el contrapunto

Progre, feminista, antisemita, proiraní

La lucha encarnizada de Israel anticipa la que habremos de librar nosotros si ellos fracasan

Votos que chorrean sangre

Lo de Begoña apesta, Pedro

Resulta casi envidiable el modo en que la izquierda cabalga, sin pestañear, contradicciones insalvables al enjuiciar el conflicto que enfrenta a Israel con la autocracia de los ayatolás y sus sucursales terroristas en Gaza, Líbano y Yemen. En este caso el fenómeno no se ... limita a nuestros compatriotas, sino que engloba al conjunto de la 'gauche divine', abrazada a unos dogmas tan inamovibles como incompatibles entre sí. Una ideología falsamente equidistante y pretendidamente apaciguadora, desacreditada una y otra vez por la experiencia histórica, cuya defensa, no obstante, enarbolan ellos y ellas (sobre todo ellas) con la fe del fanático sectario o el cinismo del sicario que debe pagar favores. Eso en España todavía está por ver, aunque en el caso de Podemos, Iglesias, Montero, Belarra y compañía existen indicios sobrados para sospechar lo segundo. No en vano su carrera hacia las cumbres del poder político empezó con un programa emitido por la televisión iraní.

Cómodamente instalado en su buena conciencia de casta, el representante prototípico de esta corriente de opinión se declara demócrata, progresista y agnóstico o ateo, pese a lo cual toma partido por la teocracia que gobierna con puño de hierro en Irán y extiende sus mortíferos tentáculos por doquier, frente al único país laico de la región, donde se celebran elecciones libres y existe prensa independiente. Nuestro biempensante de libro es profundamente feminista, celebra cada año el 8-M, exige igualdad de género y se escandaliza, con razón, ante cualquier forma de discriminación o violencia, lo que no le impide ignorar las brutales violaciones sistemáticas perpetradas por los yihadistas de Hamas durante el salvaje ataque del 7-O-2023 e infligidas hasta el día de hoy a las rehenes que mantienen cautivas en condiciones inhumanas. Tampoco parece molestarle la feroz opresión que sufren las mujeres en Irán, donde negarse a llevar velo se castiga con azotes, prisión y muerte. A esas hermanas no se les cree. Esas hermanas no merecen ni sororidad ni ayuda. El manual del perfecto progre dice que las musulmanas están encantadas de vivir bajo el yugo masculino y se ocultan bajo ropajes que son auténticas cárceles por su propia voluntad. Las israelíes, en cambio, vestidas de uniforme al igual que sus compañeros varones, pertenecen a una nación perversa, que se obstina en existir en lugar de dejarse borrar del mapa, como proclama esa consigna, «desde el río hasta el mar», coreada en manifestaciones de todo el mundo supuestamente convocadas en favor de la paz. Un país pequeño, rodeado de enemigos que no tienen empacho alguno en utilizar a sus niños y ancianos como escudos humanos de los cabecillas que, escondidos en búnkers, ordenan en nombre de Dios masacres contra civiles. Un pueblo empeñado en sobrevivir a costa de un precio altísimo, cuya lucha encarnizada anticipa la que habremos de librar nosotros si ellos fracasan en el empeño de vencer a las fuerzas del mal.

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