El método piquito
Ayer descubrimos que los designios del balompié español estuvieron en manos de una persona cuyo talento va más allá del simple hombre de fútbol
Parecía un futbolista de medio pelo que ascendió a uno de los cargos más golosos de todos los estamentos del panorama español, donde el dinero fluye en grandes cantidades, y con un ecosistema endogámico que protege siempre al que manda, pese a que ciertos comportamientos ... de dudosa legalidad acechen su sombra. Aunque ayer descubrimos que los designios del balompié español estuvieron en manos de una persona cuyo talento va más allá del simple hombre de fútbol. Lo que perdimos.
Tuvo que actuar la FIFA para que Luis Rubiales dejara su cargo, al que se había aferrado con la connivencia de todos los miembros de este organismo deportivo, después del beso no consentido a Jenni tras la hazaña de conquistar un mundial para el fútbol femenino español. De no ser así aún estaría un hombre de otros tiempos al frente de la Federación Española.
Ante el juez, para quien por suerte no queda mucho de vista porque amenaza con quitarse la toga harto de unos y otros, 'Rubi', como lo llamaba cariñosamente su socio de negocios en Arabia, demostró sus dotes en distintas áreas del conocimiento. Fue capaz de exponer una explicación física de cómo no fue él quien levantó a la jugadora con los brazos en el momento del beso más famoso del fútbol español, tras superar al de Sara e Iker o Koeman o Stoichkov.
Otra faceta desconocida para la mayoría es su perfil de terapeuta. Según el granadino, Jenni acudió a recoger su medalla de campeona del Mundo triste porque había fallado un penalti y él intentó aliviar sus penas con el método del piquito. «¿Puedo darte un beso?», preguntó cortésmente el presidente, a lo que ella respondió: «Vale».
La declaración de Rubiales evidenció que el método del piquito es habitual en la vida profesional y personal de éste. Admitió darle besos en la boca a sus hijas cuando aprueban las notas o tras las uvas de Nochevieja, a sus amigos, a sus compañeros del Levante cuando ganaron en el Bernabéu.
Insistió en que fue un beso entre dos amigos, nada que ver con un acto a la fuerza o una muestra de violencia sexual. Una idea que fue compartida por «tres políticos» que viajaban en el avión de vuelta a España. El presi admitió que metió la pata porque actuó como «un deportista» y no en su papel institucional.
Pero entre tanta estrategia de defensa, fue capaz de forma despreciable de usar la muerte del padre de una futbolista, la enfermedad de la hija del entrenador o de otra jugadora para exculpar la actuación de un tipo que cayó por un beso y no por la red de maniobras sospechosas que había tejido en su mandato. Nos hemos centrado en el árbol y no hemos visto el bosque.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete