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pincho de tortilla y caña

El discurso del ego

Sánchez se siente legitimado para hacer lo que sea con tal de evitar que la ultraderecha escale las almenas

Los buenos de la película

La gran duda

Luis Herrero

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Por explicarlo a lo bruto y no andarme por las ramas: creo que Sánchez se siente legitimado para hacer lo que sea con tal de evitar que la amenaza cavernícola de la ultraderecha escale las almenas del poder y se haga con la fortaleza. ... Esa es la lectura que hizo de los resultados de las últimas elecciones generales. Y este, el discurso subsiguiente que ensaya cada mañana ante el espejo: «El pueblo me ha pedido que lidere la creación de una barricada capaz de contener la marea neofascista que se nos viene encima. Y en eso estoy: en cumplir el mandato del pueblo soberano. Se equivocan quienes creen que lo único que me mueve es alargar mi mandato a cualquier precio. Aguanto con estoicismo que me acusen de ser un autócrata que remueve por las bravas cualquier obstáculo que se interponga en mi camino. No lo hago por mí. No me mueve la ambición personal. No estoy ebrio de poder. Hago lo que hago porque es lo que los votantes me han pedido y yo, en mi doble condición de auténtico demócrata y último bastión del progresismo europeo, no reconozco más autoridad que la del pueblo. Cuando negocio en el zoco de la gobernabilidad con los mercaderes independentistas y valido transacciones onerosas para el conjunto del Estado no lo hago para obtener un beneficio personal, sino para evitar que el muro de contención que impide la arribada fascista salte por los aires. No crean que estoy ciego. Claro que me doy cuenta de que determinadas concesiones son infumables, pero ese es el precio que hemos de pagar para mantener a salvo los valores de la democracia. Ya sé que es paradójico, sí: a veces, para mantener a salvo esos valores hay que hacer cosas que los contradicen. Por ejemplo, gobernar sin presupuestos. Ya sé que la Constitución exige que los presente, pero tengan en cuenta que si lo hago el malvado Puigdemont, la piedra angular que sujeta la barricada parlamentaria antitrumpista, me pedirá cosas que preferiría no darle. Así que entiéndanlo: gobernaré sin presupuestos, contando lo menos posible con el Parlamento y burlando en no pocas ocasiones el espíritu y la letra de la ley porque la alternativa sería peor. Vendrían los malos y se harían con el cotarro. Ah, y no se preocupen porque nadie pondrá en riesgo esta operación de resistencia heroica en la trinchera de la libertad. Ya me he encargado de recabar los apoyos necesarios para desactivar las contramedidas que los jueces, esos fachas con toga, lanzan para torpedear mi mandato. Pumpido está conmigo. Él sabe que retorcer la ley, reinterpretar la jurisprudencia, hacer ingeniería jurídica y enmendar las decisiones del Supremo son las inevitables manchas de polvo con que deben ensuciarse las togas de los magistrados progresistas que recorren el camino de la defensa de la democracia. A veces, para sobrevivir, la democracia debe negarse a sí misma. Las urnas nos mandataron para que le ganáramos la batalla a la fachosfera a cualquier precio y yo, queridos ciudadanos, tengo la sagrada obligación de atender ese mandato«. Pincho de tortilla y caña a que, de tanto repetírselo a sí mismo, Sánchez se lo ha creído.

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