante. Cuanto más extremo, más extraordinario. La nueva regla en el sexo es que no hay reglas ni límites. Nada es bueno ni malo, todo depende de un acuerdo. De modo que todo se decide también en el instante, que es el instante del consentimiento. «Incoherencia de un tiempo que venera dos principios antagónicos: el derecho a la voluptuosidad para todos y el respeto del consentimiento individual», escribe Bruckner, y ahí está casi todo. 'Sólo el sí es sí' es línea roja. Pero el sí y el no ya no son síes y noes estables, fundados en principios con una cierta cualidad objetiva. Contrariamente, su naturaleza es frágil. Están hechos de la sustancia más volátil, que es la inclinación subjetiva del último momento. La otra cara de la ética del consentimiento es esta: sólo vale si los dos están de acuerdo: pero, si están de acuerdo, vale todo.
Y la pregunta sería si el mero acuerdo no es un fundamento demasiado endeble para gobernar la sexualidad (y la vida). Si el sexo desvinculado del afecto y los cuidados mutuos es la mejor experiencia que podemos ofrecer. Si la ética del consentimiento no es defender muy cerca del área. Si la primera razón para huir del imbécil que no se interesa por la salud de mi hija, aparte de la salud de mi hija, no debe ser que el tipo es un cretino y, en consecuencia, lo último que me apetece es tirármelo. En definitiva, si es buena idea desligar el deseo sexual del juicio íntegro que el otro me merece como persona o, por el contrario, resulta más aconsejable volver a atar sexo y amor aunque sea con otras formas de lazo.
Dos personas que se desean con exclusión de sus atributos morales e intelectuales se tratan en pie de igualdad, pero sin conferirse su completa dignidad como personas. Son meros objetos el uno para el otro. No fines en sí mismos, como proclamaba Kant.
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